capitulo 15: justo a tiempo.

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Minju apretó los dientes, maldiciendo su suerte. Elian estaba ahí, su presencia llenaba la habitación, y Minju sentía cómo el aire se volvía denso, casi irrespirable. Su peor pesadilla se materializaba frente a él. Ese maldito había descubierto su secreto más íntimo, algo que jamás podría permitirse. Ahora estaba acorralado, sin salida.

Elian comenzó a reírse en voz baja, con una intensidad inquietante que reverberaba en las paredes del baño. Poco a poco, el aire se llenó con sus feromonas, envolviendo el lugar en un manto invisible pero opresivo. En cuestión de segundos, el pequeño espacio quedó saturado, trayendo a Minju un déjà vu a su primer encuentro en el día de su debut, solo que ahora estaba indefenso, sin un supresor a mano y con Elian acechando.

Cada paso de Elian hacia el cubículo resonaba en los oídos de Minju como un macabro recordatorio de que estaba atrapado. Minju, encorvado en la esquina, sentía su corazón galopar como nunca antes. Los relatos de encuentros entre alfas y omegas en celo pasaban por su mente, imágenes distorsionadas por el miedo que le hicieron estremecerse aún más. Su cuerpo temblaba, sin control, y su única defensa era su desesperación.

—¿Quién eres? —la voz grave de Elian se coló por entre las paredes del cubículo—. Puedo ayudarte, no me tengas miedo.

Minju apenas lo escuchaba. Miraba frenéticamente a su alrededor buscando algo, cualquier cosa, con lo que pudiera defenderse, pero solo encontraba azulejos fríos y el eco de su propia respiración agitada. Nunca antes había tenido la desdicha de encontrarse con un alfa en celo, y mucho menos sin supresores. Las escenas de terror que había visto en televisión se apoderaban de su mente. Sentado en la esquina del cubículo, comenzó a rezar, a pesar de no ser religioso.

—Dios… Yo sé que no soy una persona muy bondadosa y soy un egoísta de mierda, pero si me ayudas, te juro que me voy a portar bien… —susurraba entrelazando sus manos con fuerza, los ojos cerrados, casi como si creyera que así podría desaparecer de esa pesadilla.

Pero sus feromonas seguían fluyendo, como si su cuerpo también hubiera decidido traicionarlo. Elian, al percibirlo, sonrió y liberó aún más de las suyas, creando una atmósfera pesada, como un veneno dulce del que ambos parecían estar presos. En ese momento, una voz irrumpió en el ambiente.

—¡Para! —La voz de Matías cortó el aire tenso como un cuchillo. El muchacho apareció jadeando, sudoroso y con el uniforme completamente desarreglado, como si hubiera corrido desde el otro extremo del edificio.

Elian, irritado por la interrupción, giró lentamente la cabeza hacia él, manteniendo su postura amenazante frente al cubículo donde Minju estaba acurrucado.

—Hey, Matías. ¿Qué pasa? —preguntó Elian con una voz que destilaba calma, pero que escondía un filo peligroso.

—Che, ¿te podés mover? —Matías no esperó respuesta. Dio un paso adelante, directo hacia Elian, intentando empujarlo.

Elian frunció el ceño, ya molesto por la osadía del chico, y lo tomó del brazo con fuerza, liberando más feromonas, esta vez con una clara advertencia. Matías, en lugar de retroceder, también empezó a liberar las suyas. La tensión entre ambos alfas aumentó drásticamente. Era como si el aire mismo se hubiera convertido en un campo de batalla, denso, eléctrico, donde cada respiración amenazaba con desatar una tormenta.

—¿De verdad vas competir conmigo? —murmuró Elian, su voz grave y afilada.

—No es una competencia —respondió Matías, con una chispa de sarcasmo en su tono, pero su mandíbula apretada y la intensidad en sus ojos lo traicionaban. La liberación de feromonas entre ambos se convirtió en una pugna invisible, como si estuvieran marcando territorio con una ferocidad animal. El olor en el ambiente era insoportable.

Dinastía: HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora