Luciarys estaba acostada en su cama en la tenue luz de su aposento en Dragonstone. La gran ceremonia de matrimonio entre su padre Daemon y Rhaenyra había concluido hace una luna llena, pero el cansancio del día comenzaba a pesar sobre ella. Sin embargo, su mente aún estaba inquieta, enredada en los pensamientos que la ceremonia había despertado. Entre los votos sangrientos y la solemne unión, Luciarys no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Jacaerys en el pasillo.
Justo cuando estaba a punto de cerrar los ojos, el suave golpeteo en su puerta la hizo sentarse en la cama, desconcertada. Se levantó, ajustando su túnica antes de abrir la puerta. Al otro lado, para su sorpresa, estaba la figura imponente de la heredera al Trono de Hierro, Rhaenyra Targaryen. Su rostro estaba sereno, pero sus ojos revelaban algo más profundo, una mezcla de preocupación y cariño.
—Princesa Rhaenyra... —Luciarys hizo una ligera reverencia, aún desconcertada por la visita tan tardía-. ¿Sucede algo?
Rhaenyra sonrió suavemente, entrando al aposento con un gesto de la mano para que Luciarys cerrara la puerta detrás de ella. Se acercó a una silla cerca de la ventana y se sentó, mientras Luciarys permanecía de pie, esperando que su madre comenzara a hablar.
—Luciarys, he venido porque hay algo que debo discutir contigo —dijo Rhaenyra, con una voz suave pero seria—. Algo que no puede esperar.
Luciarys se acercó, sentándose en el borde de la cama, observando a su madre con curiosidad.
—Hoy he recibido una carta para ti —Rhaenyra sacó un pequeño pergamino de entre los pliegues de su vestido y lo entregó a Luciarys—. Viene de Helaena.
Los ojos de Luciarys se agrandaron ligeramente mientras tomaba el pergamino, reconociendo el sello de Kings Landing. Con dedos temblorosos, desenrollo la carta y comenzó a leer. Las palabras escritas por la delicada mano de Helaena hablaban de su última caminata juntas en la playa, de los momentos compartidos y del afecto inesperado que había crecido entre ambas. La carta estaba llena de dulzura y de un cariño genuino que hizo sonrojar a Luciarys.
Cuando terminó de leer, levantó la vista hacia su madrastra, sin saber qué decir. Rhaenyra la observaba atentamente, sus ojos analizaban cada emoción que pasaba por el rostro de la joven princesa.
—Helaena... —empezó Luciarys, pero Rhaenyra la interrumpió suavemente.
—Es una chica dulce, lo sé —dijo Rhaenyra, inclinándose ligeramente hacia adelante-. Pero Luciarys, debes entender que no es solo su dulzura lo que está en juego aquí.
Luciarys frunció el ceño, sin comprender completamente lo que su madre quería decir.
—Lo que quiero decir —continuó Rhaenyra— es que, si sigues cultivando este lazo con Helaena, estarás atada a su madre, Alicent. Y sabes lo que eso significa.
El corazón de Luciarys se hundió un poco al escuchar el nombre de Alicent Hightower. La reina y madre de Helaena era la personificación de todo lo que estaba en desacuerdo con los deseos de su madre y de Daemon. Las tensiones entre ambas ramas de la familia Targaryen eran palpables, y Luciarys sabía que su vínculo con Helaena complicaría las cosas de maneras que apenas podía empezar a comprender.
Rhaenyra observó la confusión en los ojos de Luciarys y continuó con una voz aún más baja, como si le hablara a una amiga.
—Entiendo que Helaena te haya mostrado bondad, y no puedo culparte por sentir afecto por ella. Pero quiero que pienses en lo que esto implica. Tarde o temprano, tendrás que tomar una decisión, Luciarys. ¿Serás leal a aquellos que están contra nosotros, o caminarás al lado de tu propia familia?
Luciarys sintió la presión de las palabras de su madre, pero no pudo evitar la lucha interna que sentía. Helaena había sido amable con ella en un momento en que pocas personas lo eran, y había algo entre ellas, una conexión inesperada.
Rhaenyra la observaba con intensidad, luego suavizó su expresión y añadió:
—No quiero presionarte. Tienes tiempo. Pero quiero que consideres también otra opción, una que sería menos complicada para todos. —Rhaenyra hizo una pausa, tomando aire antes de continuar—. Jacaerys... él te admira. Lo sé porque lo he visto en sus ojos, y sé lo que siente. Si eliges a uno de mis hijos, tendrás un futuro sólido, aquí, entre nosotros, con tu familia, y no tendrás que enfrentarte a las complicaciones que vendrían con una hija de Alicent.
Luciarys se quedó en silencio, el peso de la elección empezaba a volverse claro ante ella. Por un lado, estaba Helaena, cuya dulzura y afecto le habían ganado un lugar en su corazón. Por otro, estaban Jacaerys y Lucerys, su medio hermanos, con quienes compartía sangre y una lealtad que sabía que sería crucial en los tiempos venideros.
—Yo... —susurró Luciarys—, no sé qué hacer.
Rhaenyra se levantó, acercándose a la princesa y colocando una mano suave en su hombro.
—No tienes que decidir ahora, querida. Pero ten en cuenta que las decisiones que tomamos hoy moldean el futuro. Y cuando llegue el momento, deberás elegir qué camino deseas seguir.
Luciarys asintió lentamente, su mente aún enredada en los sentimientos que tenía por Helaena y la súbita declaración de Jacaerys antes. El conflicto en su interior solo se hacía más profundo con cada palabra de su madre.
Rhaenyra, viendo la confusión en su hijastra, la abrazó con ternura.
—Confío en que, cuando llegue el momento, harás lo correcto —susurró, besando suavemente la frente de Luciarys antes de apartarse—. Buenas noches, princesa.
—Buenas noches, milady —respondió Luciarys, observando cómo Rhaenyra se retiraba de la habitación.
Cuando la puerta se cerró tras su madre, Luciarys se dejó caer en la cama, su mente llena de pensamientos y emociones en conflicto. Sabía que la elección que tendría que hacer no solo afectaría su futuro, sino también el equilibrio de poder en el reino.
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༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷
Science FictionLuciarys Targaryen, hija de Daemon Targaryen y Lady Rhea Royce, quien regresa inesperadamente a Rocadragón tras 16 años de ausencia. Su llegada coincide con el funeral de Laena Velaryon, segunda esposa de su padre, lo que llena de sorpresa y tensión...