♔︎ 𝐋𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐚 ♔︎

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El viento aullaba sobre las costas de Dragonstone cuando Luciarys descendió de su dragona Eirax, apenas manteniéndose en pie

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El viento aullaba sobre las costas de Dragonstone cuando Luciarys descendió de su dragona Eirax, apenas manteniéndose en pie. El largo y tortuoso viaje había cobrado su precio, y su cuerpo, exhausto y maltrecho, apenas soportaba el peso de la armadura empapada por las aguas del Mar Angosto. Un dolor punzante cruzaba su mejilla, donde la herida aún fresca se resistía a cicatrizar, y la sangre, seca en algunos lugares, seguía manchando su piel pálida.

Los guardias y sirvientes del patio principal de Dragonstone corrieron hacia ella en cuanto Eirax plegó sus alas y dejó que su jinete tocara el suelo con dificultad. Nadie osaba hacer preguntas, pero el estado de la princesa no podía ser ignorado. Unas pocas palabras entre murmullos se deslizaban entre el personal mientras la llevaban adentro, algunos con respeto, otros con temor.

Ser Steffon Darklyn, que custodiaba la entrada, fue el primero en reaccionar con rapidez.

—¡Traed a los maestres! —ordenó en un tono firme, mientras dos sirvientes ayudaban a Luciarys a caminar.

En cuestión de minutos, Luciarys fue llevada a sus aposentos, donde le ofrecieron una bata de terciopelo cálido. Un maestre la asistía con manos rápidas y eficaces, cosiendo con delicadeza la herida de su mejilla, mientras otro preparaba vino caliente para aliviar el frío que aún calaba sus huesos.

—Mis señores estarán aquí pronto, princesa —dijo uno de los maestres, mientras limpiaba la sangre restante con un paño blanco, ahora empapado en carmesí.

Luciarys apenas asintió, su mente en otra parte, pensando en lo que debía enfrentar. El dolor físico era leve comparado con el peso que cargaba en su corazón. No era solo el frío del mar ni la herida la que la agotaba, sino la noticia que había traído consigo desde el Norte. Perdió a su hijo, el niño que nunca conocería, el heredero de Jacaerys.

Cuando los maestres se retiraron, Rhaenyra entró en la habitación, su expresión severa suavizándose al ver el estado de su hijastra. Luciarys se levantó con dificultad, pero su madre hizo un gesto para que permaneciera sentada.

—Siéntate, Luciarys —dijo Rhaenyra, su tono más suave de lo que habitualmente mostraba frente a otros—. Cuéntame todo lo que ha ocurrido.

Luciarys intentó mantenerse serena mientras relataba los acontecimientos. Habló del viaje al Norte, de las luchas que enfrentó, del accidente que había ocurrido en las frías tierras del Norte, del golpe que la había derribado y que había sellado el destino de su hijo. Mientras hablaba, su suegra escuchaba con atención, pero en su rostro podía verse la mezcla de tristeza y preocupación que solo una madre podía sentir.

—Nos enfrentamos a una guerra —murmuró Rhaenyra, apretando los puños con fuerza—. Y ahora esto…

Antes de que pudiera decir más, la puerta se abrió nuevamente. Jacaerys entró apresurado, con el rostro marcado por la preocupación al ver a su esposa vendada y exhausta. Sin decir una palabra, cruzó la habitación y la abrazó con fuerza, buscando algún tipo de consuelo en ese contacto. Luciarys, que había intentado mantenerse firme ante su madre, finalmente se quebró en los brazos de su esposo, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.

༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora