La oscuridad había caído sobre el castillo de King's Landing. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable, y el silencio reinaba en los pasillos, roto únicamente por el suave crepitar de las antorchas en las paredes de piedra. La luna apenas iluminaba los pasillos cuando Rhaenyra, con el corazón oprimido por la incertidumbre, caminaba hacia la habitación de su padre. Su mente era un torbellino de pensamientos, pero sobre todo, el miedo y la tristeza la dominaban. Mañana, la legitimidad de su hijo Lucerys sería cuestionada. Su familia, su legado y su futuro estaban en juego.
Cuando Rhaenyra llegó a la puerta de la cámara de Viserys, su mano tembló al empujarla suavemente. La habitación estaba oscura, apenas iluminada por un par de velas. El rey Viserys, su padre, yacía en la cama, más una sombra de sí mismo que el hombre robusto que había sido alguna vez. Su cuerpo estaba frágil, sus respiraciones eran débiles y espaciadas, y su rostro, marcado por la enfermedad, mostraba la batalla silenciosa que libraba contra el dolor. El peso del tiempo y la enfermedad había transformado al hombre que una vez había sido el líder indiscutible de los Siete Reinos.
Rhaenyra se acercó lentamente, sus pasos suaves, casi como si no quisiera perturbar la frágil paz en la que descansaba Viserys. Al llegar al borde de la cama, se arrodilló junto a él. Las lágrimas ya comenzaban a acumularse en sus ojos. Observó a su padre con una mezcla de tristeza y desesperación, sabiendo que no le quedaba mucho tiempo.
-Padre...- susurró Rhaenyra, su voz rota por la emoción. -Padre, ¿me escuchas?-
Viserys abrió los ojos con dificultad. Estaban vidriosos, perdidos entre la realidad y el delirio causado por la enfermedad y los analgésicos. Apenas podía enfocar su mirada en su hija, pero la reconocía. Una pequeña sonrisa, débil y dolorosa, se formó en sus labios.
-Mi única hija...-murmuró, su voz apenas un susurro, llena de ternura a pesar del sufrimiento.
Rhaenyra tomó la mano de su padre con suavidad. Sentir su piel fría y frágil solo incrementó la angustia que sentía. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, y ya no pudo contener el torrente de emociones que había mantenido reprimido durante días, semanas, años.
-Padre... tú me nombraste heredera,-dijo entre lágrimas. -Pensé... pensé que lo hacías porque me amabas, porque confiabas en mí para llevar esa carga. Pero... ¿sabías lo que significaba? ¿Sabías lo que pasaría? Al nombrarme, dividiste el reino. Dividiste a nuestras familias, pusiste un peso sobre mis hombros que apenas puedo soportar...-
Las palabras se ahogaban en su garganta mientras hablaba. El dolor que sentía por dentro, la incertidumbre, la culpa, todo se derramaba en esa pequeña habitación, entre ella y su padre, el hombre que una vez fue tan fuerte y ahora apenas podía sostenerse a sí mismo.
Viserys intentó hablar, pero su debilidad lo sobrepasaba. Su mano tembló ligeramente en la de Rhaenyra, como si intentara ofrecerle consuelo, pero no tenía la fuerza para ello.
-Es... inmensa,-continuó Rhaenyra, casi suplicante. -Es demasiado para mí, padre. Si de verdad crees en mí... si realmente crees que soy digna de este trono, entonces, te lo suplico... mañana... defiéndenos. Defiende a mis hijos. Defiende a Lucerys, a Jacaerys, a todos nosotros.-
El llanto de Rhaenyra era silencioso, pero desgarrador. Se inclinó sobre la cama, su frente apoyada sobre la mano de su padre, su voz rota por la angustia.
-No sé si podré soportar esto sin ti. Sin tu apoyo. El reino... nuestra familia... está al borde del colapso. Los Hightower... Otto... Alicent... todos están conspirando para quitarme lo que es mío por derecho, lo que tú me diste. No sé qué hacer, padre... No sé cómo detenerlos...-
Viserys, aunque apenas consciente, logró apretar la mano de su hija ligeramente. Abrió los labios para hablar, pero lo único que salió de ellos fue un gemido de dolor. Rhaenyra lo observó, su corazón rompiéndose al verlo en ese estado.
-Padre...-susurró ella, desesperada. -Por favor, di algo... por favor, dime que me apoyarás... que estarás ahí mañana...-
Viserys intentó mover los labios una vez más, pero solo el silencio y el sufrimiento lo acompañaban. Sus ojos se cerraron lentamente, exhaustos por el esfuerzo, y un profundo suspiro escapó de su cuerpo debilitado.
Rhaenyra se quedó inmóvil durante varios minutos, observando a su padre, esperando, rogando en silencio por una respuesta que nunca llegó. La esperanza que había tenido de recibir alguna palabra de consuelo o apoyo de él se desvanecía lentamente, dejándola más sola que nunca.
Finalmente, se levantó lentamente de la cama, aún con lágrimas en los ojos. Miró una vez más a su padre, el hombre que había sido su mayor defensor, pero ahora, solo una sombra de lo que una vez fue.
-Te amo, padre,- susurró con voz temblorosa. -Y te prometo que... haré lo que pueda. Pero si me abandonas ahora... no sé si podré con todo esto sola.-
Con esas palabras, se dio la vuelta y salió de la habitación, su corazón cargado de miedo y tristeza. Sabía que mañana sería decisivo. Sabía que sin la intervención de su padre, los Hightower intentarían arrebatarle todo. Y aunque su esperanza de que Viserys pudiera levantarse y defenderla se desvanecía, su determinación comenzaba a endurecerse.
Mañana, todo dependería de cómo se desarrollaran los eventos, pero Rhaenyra, ahora más que nunca, entendía que debía estar preparada para lo peor. Y mientras sus lágrimas continuaban fluyendo, su mente ya comenzaba a trazar los planes necesarios para proteger a su familia, a sus hijos, y su derecho al Trono de Hierro.
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༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷
Ciencia FicciónLuciarys Targaryen, hija de Daemon Targaryen y Lady Rhea Royce, quien regresa inesperadamente a Rocadragón tras 16 años de ausencia. Su llegada coincide con el funeral de Laena Velaryon, segunda esposa de su padre, lo que llena de sorpresa y tensión...