♔︎ 𝐃𝐨𝐥𝐨𝐫 ♔︎

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Daemon caminaba por los pasillos de Dragonstone con un silencio casi sepulcral

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Daemon caminaba por los pasillos de Dragonstone con un silencio casi sepulcral. Sus pasos eran lentos, y la mirada que antes irradiaba arrogancia y poder se había transformado en un reflejo de la tormenta que rugía más allá de los muros del castillo. Cuando llegó a la gran sala, donde la reina Rhaenyra discutía los planes de guerra con sus consejeros, Daemon sintió el peso de las palabras que traía, palabras que arderían como fuego, más devastadoras que cualquier dragón.

La reina, su esposa, lo miró fijamente, buscando en su rostro alguna señal, alguna pista que le revelara la noticia que Daemon traía consigo. Pero él, con la mirada baja, tragó el aire y dejó escapar un susurro que parecía congelar la sangre de todos los presentes:

-Lucerys ha muerto.

El tiempo pareció detenerse. La habitación, antes bulliciosa y llena de tensión, quedó en silencio absoluto. Los ojos de Rhaenyra se abrieron con incredulidad, como si se negara a aceptar la realidad. Las palabras de Daemon resonaban como un eco cruel e implacable, y en su rostro, normalmente imperturbable, apareció una grieta, un temblor casi imperceptible que traicionaba el dolor que comenzaba a abrirse paso.

-No... -fue todo lo que pudo decir, su voz ahogada por la incredulidad. Pero Daemon, tan firme como siempre, asintió, y en ese instante, Rhaenyra pareció desmoronarse. La reina se tambaleó, como si todo su mundo se hubiera derrumbado en un solo golpe.

No hubo gritos. No hubo lamentos. Sólo un profundo y devastador silencio cuando Rhaenyra, la reina legítima, con lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas, se giró y salió de la sala, cada paso más pesado que el anterior, como si arrastrara consigo el dolor y el peso de una madre que acaba de perder a su hijo. Todos los presentes la siguieron con la mirada, sin atreverse a moverse o a pronunciar palabra alguna. El aire se volvió denso, casi insoportable, y parecía que incluso los dragones de Dragonstone contenían la respiración.

Luciarys, que había escuchado todo desde un rincón, quedó en shock, su corazón deteniéndose por un segundo. El golpe de la noticia fue como una cuchilla que cortó su alma, y su cuerpo temblaba mientras luchaba por procesar lo que acababa de escuchar. Sin darse cuenta, sus pies la llevaron fuera de la gran sala, su mente nublada por el horror y la tristeza. Caminó, casi como un espectro, hasta una de las terrazas del castillo, aquella que daba al vasto y oscuro océano.

El viento soplaba con fuerza, arrastrando la sal y la humedad del mar, y Luciarys se aferró a la barandilla de hierro con toda la fuerza que le quedaba, como si al hacerlo pudiera evitar ser arrastrada por la marea de emociones que la devoraban desde adentro. Los nudillos de sus manos se tornaron blancos, y las lágrimas, que se había negado a dejar salir frente a los demás, comenzaron a rodar por su rostro. No eran lágrimas de simple tristeza; eran lágrimas de impotencia, de furia, de un dolor tan profundo que amenazaba con partirla en dos.

Recordó a Lucerys, su sonrisa tímida, la forma en que siempre intentaba demostrar su valentía, incluso cuando el peso de ser un Velaryon y un Targaryen lo aplastaba. Era el hermano menor de su prometido, y aunque muchas veces había sido objeto de burlas por su naturaleza tranquila y dulce, siempre había mostrado una fuerza inquebrantable, una chispa de valentía que la había conmovido profundamente. Y ahora, esa chispa había sido apagada para siempre.

༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora