Capítulo VII

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Seis años habían pasado desde la boda de Rhaenyra y Daemon, un periodo marcado por un delicado equilibrio entre la paz y las tensiones latentes que siempre amenazaban con desbordarse

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Seis años habían pasado desde la boda de Rhaenyra y Daemon, un periodo marcado por un delicado equilibrio entre la paz y las tensiones latentes que siempre amenazaban con desbordarse. La vida en Dragonstone se había consolidado, los hijos de la princesa y de Daemon creciendo en un entorno que, aunque seguro, no estaba libre de las presiones y expectativas que se cernían sobre ellos. El castillo ahora resonaba con el bullicio de sus risas, el eco de las prácticas de espada y, en especial, el canto del Alto Valyrio, una lengua que los jóvenes príncipes dominaban cada vez mejor.

Rhaenyra, ahora en su octavo mes de embarazo, llevaba con dignidad su vientre abultado mientras avanzaba por los pasillos del gran salón de Dragonstone. A pesar del peso que llevaba consigo, su paso seguía siendo firme, su porte imponente, reflejo de la princesa que nunca dejó de ser. Dentro del salón, la luz del sol que entraba por los ventanales iluminaba la figura de Jacaerys y Luciarys, sentados uno frente al otro, recitando en perfecto Alto Valyrio mientras el maestre observaba desde un rincón con aprobación.

-"Skoros issi iksā iā valītsa?" -inquirió Jacaerys con la fluidez que había desarrollado en sus años de estudio, su tono ahora más grave, más solemne que en su juventud.

Luciarys, cuyo porte era tan regio como el de Rhaenyra, respondió sin titubear, mostrando la confianza que la caracterizaba. -"Nyke iā valītsa iksan, iā tubī lēda gevivos."

Rhaenyra se detuvo a la entrada, observando a sus hijos con una mezcla de orgullo y melancolía. Sabía que el tiempo de la paz se estaba desvaneciendo, y aunque los momentos tranquilos en Dragonstone eran apreciados, siempre había una sombra de inquietud que rondaba sobre ellos. Al notar su presencia, Jacaerys fue el primero en levantarse, seguido por Luciarys, ambos inclinándose con respeto.

-"Ñuha rūklon," -dijo Luciarys en el común con voz suave pero firme-, la carga que llevas exige descanso, princesa Rhaenyra. Los maestres insisten en que deberías preservarte.

Rhaenyra sonrió levemente, tocando con ternura la mejilla de la ya no tan joven princesa. -Querida Luciarys, he soportado esta carga antes, más veces de las que puedes contar. No te preocupes por mí. Además, sentía la necesidad de ver cómo progresan en sus lecciones.

Jacaerys, con el porte de quien ya se siente llamado a liderar, asintió. -Nos estamos esforzando, madre. Luciarys me ha corregido en varias ocasiones, el Alto Valyrio requiere precisión, y aún debo mejorar.

Daemon, que hasta entonces había guardado silencio, observó a sus hijos con una sonrisa sardónica. -Mientras no suenes como un pescador de Pentos, estarás bien, Jace.

Rhaenyra soltó una suave carcajada, aunque en sus ojos se podía vislumbrar el cansancio. A pesar de la aparente calma en Dragonstone, sabían que los problemas no tardarían en aparecer. Y, como si el destino hubiera escuchado sus pensamientos, uno de los guardias de la fortaleza entró con un gesto solemne.

-Mi princesa, mi príncipe, ha llegado un cuervo de Driftmark. Es de la princesa Rhaenys Targaryen.

El salón se sumió en un silencio denso, la mención de Rhaenys trajo consigo recuerdos de viejos conflictos. Rhaenyra extendió la mano para tomar el pergamino, sintiendo el peso de las palabras que aún no había leído. Abrió el mensaje con rapidez y, a medida que sus ojos recorrían el texto, su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y preocupación.

༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora