♔︎ 𝐀𝐫𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐋𝐥𝐚𝐦𝐚𝐬 ♔︎

212 27 3
                                    

El sonido del caos resonaba a través de los pasillos del castillo, mientras Luciarys, con el corazón acelerado, cargaba a los príncipes menores y avanzaba rápidamente, como si cada paso pudiera salvarlos de la tormenta de violencia que se avecinaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sonido del caos resonaba a través de los pasillos del castillo, mientras Luciarys, con el corazón acelerado, cargaba a los príncipes menores y avanzaba rápidamente, como si cada paso pudiera salvarlos de la tormenta de violencia que se avecinaba. Al llegar al final del corredor, se detuvo al ver a un guardia que sostenía la mano de un Joffrey pálido y tembloroso. La princesa se arrodilló para mirarlo a los ojos y, sujetando suavemente su rostro, le habló con una calma que apenas ocultaba el pánico en sus venas.

—Joffrey —dijo con voz firme—, escucha bien: no te alejes de tus hermanos. Permanece junto a ellos y no dejes que nada los separe, ¿entiendes?

El niño asintió con los ojos brillando por las lágrimas contenidas, y Luciarys, esbozando una sonrisa, le dio un rápido beso en la frente. Al indicarle al guardia que llevara a los pequeños a un lugar seguro y que protegiera también a Lady Arryn, él la miró con aprensión.

—Mi princesa, debería acompañarlos. Con su estado…

—No, debo quedarme. Hay cosas que yo misma debo enfrentar —contestó, su voz teñida de decisión inquebrantable.

Mientras observaba a sus medios hermanos desaparecer en el pasillo, el peso de su deber se asentó con una claridad feroz. Con un suspiro, se dirigió hacia el campo exterior del castillo, donde el sonido metálico de las armas y los gritos de los soldados llenaban el aire. Luciarys gritó el nombre de su dragona, y en pocos minutos, Eirax apareció en el horizonte, sus escamas blancas reflejando un brillo etéreo bajo el cielo cubierto de humo. Con un rugido poderoso, la dragona aterrizó frente a ella, exhalando un aliento ardiente que disipó las nubes de polvo y ceniza a su alrededor. Luciarys se acercó con paso decidido, colocó una mano firme sobre el hocico de su dragona y le susurró en alto valyrio:

—Estamos juntas en esto, Eirax.

Subió a la montura y se aseguró, sintiendo el cuero áspero de las riendas bajo sus manos. Al ver el ejército Hightower extenderse en el horizonte, pronunció en voz baja pero autoritaria:

—¡Vezof, Eirax!

La dragona batió sus alas y se elevó, volando sobre los muros de Valle, hasta quedar frente al ejército enemigo. Los soldados miraban atónitos, y un murmullo de terror se extendió como un fuego voraz. Uno de los hombres corrió hacia el comandante, quien observaba con el rostro endurecido.

—¡Nadie mencionó un dragón! ¡Nos dijeron que solo estaba Lady Arryn y los hijos de Rhaenyra!

El comandante giró hacia sus tropas con una mirada severa, negando cualquier posibilidad de retirada.

—¡No hay vuelta atrás! ¡El príncipe Aemond nos dio órdenes! ¡Avancen!

Luciarys, observando desde las alturas, sintió el desprecio burbujear en su pecho. Sabía que aquellos hombres, por más numerosos que fueran, no tenían el poder para vencer a una dragona. Bajando la vista hacia Eirax, susurró con una voz que sonaba a sentencia de muerte:

༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora