Capítulo IX

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El día había llegado, y King's Landing, bajo un cielo gris que anunciaba tensión en el aire, se sentía más ajena que nunca para los hijos de Rhaenyra

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El día había llegado, y King's Landing, bajo un cielo gris que anunciaba tensión en el aire, se sentía más ajena que nunca para los hijos de Rhaenyra. Jacaerys, Lucerys y Luciarys caminaron por los pasillos del castillo, observando cada rincón que, para algunos, traía recuerdos amargos. Jacaerys, el mayor, parecía emocionado por volver a ver el patio de entrenamiento, recordando los días de su niñez cuando su madre aún era más cercana a la corte. Mientras caminaba, su mirada brillaba por la nostalgia de los viejos tiempos.

Lucerys, en cambio, mantenía la cabeza baja, su expresión tensa y preocupada. Las miradas de los cortesanos, los susurros de aquellos que se preguntaban en voz baja sobre su legitimidad, lo hacían sentirse expuesto. Era imposible ignorar las dudas que recaían sobre su derecho a heredar Driftmark, y el temor de ser llamado bastardo lo asfixiaba. La presión se acumulaba en sus hombros, y la incertidumbre de la próxima audiencia lo tenía al borde de la desesperación.

Luciarys, la hija mayor de Daemon, caminaba detrás de sus hermanos, observando en silencio. Había algo en el aire de King's Landing que la hacía sentir una mezcla de emoción y nervios. En el fondo de su ser, estaba ansiosa por ver a Helaena, la hija de Alicent, con quien había intercambiado cartas en secreto durante los últimos años. El afecto que sentía por ella era algo que debía mantener oculto, especialmente ahora que la tensión entre sus familias había alcanzado un nuevo nivel. Pero aquí, en este lugar, Luciarys debía ocultar su emoción y permanecer neutral.

Mientras caminaban hacia el patio de entrenamiento, los tres hermanos escucharon el sonido del acero chocando. Dos figuras estaban inmersas en una pelea. Ser Criston Cole, con su rostro serio y concentrado, luchaba contra Aemond Targaryen, el tío de los hijos de Rhaenyra y primo de Luciarys. Aemond, ahora un hombre más alto, con el cabello largo y plateado cayendo en cascada sobre sus hombros, y un parche cubriendo su ojo derecho, se movía con una destreza casi impecable. En su mano, una espada sin filo, lo suficiente para demostrar su fuerza sin dañar a su oponente. Aemond había cambiado mucho en esos seis años, su presencia ahora más imponente, su ira contenida pero palpable.

Los tres observaban desde una distancia prudente, Jacaerys con una mezcla de respeto y cautela, Lucerys con el miedo que Aemond siempre había sabido provocar en él, y Luciarys, más distante, mantenía la calma exterior mientras evaluaba la situación.

Aemond, tras unos minutos de combate, logró derribar a Ser Criston, poniendo la espada sin filo en su cuello. La victoria era clara, y con una sonrisa de satisfacción, Aemond dejó la espada caer a un lado, volviéndose lentamente hacia sus sobrinos y su prima.

—Sobrinos, ¿Vienen a entrenar?— preguntó Aemond con una frialdad que hizo eco en el patio, su mirada fija en los príncipes Velaryon. Ninguno respondió al principio, el silencio entre ellos era ensordecedor.

De pronto, Aemond dirigió su atención a Luciarys, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa. —Luciarys... ¿Acaso vas a luchar contra mí?— Su tono desafiante resonó en el aire.

༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora