La tarde se cernía sobre la costa de Dragonstone, envolviendo la escena en un velo de brisa fría únicamente por el resplandor ardiente de la hoguera real. Las llamas se alzaban hacia el cielo, rugiendo con la ferocidad de un dragón, mientras consumían el pequeño cuerpo de la princesa Visenya, la hija que Rhaenyra nunca pudo ver respirar. El olor a fuego y sal se mezclaba con la brisa marina, y el crepitar de la madera resonaba como un lamento en el aire.
Rhaenyra permanecía de pie junto a Daemon, su rostro iluminado por el resplandor anaranjado de las llamas, pero sus ojos oscuros parecían ver más allá del fuego, perdidos en un mar de dolor y resignación. Sus labios estaban apretados, y aunque no derramaba lágrimas, la tristeza que emanaba de ella era palpable. Daemon, siempre a su lado, sostenía su mano con fuerza, un gesto que era a la vez de apoyo y de compartida angustia.
Los lores de Dragonstone observaban en respetuoso silencio, y los príncipes Velaryon -Jacaerys, Lucerys y Joffrey- mantenían la cabeza baja, con expresiones de duelo. Incluso Jacaerys, que siempre había mantenido un aire orgulloso y desafiante, parecía desprovisto de su típica actitud en ese momento, el peso de la realidad aplastando su espíritu juvenil. Luciarys, por su parte, se encontraba de pie a su lado, su mirada no en el fuego, sino en el horizonte, como si buscará respuestas en el vasto océano que se extendía ante ellos. Las olas rompían contra la orilla, susurrando palabras que solo ella podía escuchar. Su corazón estaba aún marcado por la tragedia reciente, y cada chispa que escapaba del fuego se sentía como una punzada en su alma.
Rhaenys, a la distancia, se mantenía firme, con la mirada fija en las llamas, acompañando a sus nietas Baela y Rhaena cerca de ella. Su abuela observaba todo con la serenidad de quien ha visto muchas pérdidas a lo largo de su vida.
La atmósfera se rompió cuando Ser Erryk Cargyll apareció desde las sombras, caminando con paso decidido pero cuidadoso hacia el grupo reunido en torno a la hoguera. Los guardias de capa blanca reaccionaron al instante, desenvainando sus espadas y colocándose entre él y los príncipes, el resplandor del fuego reflejándose en sus hojas afiladas.
-No vengo como amenaza, hermanos,- dijo Erryk con voz firme, deteniéndose a cierta distancia. Los guardias intercambiaron miradas entre ellos, pero no avanzaron. Daemon observó al hombre con un aire de reconocimiento, su mirada afilada como la hoja que llevaba en su cinto. Hubo un momento de silencio en el que Erryk sostuvo el casco con ambas manos antes de quitárselo, mostrando su rostro sudoroso y cansado. Su expresión era de respeto, pero también de resolución, como si el peso de su decisión lo hubiera envejecido en los últimos días.
-Llegad,- indicó Daemon con un gesto de su mano. Los guardias, aunque con reticencia, bajaron sus armas y dejaron que Erryk avanzara un poco más. Con cada paso que daba, la tensión parecía espesarse en el aire hasta que, finalmente, Erryk se arrodilló ante Rhaenyra, bajando la cabeza como un hombre dispuesto a entregar su vida.
Rhaenyra lo miraba con incredulidad, aún tambaleante por el peso del dolor y la noticia de la usurpación de su padre. Parecía una reina, sí, pero también una madre rota, una mujer que había visto demasiada traición en un solo día. Fue entonces cuando Erryk sacó un objeto envuelto en una tela oscura de su bolso y, con la reverencia de quien sostiene algo sagrado, desveló la corona real del difunto rey Viserys I.
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༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷
Ficção CientíficaLuciarys Targaryen, hija de Daemon Targaryen y Lady Rhea Royce, quien regresa inesperadamente a Rocadragón tras 16 años de ausencia. Su llegada coincide con el funeral de Laena Velaryon, segunda esposa de su padre, lo que llena de sorpresa y tensión...