♔︎ 𝐃𝐞𝐦𝐨𝐬𝐭𝐫𝐚𝐫 ♔︎

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Las brasas de la gran mesa de Rocadragón chisporroteaban, proyectando largas sombras contra las paredes mientras los príncipes y los lores permanecían alrededor

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Las brasas de la gran mesa de Rocadragón chisporroteaban, proyectando largas sombras contra las paredes mientras los príncipes y los lores permanecían alrededor. Daemon Targaryen caminaba de un lado a otro, su frustración evidente mientras la discusión se alargaba. El decreto de su esposa, Rhaenyra, de que los dragones no iban a ir a la guerra había avivado su temperamento, pero incluso él comprendía que Rhaenyra pensaba a largo plazo.

-Necesitamos más aliados-, murmuró casi para sí mismo, con el tono amargo de un guerrero al que se le niega la batalla.

Los lores asintieron en acuerdo, y Ser Erryk se mantuvo en silencio, su mano descansando en la empuñadura de su espada. Mientras la conversación giraba hacia el asunto de buscar el apoyo del Valle, de la Casa Stark y de la Casa Baratheon, Jacaerys dio un paso adelante con un aire de urgencia.

-Envíanos-, dijo, con una voz calmada pero decidida. -Lucerys y yo podemos llegar más rápido que cualquier cuervo. Nuestros dragones son veloces, y seremos más persuasivos en persona.-

Rhaenyra se detuvo, visiblemente dividida. Su expresión era la de una madre, no solo la de una reina. -Es peligroso, Jace-, advirtió. -Debes entender los riesgos que estás dispuesto a asumir.-

Jacaerys se irguió, sus ojos encontrándose con los de su madre con determinación inquebrantable. -Si hemos de ser herederos de este reino, debemos demostrar que somos dignos de ello. Tengo fe en Vermax, y Lucerys sabe cuidarse. Ya no somos niños.-

Un murmullo de aprobación recorrió la habitación, pero el rostro de Rhaenyra permanecía duro, luchando con la decisión, hasta que finalmente dijo, -Lo consideraré. Esta audiencia ha terminado.- Uno a uno, los lores y caballeros se retiraron, sus pasos resonando al seguir a la reina.

A medida que la gran sala se vaciaba, solo Jacaerys y Luciarys quedaron, la luz menguante de la mesa arrojando un brillo fantasmal en sus rostros. Luciarys se acercó, su expresión severa, aunque teñida de un temor inconfundible. -Jace,- comenzó, con un tono que era a la vez suave y suplicante, -¿en qué estás pensando? ¿Entiendes el peligro al que te estás exponiendo?-

Jacaerys se volvió hacia ella, su expresión se suavizó, pero no perdió la resolución.
-Estoy pensando en el deber, Luciarys,- respondió en voz baja. -Debo mostrarles que soy más que un muchacho con un título. Soy el heredero de mi madre, y debo actuar como tal.-

-Pero tú tienes mucho más que perder,- susurró ella, sus dedos apretando con más fuerza su brazo. Su voz temblaba a pesar de su esfuerzo por mantener la compostura, traicionando la tormenta de emociones que se arremolinaban en su interior. -Eres valiente, Jace. Te he visto blandir una espada, y te he visto montar a Vermax con una gracia que pocos otros tienen. Pero esto es diferente. Esto no es un torneo, es la guerra.- Dudó, sus ojos clavados en los de él, las palabras no dichas flotando en el aire. -Puedo creer que tú regresarás a salvo, pero Lucerys... tu hermano es aún tan joven.-

Jacaerys desvió la mirada, apretando la mandíbula mientras luchaba con las palabras de Luciarys. Sabía que Lucerys no estaba listo para lo que le esperaba más allá de los cielos de Rocadragón, pero no podía mostrar esa duda, no ahora. -Él necesita esto,- insistió Jacaerys, aunque su voz se suavizó, como si intentara convencerse a sí mismo tanto como a ella. -Si va a convertirse en un hombre, debe enfrentarse a esto, al igual que yo.-

༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora