♔︎ 𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫 ♔︎

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En el corazón de Dragonstone, la noche avanzaba con un silencio casi sepulcral, interrumpido solo por el suave crujido de las llamas en la chimenea de la habitación de Jacaerys Velaryon

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En el corazón de Dragonstone, la noche avanzaba con un silencio casi sepulcral, interrumpido solo por el suave crujido de las llamas en la chimenea de la habitación de Jacaerys Velaryon. La luz de las llamas proyectaba sombras danzantes en las paredes de piedra, creando un ambiente cálido y acogedor que contrastaba con la tensión que se desarrollaba entre las cuatro paredes.

Luciarys se acomodó en un sofá individual de madera tallada y tapizado en un rico terciopelo, abriendo un libro antiguo que había encontrado en la biblioteca de la fortaleza. El olor a cuero envejecido y tinta impregnaba el aire mientras ella pasaba las páginas con una delicadeza que parecía en sintonía con el ritmo pausado de la noche. La luz de las velas reflejaba en sus ojos, que estaban fijados en las palabras escritas, pero su mente estaba a millas de distancia, perdida en pensamientos que no tenían nada que ver con el contenido del libro.

Mientras tanto, Jacaerys estaba en el proceso de prepararse para dormir. Desprendió cuidadosamente su capa y la colgó en un perchero cercano. La imagen de su figura en el espejo reflejaba la tensión que él trataba de ocultar. Era un joven príncipe con una responsabilidad que parecía pesarle más de lo que su juventud podía soportar. A sus dieciséis años, ya sentía el peso del futuro del reino sobre sus hombros, y con él, las expectativas de sus padres y la presión de su prometida, Luciarys.

Al notar el libro en el regazo de Luciarys, Jacaerys rompió el silencio que había envolvido la habitación.

-Luciarys,-dijo con una voz cargada de incertidumbre, -he estado pensando en... en el futuro.-

Luciarys levantó la vista de su lectura, sus ojos encontrando los de él a través del tenue resplandor de las velas. Había algo en la manera en que Jacaerys hablaba que la hizo sentir un estremecimiento, un presagio de lo que estaba por venir.

-¿Sobre qué futuro hablas, Jacaerys?- preguntó ella con una suavidad que trató de disimular su inquietud.

Él se acercó a ella, su expresión se volvió más seria, casi grave. La conversación que estaba a punto de comenzar no era algo que él tomara a la ligera.

-Sobre tener hijos,- dijo él, su voz sonando más firme de lo que se sentía. -Mi madre me tuvo a mí cuando tenía quince años, y tú... tienes veintiuno. No has tenido hijos porque desde que Daemon te reconoció, estuviste prometida a mí.-

Las palabras de Jacaerys resonaron en el aire, llenas de una expectativa y una urgencia que Luciarys no estaba lista para enfrentar. Cerró el libro con un golpe suave, dejándolo caer sobre la mesa al lado del sofá. Se levantó, dejando que el libro se olvidara en el suelo mientras se acercaba a él.

Sus manos se encontraron, como siempre, entrelazadas. Pero esta vez, su apretón fue más firme, casi desesperado, como si intentara transmitirle algo que las palabras no podían expresar.

- ¿No te basta, Jacaerys?- su voz temblaba ligeramente. -¿Qué pasa si me niego a tener hijos?-

Jacaerys la miró con seriedad, el brillo en sus ojos se había vuelto más frío. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y determinación.

-Tú prometiste ser leal como esposa y madre futura,- dijo él, su tono resonando con la formalidad que su posición requería. -Necesito herederos, al igual que mi madre, la heredera al trono de hierro. Y, como tu futuro esposo, debo asegurarme de que cumplas esa promesa.-

El peso de sus palabras cayó sobre Luciarys como una losa de piedra. Ella sintió un torbellino de emociones, su corazón palpitando con una mezcla de rabia y tristeza. Sin una palabra más, soltó sus manos y comenzó a quitarse la bata que llevaba puesta.

Con un tono desafiante y cargado de tristeza, Luciarys se dirigió a él mientras se despojaba lentamente de su bata.

-Aquí me tienes, Jacaerys,- dijo con una voz que trató de sonar firme, -si tanto lo deseas.-

El rostro de Jacaerys cambió. La firmeza y el enojo que había mostrado comenzaron a desmoronarse, dejando a la vista al joven príncipe dulce y comprensivo que ella conocía. Su respiración se volvió más pausada, y sus ojos reflejaron una profunda tristeza.

-No soy como los otros hombres que obligan a sus mujeres a tener hijos,- dijo él con un susurro. -Pero no puedo esperarte siempre. No puedo vivir en una espera interminable.-

Luciarys se volvió para ponerse la bata nuevamente, su corazón lleno de una mezcla de dolor y confusión. El pensamiento de cumplir con la promesa hecha se volvía más complicado a medida que sus sentimientos se enredaban en la realidad de sus circunstancias.

- Lo que te juré es verdad, Jace,- dijo con un tono decidido, aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas. -Cuando te dé herederos, seré una madre tan buena como cada mujer Targaryen.-

Sin esperar respuesta, Luciarys salió de la habitación, la puerta se cerró detrás de ella con un clic resonante. Cada paso que daba por los oscuros pasillos de Dragonstone estaba cargado de una sensación de desolación, sabiendo que la promesa que hizo en amor y lealtad ahora estaba plagada de conflictos internos. La incertidumbre del futuro y la complejidad de sus sentimientos continuaban girando en su mente, como las olas que golpean con fuerza el acantilado rocoso, implacables y constantes.

 La incertidumbre del futuro y la complejidad de sus sentimientos continuaban girando en su mente, como las olas que golpean con fuerza el acantilado rocoso, implacables y constantes

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༄𝐋𝐔𝐂𝐈𝐀𝐑𝐘𝐒 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍༄ 𝐻𝑂𝑇𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora