Boss and a Babe pt11

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Cher mantuvo su mirada en la pantalla por un buen rato, viendo su video subirse. Hace tiempo que había abandonado su canal de ASMR, pero hoy, seis meses tras dar a luz, se había hecho un tiempo por la mañana para poder grabar. El video no era tan largo, apenas unos quince minutos de el comiendo y actualizando a sus seguidores de todo lo sucedido en su vida, saltándose todas las partes malas porque cierta parte de Él se sentía muy avergonzado por eso.

Volteo a ver a su hija, quien estaba sentada en la cama moviendo uno de sus juguetes favoritos antes de llevárselo a su boca. Cher soltó un suspiro, sintiendo cierto dolor en su pecho pues pensaba que a estas alturas la situación mejoraría, pero todo seguía igual y empezaba a preguntarse si así sería el resto de su vida.

Sin más tomó a su hija en brazos para bajar las escaleras e ir a la sala donde se encontraba Thoop, quien justo había terminado de lavar la cocina.

-¿Ya te vas?-Preguntó el menor al verlo, extendiendo sus brazos para tomar a Thian.

-Si, Ella ya comió y le cambie el pañal así que no creo que moleste mucho, de todas formas volveré rápido.-

-No te preocupes P', Ella no molesta~-Dijo con una sonrisa mientras la dejaba en el suelo, sobre su alfombra rodeada de juguetes, riendo al verla gatear. Cher asintió lentamente, sintiendo la culpa hacerse más presente al ver como para Thoop, Thian era eso, una bebé, alguien a quien cuidar, proteger, mientras que para Él era una "molestia", no quería sentirse así pero sus pensamientos salían a la luz en situaciones como estas y se odiaba por eso.

Cher cerró la puerta de su hogar, y el sonido del cerrojo resonó más fuerte de lo que esperaba. Era la primera vez que salía en seis meses, y mientras se quedaba de pie en el umbral, el mundo parecía diferente, como si hubiese cambiado en su ausencia. El aire era fresco y cálido a la vez, acariciando su piel con una suavidad que solía encontrar reconfortante, pero ahora solo le hacía sentir fuera de lugar, como si no perteneciera a esa brisa que movía suavemente sus cabellos.

Caminó despacio, sus pasos inseguros sobre la acera que una vez conocía tan bien. Los árboles estaban en plena floración, cubiertos de hojas verdes que filtraban los rayos de sol en un juego de luces y sombras sobre el suelo. Había un grupo de niños jugando a la pelota, sus risas resonaban con una alegría despreocupada que se le hacía extrañamente ajena. Los padres conversaban en las bancas cercanas, con rostros relajados y despreocupados. Cher los observaba como si fueran actores en una obra que él ya no entendía.

Un pequeño tropezó y cayó al suelo, riendo mientras se levantaba cubierto de polvo. La madre corrió a socorrerlo, su rostro una mezcla de amor y alivio. Cher lo miró todo con ojos vacíos, incapaz de sentir esa calidez que antes era tan natural en él. Había algo en su pecho que se sentía roto, como si un cristal se hubiera quebrado y sus pedazos cortaran cada vez que intentaba respirar. Los sonidos de la ciudad, el bullicio de la gente, el canto lejano de un pájaro... todo llegaba a sus oídos como ecos distantes, amortiguados, irreales. Parte de Él se arrepentía de no haber disfrutado de aquello antes del nacimiento de su hija.

Intentó concentrarse en el paisaje, en la belleza del día soleado, en la vida que vibraba a su alrededor. Pero cuanto más miraba, más se sentía apartado de todo. Era como si un velo invisible lo separara del resto del mundo. Cada rostro, cada risa, cada movimiento se le antojaba tan lejano, como si estuviera viendo la vida a través de una pantalla opaca. La sonrisa que alguna vez hubiera brotado fácilmente de sus labios se negaba a aparecer. Se sentía atrapado en un cuerpo que ya no reconocía, cargando un peso invisible que le oprimía el pecho.

Cher se abrazó a sí mismo, en un gesto automático, como si sus propios brazos pudieran ofrecerle la comodidad que tanto necesitaba pero que no encontraba. Quería sentir algo, cualquier cosa que lo conectara a la realidad, pero todo lo que percibía era una extraña desconexión, un vacío que lo envolvía sin piedad. No sabía qué le pasaba, solo que el mundo a su alrededor seguía moviéndose, y él estaba atrapado en su propia burbuja, tan cerca y tan lejos de todo al mismo tiempo.

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