Capítulo 35

18 3 0
                                    

Adeline

Maldecía por centésima vez en los últimos 10 minutos dejando de lado de golpe mi celular.

El profesor que había pedido traducir un capítulo completo del libro del proyecto para el que competía por un lugar, para mañana, y todo el trabajo que llevaba haciendo desde temprano había desaparecido después de que la computadora decidiera apagarse de repente. Y justo por eso solía guardar seguido el trabajo, pero parece que esta vez lo había olvidado.

—Hola, oye estoy por ir... ¿Todo bien? —preguntó Alec al entrar a mi cuarto. —¿Addie? —preguntó con una sonrisa que me molestó aún más.

—No, Alec. Nada bien— respondí exasperada. — La computadora ha decidido apagarse de repente mientras terminaba el trabajo que podía darme una gran oportunidad— me quejé alzando la voz. —Y ya he revisado cada tutorial que me he encontrado y no hay absolutamente nada, así que no hay forma de que esté listo para mañana, día en el que también tengo un examen para el que no he repasado— me giré a él. —Así que no. No está "todo bien" —lo imité. —Estoy cansada, no he comido nada y tengo unos cólicos que me matarán antes de que el estrés lo haga, así que, si no tienes nada qué aportar, vete.

Abrió la boca para decir algo, pero en el último momento pareció arrepentirse, por lo que se dio la vuelta y cerró la puerta tras de sí.

Y quizá en un momento más racional entendería que no era su culpa lo que sucedía y le pediría disculpas. Pero en ese momento, lo único que quería hacer era ponerme a llorar, pero no podía porque necesitaba volver a escribir el capítulo que tanto me había costado. Así que, derrotada, abrí un nuevo documento, tomé las notas que ya había apartado, y empecé de cero.

O al menos lo intenté, porque en la última media hora me la pasé mirando la hoja en blanco sin saber cómo comenzar.

Tocaron la puerta, y antes de que pudiera gritarle a quien sea que estuviera detrás que se fuera, Alec entró alzando las manos.

—Vengo a ayudar. Lo prometo.

Me quedé en silencio mientras él volvía a salir de la habitación para entrar con un plato que dejó sobre mi escritorio.

—No puedes estar sin comer— explicó ante mi confusión. —Y sé que a esto no puedes decirle que no— sonrió lanzándome una bolsa de gomitas. —Y estas son las pastillas que suele tomar Lyss, por si aún no tomas algo, ah, casi lo olvidaba— volvió a salir un segundo. —Usa esta comprensa caliente también— la dejó sobre el escritorio.

—Alec...

—Y estas son todas las formas que Leo conoce para recuperar archivos perdidos— me entregó una hoja arrugada de su pantalón. —Nos ha salvado más de una vez, así que puede que te ayude a ti también.

Bajé la mirada avergonzada.

—Lamento haberte gritado.

—Ni lo menciones— le restó importancia. —Estabas estresada, es comprensible. —se recargó sobre el escritorio suavizando su mirada. —Quiero que me cuentes todo de ese gran proyecto, pero justo ahora debo salir corriendo al trabajo, que ya voy tarde.

—Alec— lo llamé antes de que saliera. —Gracias, en serio.

—Come— señaló el plato. —Vuelvo tarde, pero te ayudaré a estudiar si no lo has hecho para entonces— le devolví la sonrisa. —Y duerme un poco, luces terrible— hizo una mueca, a lo que puse los ojos en blanco.

—No he dormido por este trabajo, ¿cuál es tu excusa?

—No duermo desde que mi hermano murió— se encogió de hombros.

—Oye, no puedes usar eso— me quejé.

—¿Por qué no? No hay nada que puedas decir después, así que yo gano.

—Serás...

—Adiós, Addie— canturreó juguetonamente saliendo de la habitación. 

De alguna forma, una de las tantas técnicas de Leo sirvió para recuperar gran parte de lo que había escrito, así que logré terminar el trabajo para cuando Alec volvió a casa. Y aunque no le conté para lo que era, a pesar de sus insistencias, me aseguró una y otra vez que a él le parecía bien, y prácticamente me obligó a enviarlo, por lo que me dio tiempo para repasar los temas del examen, y como prometió, se quedó hasta tarde ayudándome a estudiar. Incluso Lyss se nos unió al llegar de sus clases.

A la mañana siguiente, había vuelto a encontrar una bolsa de mis dulces favoritos con una nota de Alec deseándome éxito, así como un mensaje de Lyss haciendo lo mismo, al igual que Leo. E incluso un mensaje de Pol recordándome una última vez todos los conceptos que habíamos repasado para esa materia.

Y al salir, Alec ya me esperaba en la puerta.

—¿Qué tal el examen? —preguntó apenas me vio.

—Creo que bien. Estoy segura de que tengo mal como 3 preguntas, pero diría que bien.

—Me alegra escucharlo. No te quería en casa gritándole a todo el que se atraviese.

—Si esperas que vuelva a pedirte disculpas, no lo haré— le advertí.

—Eso me gano por ser tan buen amigo— se lamentó.

—Oh, calla— lo empujé. —Ya te prepararé la cena como agradecimiento.

—¿Quieres agradecerme, o matarme?

—Te odio.

Corrió tras de mí riendo.

—Vale, vale. Te acepto la cena. ¿Vas al piso?

—Sí. Creo que me merezco no hacer nada y pasar la tarde leyendo.

—¿Puedo acompañarte? —me detuve entrecerrando los ojos.

—No haré nada más que leer.

—Eso ya lo sé, créeme — se burló. —Pero puedo llevar mi propio libro.

—¿Tienes libros? —lo molesté.

—No, pero pienso robar uno de los tuyos. ¿Entonces?

—¿Eres consciente de que en verdad solo quiero leer, no? Y seguro tienes mejores cosas que hacer que...

—¿Estaré contigo? —me interrumpió.

—Bueno, sí, podemos estar juntos, pero...

—Entonces me es suficiente. —Sonrió para sí mismo antes de continuar su camino. —Además, —se giró a mí caminando de espaldas. —El resto de los chicos tienen clases hasta tarde.

—Me alegra saber que soy tu última opción— lo seguí.

—Pero al menos eres una opción, no todos pueden decir eso, y muchos quisieran.

—Oh, calla, señor popular.

Me abrió la puerta del carro para después dirigirse al volante.

—¿Qué? —pregunté al notar que me miraba.

—Te ves linda cuando sonríes. Deberías hacerlo más seguido en lugar de gritar y golpear computadoras.

—De verdad te odio— megiré fingiendo molestia, aunque en realidad intentaba ocultar el rubor de mismejillas. 

Puntos suspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora