Capítulo 119 ~ Esto esta lejos de acabar

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Riftan atrajo su rostro hacia el suyo. Tan pronto como empezó a devorar sus labios, Maxi respondió con urgencia, succionando su lengua y rodeando su cuerpo de acero con las piernas. Él la sujetó con fuerza y la penetró hasta el fondo. Buscando más, él movía implacablemente las caderas, frotando sus frágiles vellos contra la ingle de ella.

Ella le devolvió el abrazo mientras se convulsionaba de placer. Él estaba demasiado adentro. Aunque sintió una punzada de miedo de que la destrozara, su frenético placer lo eclipsó todo. Ella rasgó su túnica empapada de sudor como si luchara por ocupar el mismo espacio. Poco después, Riftan alcanzó el clímax dentro de ella, y la intensidad del mismo la hizo estremecerse.

Su cuerpo lo había llevado al límite. Ella estaba tan satisfecha que apenas le importaba estar siendo aplastada por su peso. Todavía temblorosa, su abertura atrajo la furiosa pulsación de su miembro.

Cuando Riftan finalmente se levantó, Maxi yacía sin fuerzas en la cama, jadeando. Tenía la cara resbaladiza de sudor y los ojos ardientes de deseo. El frío e indiferente caballero ya no existía.

Sin embargo, su alegría al verlo tan despeinado duró poco. Riftan salió lentamente de ella, y Maxi se estremeció cuando el líquido tibio se escurrió entre sus piernas. Sintiéndose avergonzada, estaba a punto de bajarse la falda que le rodeaba la cintura cuando él la agarró bruscamente, dejándola boca abajo sobre la cama.

Nerviosa, se retorció para mirarle. Riftan se quitó la túnica y extendió la mano para quitarle los pliegues de tela que la envolvían. Una vez desnuda, la estrechó entre sus brazos.

Maxi perdió el color de la cara al sentir algo caliente entre las piernas. Él frotó su enorme miembro, aún erecto, contra su abertura y la penetró antes de que pudiera hablar.

Maxi se agarró a la sábana. Su pared interior, sensible por los repetidos clímax, empezó a sufrir espasmos. Riftan empezó a mover las caderas sin darle tiempo a adaptarse. Inquieta, trató de alejarse gateando para obtener un breve respiro, pero estaba claro que él no tenía intención de dejarla ir.

Él fue persistente, separando sus piernas con la rodilla y empujando aún más profundo. Cayendo boca abajo, Maxi arqueó la espalda. Su miembro chocó contra un punto concreto, provocándole una oleada de sensaciones puras. Las chispas saltaron ante sus ojos. Sus miembros se convulsionaron y la saliva brotó de su boca abierta.

La preocupación se apoderó de ella. Si continuaba así, temía no poder volver a la vida normal. Empezó a sollozar lastimosamente mientras arañaba furiosamente sus brazos.

— N-No más. Ya no p-puedo aguantar más.

— No puedo oírte — murmuró Riftan, mordisqueándole el cuello —. Ahora mismo no oigo nada.

Él continuó con sus implacables embestidas. Maxi se dio cuenta entonces de que había jugado con algo que nunca debería haber tocado. Él no había exagerado cuando dijo que ella lo había vuelto loco.

Riftan la impulsó a grandes alturas, y luego más alto. Todo pensamiento coherente desapareció de su mente, Maxi sólo podía rebotar hacia adelante y hacia atrás con sus movimientos y entregarse a la interminable cascada de orgasmos.

La noche continuó hasta que una pálida luz del amanecer empezó a filtrarse por la ventana. A duras penas consiguió levantar los párpados, Maxi miró sombríamente a su alrededor. La alcoba en la que habían irrumpido sin permiso estaba amueblada con una opulencia asombrosa.

¿Dónde demonios estamos?

Medio aturdida, observaba distraídamente lo que les rodeaba cuando un brazo tiró de ella. Maxi se retorció y se encorvó sobre sí misma. Todavía dentro de ella, Riftan la llevó hasta el borde de la cama. Allí la recostó contra su pecho y le dirigió la mirada hacia algo que tenían delante.

Debajo del Roble ~ Libro 09 [Temporada dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora