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Capítulo: Inquietud en la Mañana

Vox se despertó lentamente, el suave parpadeo de la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas. Se giró hacia un lado, esperando ver a Alastor junto a él, como había ocurrido en las últimas noches. Sin embargo, la cama estaba vacía.

Frunció el ceño, sintiendo una punzada de preocupación. Se levantó, caminando alrededor de la habitación hasta que notó que la puerta del ropero estaba entreabierta. Vox se acercó con pasos suaves y, al asomarse, vio a Alastor acurrucado dentro, en posición fetal, su pequeño cuerpo envuelto en el esponjoso pelaje que lo caracterizaba.

Parecía que en algún momento de la noche, Alastor se había escabullido de la cama para refugiarse en el armario. Vox suspiró, sabiendo que probablemente se sentía más seguro allí, pero no dejaba de preocuparle que evitara dormir con él. Lo miró un momento más, observando cómo su respiración era suave y tranquila, antes de decidir dejarlo descansar.

La mañana avanzó con normalidad. Vox preparó el desayuno, con la esperanza de que el aroma de la comida despertara a Alastor. Sin embargo, cuando las horas pasaron y el ciervo híbrido seguía dormido, Vox comenzó a sentir un malestar creciente. Miró el reloj. Ya era mediodía, y aún no había señales de que Alastor se levantara.

Finalmente, mientras el sol alcanzaba su punto más alto, escuchó el suave sonido de pasos arrastrándose desde la habitación. Alastor emergió, su pelaje desordenado y sus ojos pesados de sueño. Parecía agotado, más de lo normal, y se movía con lentitud.

Vox se acercó de inmediato, preocupado por el estado en el que lo veía. -Alastor, ¿estás bien? -preguntó suavemente, aunque sabía que no recibiría una respuesta verbal.

El ciervo híbrido se acercó a Vox, apoyándose en él como si necesitara su apoyo para mantenerse en pie. Sus ojos brillaban con una mezcla de cansancio y confusión. Vox frunció el ceño mientras lo guiaba hacia la mesa, ofreciéndole un vaso de agua. Alastor lo tomó entre sus manos, pero apenas bebió un sorbo antes de dejarlo a un lado.

-No has dormido bien, ¿verdad? -murmuró Vox, acariciándole el pelaje de las orejas con delicadeza, tratando de reconfortarlo.

Alastor simplemente apoyó su cabeza en el hombro de Vox, cerrando los ojos por un breve momento, como si el simple acto de estar de pie lo agotara. Vox no sabía exactamente qué estaba mal, pero la fatiga visible en el ciervo lo alarmaba.

-Quizá deberíamos tomarnos las cosas con calma hoy -dijo, mientras guiaba a Alastor de vuelta al sofá. Lo ayudó a sentarse y luego se inclinó para mirarlo directamente a los ojos. El ciervo híbrido lo miraba con una especie de vulnerabilidad que Vox no había visto antes, como si algo lo estuviera inquietando por dentro.

Vox se quedó a su lado, sin apartarse, tratando de entender qué podía estar afectando a Alastor de esa manera. ¿Había sido el ruido de los fuegos artificiales de la noche anterior? ¿O tal vez algo más estaba alterando su sueño?

-No tienes que preocuparte -le dijo Vox con suavidad, mientras seguía acariciando su pelaje. Aunque sabía que Alastor no hablaría, lo observó atentamente, buscando alguna señal de lo que pudiera estar ocurriendo.

El día transcurrió en silencio, con Vox cada vez más preocupado por la falta de energía de Alastor. A lo largo de la tarde, lo vigiló de cerca, asegurándose de que estuviera cómodo y tratando de que descansara, mientras en su mente comenzaba a buscar soluciones.

Tal vez, pensó Vox, era hora de averiguar más sobre los hábitos de descanso de los ciervos híbridos. Al fin y al cabo, Alastor no era exactamente un compañero normal, y Vox estaba dispuesto a hacer lo necesario para asegurarse de que estuviera bien. Pero por ahora, su mayor preocupación era hacer que Alastor se sintiera seguro, sin importar lo que pudiera estar afectándolo.

Y, aunque no dijo nada, Vox sabía que tenía que encontrar una manera de ayudarlo antes de que su cansancio empeorara.