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Capítulo: El Despertar del Instinto

La noche avanzaba con su calma habitual. Vox dormía profundamente, aún sintiendo el cansancio acumulado de los días anteriores. A su lado, Alastor, que se había refugiado nuevamente en el armario, comenzó a moverse inquieto en medio de sus sueños. Algo dentro de él estaba cambiando, y ese cambio lo despertó repentinamente.

Cuando abrió los ojos, Alastor sintió su cuerpo agitado de una manera que no había experimentado antes. Su pecho subía y bajaba rápidamente, y una sensación ardiente recorría cada fibra de su ser. Sabía lo que estaba ocurriendo: su celo había comenzado, y con él, el deseo de iniciar una camada con Vox era imposible de ignorar. Era un instinto profundo, primitivo, que había estado preparando su cuerpo durante días. Pero ahora, todo su ser estaba enfocado en un solo objetivo.

Se levantó lentamente del armario, sus pasos suaves pero cargados de una energía intensa. Cada movimiento que hacía lo acercaba más a Vox, que seguía durmiendo tranquilamente, ajeno a lo que estaba sucediendo. Alastor se inclinó hacia él, su respiración acelerándose, y lo observó con esos ojos grandes y brillantes que ahora reflejaban algo más que simple inocencia: deseo.

Vox comenzó a moverse, despertado por la presencia cercana de Alastor. Abrió los ojos lentamente, esperando encontrarse con la tranquilidad habitual de las mañanas. Sin embargo, cuando su vista se enfocó en el rostro de Alastor, lo primero que notó fue la expresión de urgencia en su rostro.

-¿Alastor...? -murmuró, aún adormecido, pero rápidamente sacudido por la intensidad del momento.

Los ojos de Alastor lo miraban fijamente, llenos de un brillo salvaje que Vox no había visto antes. Algo estaba diferente, y esa diferencia lo dejó completamente desconcertado. No había tiempo para que Vox procesara lo que estaba ocurriendo antes de que Alastor se inclinara más cerca, casi como si quisiera iniciar algo que Vox no entendía del todo.

El shock fue inmediato. Alastor no solo estaba agitado, estaba completamente consumido por su instinto, y Vox lo supo en ese instante.

-No... no puedo hacer eso, Alastor -dijo Vox, retrocediendo en la cama con las manos levantadas, tratando de calmar la situación antes de que escalara. Su corazón latía con fuerza, y su mente se llenaba de confusión mientras trataba de procesar lo que estaba pasando.

Alastor, al escuchar las palabras de Vox, se detuvo. Su rostro pasó de la urgencia a una mezcla de desconcierto y dolor. La negativa lo había golpeado con fuerza, más de lo que Vox se había imaginado. Era un rechazo a algo que Alastor había esperado, algo que consideraba natural y necesario.

Por primera vez desde que estaban juntos, algo cambió profundamente en Alastor. Su cuerpo se tensó, sus ojos se llenaron de incredulidad, y de repente, con una voz profunda y temblorosa, habló por primera vez.

-¿Por qué no? -preguntó Alastor, su voz suave pero cargada de un dolor palpable. Cada palabra estaba teñida de una mezcla de vulnerabilidad e indignación. Era la primera vez que rompía el silencio, y esas palabras resonaron en la habitación como un trueno.

Vox se quedó congelado. El shock de escuchar a Alastor hablar lo dejó completamente inmóvil. Sus pensamientos se dispararon en todas direcciones, tratando de entender cómo había sucedido aquello, cómo Alastor, que nunca había pronunciado una sola palabra, ahora le estaba preguntando, con voz clara y dolida, por qué lo rechazaba.

El impacto fue tan grande que el mundo de Vox comenzó a dar vueltas. El aire parecía escapársele de los pulmones, y antes de que pudiera responder o procesar lo que estaba ocurriendo, sintió que todo su cuerpo se debilitaba. La visión de Alastor, la pregunta, la intensidad de la situación... fue demasiado para él.

El mundo de Vox se oscureció en un instante. Sin poder decir nada, sus ojos se cerraron y se desplomó, desmayándose en la cama ante la atónita mirada de Alastor, que seguía parado allí, con la misma mezcla de emociones revoloteando en su interior.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Alastor se quedó quieto, mirando el cuerpo inerte de Vox, sin entender del todo qué había ocurrido. Pero una cosa era clara: todo había cambiado entre ellos.