El gran salón del castillo brillaba con el resplandor de los candelabros y la música suave que se elevaba desde una esquina, creando un ambiente festivo. Los Ashborne y los Leostone brindaban alegremente en una de las mesas laterales. Las copas de ambos entrechocaban con risas y palabras de gratitud.
—Nunca pensé que volveríamos a estar aquí —dijo Fiamma con asombro. Sus ojos paseaban por la gran sala, impregnados de nostalgia y alivio. La reina caía en la cuenta de lo que significaba estar de nuevo en el Consejo del Cielo.
Seraphina tomó un sorbo de su vino y asintió, aún procesando los eventos que los habían llevado a ese momento.
—Es surrealista. —respondió, aunque su mirada se desvió hacia la mesa principal, donde Malakar y su familia, los Viperscale, se encontraban observando cada movimiento en el salón.
— No deberíamos cantar victoria aún...— murmuró Theo a su hermana en voz baja.— El voto de Caden fue un golpe de suerte.
Ella asintió y apartó la mirada:—Claro...
Seraphina dejó la copa sobre la mesa, sintiendo el calor del vino extenderse por su pecho. Desde su rincón, sus ojos se deslizaron hacia donde Caden estaba sentado, rodeado por algunos miembros de otras casas. Su expresión era tranquila mientras inclinaba ligeramente la cabeza en señal de cortesía a Lord Hartwood. A pesar de la apariencia neutral, Sera no podía evitar preguntarse qué pensaba realmente.
¿Por qué lo hizo? La pregunta la había rondado desde el momento en que las palabras "Mi voto es sí" habían salido de sus labios. Caden había sido criado para odiarlos, para considerarlos enemigos. Y sin embargo, en ese instante crucial, había desafiado a Malakar, arriesgando todo.
¿Había sido un simple cálculo político? ¿Quizás un intento por demostrarle que no estaba del lado de Malakar?
Pero entonces recordó cómo la había mirado antes de emitir su voto. La forma en que sus ojos grises se iluminaron, como si deseara confesarle algo que no debería. Como si quisiera...
—Estás mirando demasiado. —La voz juguetona de Theo rompió sus pensamientos, y Sera volvió la cabeza hacia él con el ceño fruncido.
—¿De qué hablas? —replicó, fingiendo indiferencia mientras alcanzaba su copa de nuevo.
Theo esbozó una sonrisa traviesa, apoyando los codos sobre la mesa.
—De Caden, claro. Has estado mirándolo toda la noche. ¿Estás tratando de agradecerle mentalmente o es otra cosa?
Sera resopló, ignorando la punzada de calor que subió a sus mejillas.
—No digas tonterías, Theo. Estoy vigilando a todos, no solo a él.
—Ajá... —Theo alzó una ceja, alargando la sílaba.—. Pues no te culpo, tiene cierto... atractivo, supongo. Apuesto a que eso atrae a más de una dama en este salón.
Sera lo miró con molestia.
—No estoy interesada en él. —Sus palabras salieron rápidas, casi defensivas, lo que hizo que Theo sonriera aún más.
—Yo no dije que lo estuvieras. —Theo tomó un sorbo de su propia copa, disfrutando de la reacción de su hermana—. Pero te aseguro que alguien más podría pensarlo con la forma en que lo observas.
—Basta. —Sera dejó la copa con fuerza sobre la mesa, suficiente para hacer un leve ruido que atrajo unas pocas miradas.
Theo alzó las manos en un gesto de rendición, aunque su sonrisa seguía intacta.
—Como digas, hermana. Pero quizás deberías preguntarte qué fue lo que motivó su voto. Podría ser interesante saberlo.
Sera no respondió, apretando la mandíbula mientras Theo volvía su atención a los Leostone que reían cerca. Su hermano podía bromear todo lo que quisiera, pero la pregunta ya estaba en su mente.
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Heraldo de Brasas (1)
FantasyEn un reino desgarrado por la guerra, el nombre de Seraphina Ashborne es recordado como una sombra del pasado. Se creía que la hija del Fénix había caído en la batalla, pero su destino no terminó allí. Exiliada en las tierras de Pyros, decide volver...