Capítulo 28

118 9 9
                                    

Sera se encontraba de pie en la alcoba de su madre, Fiamma, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Desde el incidente en la frontera con los Devora luz, había evitado este momento. Sabía que iba a llegar; no podía escapar de la reprimenda de su madre para siempre. Pero eso no hacía que la situación fuera más fácil de enfrentar.

—¿En qué estabas pensando, Seraphina? — su voz llena de preocupación —. ¿Cómo se te ocurre salir corriendo del castillo para ir a ayudar? ¡Podrías haber muerto!

Seraphina apretó los labios, manteniéndose en silencio al principio, pero los ojos de su madre eran dos brasas encendidas, esperando una respuesta. Finalmente, soltó un suspiro.

—Lo sé, madre. No pensé en las consecuencias. Fue... un impulso del momento.

La respuesta de Seraphina fue simple, pero sabía que no calmaría la furia de Fiamma. Su madre siempre había sido una persona calculadora, especialmente en tiempos de guerra y caos. La impulsividad era algo que su madre despreciaba, y esta situación lo dejaba más claro que nunca.

Fiamma cruzó la habitación con un paso decidido.

—¿Un impulso del momento? —repitió, su tono gélido—. ¿Ese "impulso" tiene nombre y apellido, Seraphina? — aunque no era realmente una pregunta.

Fiamma se refería a Caden.

Seraphina alzó la barbilla, pero no respondió. No podía negar que, en parte, su madre tenía razón. Había pensado en Caden. Había sentido la necesidad de protegerlo, de asegurarse de que no estuviera solo enfrentándose a esos monstruos. Pero no iba a admitirlo, no frente a ella. Era un pensamiento demasiado privado, pues ni siquiera quería compartirlo consigo misma.

—Has tenido mucha suerte —continuó cruzando los brazos—. Porque si Roland hubiera visto tu actitud, los Leostone no dudarían en darnos la espalda.

El comentario la hirió como una cuchilla invisible. Era cierto que Roland había sido un aliado crucial en todo este caos, pero que su madre utilizara esa conexión para presionarla la hacía sentir atrapada.

—No he hecho nada malo —respondió Sera, su voz más firme de lo que esperaba—. No me voy a disculpar por querer ayudar a alguien que estaba en peligro.

Fiamma bufó, exasperada.

—¿Nada malo? —repitió con incredulidad—. No te burles de mí. Sabes perfectamente por qué corriste a ayudar a Caden. Esto no es solo sobre un acto heroico o un impulso por el deber. Es mucho más personal.

Seraphina sintió su rostro encenderse, pero no por vergüenza. Era por la ira que comenzaba a burbujear dentro de ella. Su madre siempre sabía dónde golpear para hacerla dudar de sus propias acciones. En este caso, tenía una idea acertada, pero eso no le daba derecho a manipular la situación de esa manera.

—¿Puedo irme ya? —preguntó bruscamente, intentando terminar con la conversación.

Fiamma la observó por un momento, el silencio entre ellas tensándose como una cuerda a punto de romperse.

—No vas a ir a verlo —sentenció finalmente, como si eso fuera lo último que diría sobre el tema.

Seraphina levantó las cejas, incrédula.

—No puedo salir del castillo, no puedo ir a ver a un amigo que está convaleciente... —su tono estaba cargado de sarcasmo—. ¿Estoy en el exilio de nuevo, madre?

Fiamma, que había mantenido una postura inquebrantable hasta ese momento, pareció ceder un poco ante la respuesta de su hija.

—No estás en exilio, Seraphina —respondió finalmente Fiamma, con un tono más suave, aunque aún severo—. Pero tienes que entender que tus acciones tienen consecuencias. No quiero perderte. No quiero que cometas un error que te cueste la vida.

Heraldo de Brasas (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora