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Isabella

Al salir del ascensor, mi mente todavía estaba en ese momento en el que sus dedos me tocaron con una delicadeza.

<< Por fin las secciones de la perra de violeta sirven de algo >>

No me acordé de los momentos que vivi, ni mucho menos me separé de el, simplemente me dieron ganas de quedarme con el así, toda una noche.

Íbamos de camino a la oficina de el, varias se me quedaban mirando, como si no fuera de este mundo. Cuando llegamos a la oficina, Max me abre la puerta y me invita a pasar, cuando entro veo un escritorio ordenado, con un computador, y unas hojas por encima, algunas regadas y otras en el suelo.

—¿Tuviste sexo con violeta? – solté sin pelos en la lengua.

El solo me mira extraño y cierra la puerta detrás de nosotros, me coge de la cintura y me mira con esos ojos que tiene.

—A la que voy a coger es a ti – Su voz cambia a una gruesa.

Y entonces ya no estoy de pie, si no sobre el escritorio, el besándome, sus manos recorriendo cada parte de mi cuerpo,va bajando sus besos, hasta llegar a mi cuello, le da unos besos y me susurra.

—Algun día serás mía Isabella Battaglia, Ningún hombre podrá tocarte o mirarte, el que se atreve, sera una persona menos para este mundo. – manda en un tono superior.

Tocan la puerta y el va a ver quien es, yo solo me bajo y trato de procesar la situación.

<< Por qué será que interrumpen los mejores momentos >>

Era Angela Aguilar, digo, violeta.

—Veo que tienes visitas.

—Si por qué algún problema? – le respondo.

—Maxi agarra a tu fiera – dice en tono de burla.

Me iba acercar a ella Pero el me lo impidió.

—Sin peleas por favor – me mira y le devuelvo una mirada desafiante.

— No prometo nada – digo lo más tranquila posible – Pero si esa cualquiera se llega acercar a ti de otra manera, no me importaría sacar mi lado costeño. Que ya estoy aguanto y eso es mucho.

Después de horas y horas eternas de estar encerrada en la oficina, mi paciencia estaba llegando a su límite. Había aguantado más de lo que creía posible, viendo cómo Violeta no dejaba de insinuársele a Max a cada oportunidad. Sus risitas y los gestos exagerados me tenían los nervios crispados. Él, concentrado en lo suyo, parecía ignorarla, pero yo no podía más. Cada minuto se me hacía eterno.

Decidí ponerle fin a esa tortura. Me acerqué a Max, tratando de mantener la calma a pesar del cansancio que se acumulaba en mi cuerpo.

—Max, ¿por qué no mejor vamos a comer? —le sugerí con una sonrisa cansada, esperando que entendiera la indirecta.

Él apenas levantó la vista de los papeles y, como si hubiera estado esperando una excusa, asintió de inmediato.

—Violeta, dejemos esto para otro día —dijo con tono firme pero relajado.

Ella, que hasta ese momento había estado coqueteando sin descanso, se detuvo de golpe. Su mirada se volvió fría, y sentí cómo me clavaba los ojos. Podía ver la molestia que se formaba en su rostro.

—¿Qué pasa, Isabella? —soltó Violeta con desdén, cruzándose de brazos—. ¿No soportas que alguien más le preste atención a Max? Parece que no estás tan segura de él como crees.

Sentí una oleada de rabia, pero mantuve la compostura. No iba a darle el gusto de verme perder el control, peor tampoco me iba a dejar.

Respiré profundo, y antes de que Max pudiera intervenir, me volví hacia ella, con la cabeza bien en alto.

—Mira, a mí no me importa lo que tú pienses —le dije, manteniendo la voz firme y clara—. Preocúpate mejor por buscar tu dignidad y respeto.

La expresión en su rostro cambió de inmediato. Sus ojos se abrieron de par en par, claramente sorprendida por mi respuesta. Max no dijo nada, pero pude sentir cómo su mano en mi espalda se tensaba ligeramente, como si quisiera asegurarse de que yo estaba bien. No me hacía falta su intervención, estaba más que lista para lidiar con Violeta por mí misma.

Ella, en lugar de replicar, solo apretó los labios con rabia contenida y se dio la vuelta, como si el golpe hubiera sido más fuerte de lo que esperaba. Sin más, Max y yo salimos de la oficina, dejando el aire denso que habíamos dejado atrás.


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Feliz cumpleaños a rubí💗

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