·28·

2.7K 217 19
                                    

Isabella

Me desperté lentamente, sintiendo el peso del sueño aún presente en mis párpados. La luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas. A mi lado, Max se movió, murmurando algo antes de abrir los ojos.

-Buenos días -dijo con una sonrisa-. ¿Desayunamos fuera hoy?

Asentí, sintiéndome un poco más animada con la idea de salir. Nos vestimos y salimos de la casa, subiendo al coche en dirección al restaurante. El viaje fue tranquilo, con la radio tocando suavemente de fondo.

El restaurante al que fuimos era acogedor, con un menú que nunca decepcionaba. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, y mientras hojeaba el menú, Max rompió el silencio.

-He estado pensando en la boda -dijo, con cautela.

Sentí un nudo formarse en mi estómago. No era un tema que disfrutara discutir. Desde que nos dijeron que teníamos que casarnos en tres meses, había sentido una mezcla de ansiedad y resistencia. Pero sabía que era inevitable.

-Max, sabes que no me gusta hablar de esto -respondí, mirando fijamente mi taza de café.

Él suspiró, tomando mi mano por encima de la mesa.

-Lo sé, Isabella, pero necesitamos planificar algunas cosas. Quiero que sea algo especial para ti, a pesar de todo.

Tomé un sorbo de mi café, intentando calmarme.

-Está bien, hablemos de eso -dije finalmente, aunque mi voz sonaba más resignada que convencida.

Discutimos detalles básicos mientras comíamos. Max se esforzaba por mantener un tono ligero y positivo, pero yo sentía el peso de cada palabra. Cuando finalmente terminamos, pagamos la cuenta y nos dirigimos de vuelta al coche.

El viaje de regreso fue silencioso, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Al doblar una esquina, mi corazón se detuvo al ver a mis padres caminando por la acera.

<< A mí me pasan unas cosas >>

-Max, detente -dije, mi voz temblando.

Él frenó de golpe, mirando a dónde apuntaba. La visión de mis padres me llenó de pánico, y sentí que el aire comenzaba a escaparse de mis pulmones.

-Isabella, respira -dijo Max, estacionando el coche a un lado de la carretera-. Vamos, respira conmigo.

Intenté seguir sus instrucciones, pero el pánico me envolvía. Max salió del coche rápidamente y vino a mi lado, abriendo la puerta y arrodillándose frente a mí.

-Isabella, mírame. Respira conmigo.

Sus manos en mis hombros, su voz firme y calmada, finalmente lograron romper a través del velo del pánico. Lentamente, comencé a respirar más profundamente, siguiendo el ritmo de su respiración.

-Eso es, muy bien -dijo suavemente, mientras yo recuperaba el control.

Justo cuando pensé que podía calmarme completamente, mi teléfono sonó. Temblando, contesté, y la voz fría de mi padre llenó el aire.

-Isabella, vamos a ir por ti. Es mejor que estés preparada.

<<Que Lluevan Vergazos >>

Sentí el terror renovarse en mi interior, pero esta vez, Max tomó el teléfono de mi mano y habló en mi lugar.

-Ella está conmigo. No la van a llevar a ningún lado sin su consentimiento -dijo, su voz tan firme como una roca.

Colgó y me miró, sus ojos llenos de determinación y algo más profundo, una promesa silenciosa de protección.

-No voy a dejar que te hagan daño -dijo, y aunque sus palabras no podían borrar mi miedo, me dieron una chispa de esperanza.

Asentí, aún temblando ligeramente, y él me ayudó a regresar al coche. Mientras nos alejábamos, me aferré a esa chispa de esperanza, tratando de creer que, con Max a mi lado, podría enfrentar lo que viniera.

🔥Amor En Candela🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora