Su patrona
Después de un mes de lo que pasó en el centro comercial y lo de violeta, no hicimos mucho la verdad.
A veces, me preguntaba cómo era posible que Max todavía me sorprendiera, y la respuesta llegó la mañana en que me desperté con un brillo extraño en sus ojos. Me dio un sobre, y pensé que era otra de esas bromitas tontas que él tanto amaba, algo tipo "cupón válido por un desayuno en la cama"... Pero no. Era mucho mejor, era el regalo de cumpleaños que me había dado.
-¿BARRANQUILLA? -leí en voz alta, entre emocionada y confundida. Miré el sobre de nuevo. No había margen de error. Barranquilla, Colombia, mi Barranquilla, mi tierra. Mis ojos se abrieron como dos cocadas recién hechas-. ¿Me estás llevando a Barranquilla para el partido de Colombia contra Argentina?
Max sonrió, sabiendo que había acertado de pleno. Pero luego soltó con su perfecto español de acento raro:
-Sí, ¿es como ir a la casa de tu abuela o algo así, no?
Rodé los ojos, divertida.
-Max... es *El Metropolitano*, donde los sueños de los colombianos nacen, o se mueren.
Horas más tarde, estábamos en el avión, Max sentado a mi lado, su mamá y sus dos hermanos, Aless y Lucca, más adelante. El avión despegó y, mientras sobrevolábamos el Caribe, yo ya podía sentir esa mezcla de nostalgia y emoción en el pecho. Miré por la ventana como una niña pequeña, viendo el mar y soñando con el momento en que pisaría tierra barranquillera. Max, por su parte, intentaba decir algo, pero el pobre seguía luchando con mi acento costeño, que salía cada vez que hablaba de mi tierra.
-A ver, amor -empezó Max-, ¿qué dijiste que era un 'pelao'?
-Pelao, Max, pelao. Así como tú si intentas bailar champeta. Un pelao que no sabe ni dónde poner los pies.
Él se rió, pero luego trató de imitarme con ese acento imposible. Falló estrepitosamente.
-Tú de verdad necesitas más contacto con mi gente.
La familia de Max también parecía emocionada. Aless, su hermano, estaba tomando fotos de todo, y Lucca, su hermano menor, me preguntaba mil cosas sobre Colombia. La mamá de Max, observaba todo con una sonrisa, dejando que el bullicio nos envolviera.
Llegamos al estadio, y mi corazón saltó de emoción al ver las camisetas amarillas por todas partes. El ambiente era tan eléctrico que me hacía sentir viva de nuevo, como si nunca me hubiera ido. Max estaba sorprendido por el ambiente, pero lo que más me mató de la risa fue su cara de incomprensión total cuando intentó pedir una cerveza.
-Quiero... una... ¿'fría'?
El vendedor, un barranquillero con el acento más marcado posible, le respondió algo rapidísimo que Max no entendió ni un poquito.
-Isa... ¿qué dijo?
Me doblé de la risa mientras le traducía.
-Dijo que no tiene 'fría' pero tiene 'helá', que es lo mismo, pero más costeño.
El partido comenzó, y yo ya estaba gritando como una loca con los primeros toques de balón. Cada vez que Colombia atacaba, me ponía de pie y gritaba cosas como "¡Esooo es, papá!" y "¡Vamos, mi Colombia linda!". Max intentaba seguirme el ritmo, pero claramente no entendía la mitad de las frases que decía. En un momento, después de que Yerry Mina casi metiera un gol de cabeza, Max me miró perplejo.
-¿Por qué le dijiste 'ese man es un berraco'? ¿Es bueno o malo?
Solté una carcajada.
-¡Berraco, amor! Es lo mejor que puedes ser en esta tierra.
El partido se sentía como una montaña rusa emocional, pero al final, el empate dejó a todos un poco tensos, aunque con esa esperanza tan típica de nosotros.Y justo cuando pensé que el día no podía ponerse mejor, Max perdió de vista algo importante, y justo cuando Colombia mete otro gol y empieza la gente a gritar.
A mí...
<<primer error, si saben cómo me pongo pa que me invitan>>
Estaba tan emocionada después del partido que me metí en una de las celebraciones que se armaron afuera del estadio.
¿Y qué mejor manera de celebrar que bailando cumbia?
Las tamboras sonaban con esa cadencia que solo la costa sabe manejar, y yo me dejé llevar. Me movía con esa naturalidad costeña que ni yo misma sabía que tenía. Claro, en medio de todo eso, Max estaba en modo pánico, buscándome desesperadamente.
Cuando finalmente me encontró, su cara era un poema.
-¿Isa? ¿Qué haces bailando aquí? ¡Te he estado buscando por todas partes!
Le lancé una mirada divertida, mientras daba un giro exagerado al ritmo del tambor.
-Bailar. ¿Qué más haría en Barranquilla después de un partido?
-No entiendo nada de lo que pasa en este país.
Le sonreí y le tendí la mano.
-Ven, te enseño. Prometo que no te haré pasar demasiada pena.
Él dudó un segundo, pero finalmente cedió, tomándome de la mano mientras intentaba seguir el ritmo. Sabía que su coordinación para la cumbia era tan mala como su acento costeño, pero eso no me importaba. Estábamos en Barranquilla, juntos, y con eso era suficiente.
Aless, mientras tanto, estaba filmando todo con su teléfono, riéndose como loco de los intentos de su hermano. Lucca se acercó, probablemente para unirse a la fiesta, y la mamá de Max solo nos observaba con una sonrisa.
-Max, hermano, parece que Isa ya te ganó con lo de la cumbia -dijo Aless entre risas.
-¡A mí nadie me gana! -respondió él, sarcástico, mientras tropezaba con mis pies.
Le di un codazo suave.
-Tal vez no sea bailarín, pero siempre serás mi pelao perdido.
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Llegó lo más chimba la tricolor🥳!!!EL QUE SE CAE SE PARA Y GANA LA REVANCHA 🥳🇨🇴
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🔥Amor En Candela🔥
RomanceLlevo marcas en la piel, invisibles al mirar, cicatrices que el tiempo no logró apagar. Candela, así arde el recuerdo, las llamas de un pasado que aún muerde por dentro. Fui prisionera de golpes, palabras y frío, un eco constante, un etern...