Isabella
Max y yo habíamos decidido salir de compras, pensando que un día juntos nos distraería un poco después de esa noche de pesadillas. Caminábamos por la ciudad, y yo me sentía feliz, ligera a su lado. Nos detuvimos frente a una tienda de ropa, y justo en ese momento el teléfono de Max comenzó a sonar.
—Es del trabajo —me dijo, apretando los labios, como si no quisiera atender. Al final suspiró y me miró—. No te muevas de aquí, Isa. Solo me llevará un momento.
<<Cómo buena colombiana me entra por un odio y me sale por otro >>
Asentí con una sonrisa, mientras él se alejaba unos metros, atendiendo la llamada.Está vez habiamos salido sin los guardaespaldas. Me quedé observando las vitrinas, viendo los vestidos que parecían llamarme con sus colores brillantes. Pero entonces algo se movió al lado de la tienda. Un gato gris de ojos enormes y pelaje desordenado me miraba con curiosidad, como si me invitara a seguirlo.
Sin pensarlo dos veces, me acerqué despacio, llamándolo con dulzura.
—Miau, ven acá, cosita linda —murmuré, y el gato, como si entendiera, dio la vuelta y comenzó a caminar hacia un callejón estrecho.
Lo seguí, riéndome en voz baja, hasta que, de pronto, el gato salió corriendo y desapareció entre las sombras. Me quedé quieta, parpadeando, cuando escuché una voz detrás de mí.
—Mira nada más, si no es la niñita perdida.
Me giré y me encontré con la perra Violeta, esa mujer que siempre rondaba a Max. Estaba apoyada en la pared, mirándome con una sonrisa burlona. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, pero me enderecé, intentando no dejarme intimidar.
—¿Qué quieres, Violeta? —le solté, cruzándome de brazos, tratando de que no notara el temblor en mis manos.
Ella se acercó, con esa sonrisa que me resultaba insoportable.
—Solo me preguntaba qué hace una niña como tú en el mundo de un hombre como Max. No te engañes, él nunca va a quererte, pequeña. Eres solo un capricho pasajero para él.
Sentí que el calor me subía hasta la cara.
¿Quién se creía esta mujer para hablarme así?
La miré de arriba abajo, con todo el desparpajo costeño que llevaba en las venas.
—¿Ah, sí? ¿Y qué sabés tu de lo que Max siente o no siente? Porque de lo que yo sé, él te tiene bien lejos, y a mi, me tiene como su reina, y futura esposa — mostre el anillo que estaba en mi mano y le espeté, sin dejar de sostener su mirada—. Que yo sea joven no significa que él no me valore o que yo no sea suficiente. Así que mejor te haces a un ladito, porque aquí no hay espacio pa’ la amargura de otra.
Violeta dejó de sonreír, y pude ver cómo sus ojos se llenaban de enojo. Dio un paso hacia mí, pero no retrocedí. Ya no. Había pasado demasiado como para dejarme intimidar por alguien como ella.
—Ay, niñita… Sigues creyendo en cuentos de hadas. Max es un hombre de negocios, no va a dejarlo todo por una mocosa como tú.
La miré con desafío.
—De cuentos de hadas no sé, pero lo que sí sé es que yo no necesito ser ni más vieja ni más frívola pa’ que me quieran. ¿No te duele un poquito el orgullo que Max esté conmigo y no contigo? De repente, la vida se te puso amarga y por eso andas por ahí ladrando, pero aquí, Violeta, no mordés.
Ella me miró, fulminándome, y aunque intenté no mostrarlo, sentí cómo mi corazón latía más rápido. Pero no iba a darle la satisfacción de ver que me había afectado. Le mantuve la mirada con firmeza.
—Quédate con tu fantasía, niñita. Ya verás cuánto dura —me soltó finalmente, antes de darse la vuelta y desaparecer en el callejón.
Exhalé un suspiro de alivio y cerré los ojos, intentando calmarme. Tenía que regresar a donde estaba Max antes de que él se diera cuenta de que había desobedecido su pedido de no moverme.
Volví sobre mis pasos rápidamente, con la sensación de triunfo aún latente en mi pecho.
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🔥Amor En Candela🔥
RomanceLlevo marcas en la piel, invisibles al mirar, cicatrices que el tiempo no logró apagar. Candela, así arde el recuerdo, las llamas de un pasado que aún muerde por dentro. Fui prisionera de golpes, palabras y frío, un eco constante, un etern...