Han pasado solo dos días desde esa estúpida discusión, el silencio entre Pam y yo es incómodo, como una tensión eléctrica que queda flotando en el aire, densa e ineludible. Ambas estamos cansadas, y el cansancio no es solo físico, sino emocional. Pam parece estar cargando algo mucho más pesado de lo que puedo ver, y aunque yo estoy obsesionada con descubrir la verdad sobre la Atlántida, también siento que he sido injusta con ella.
Después del largo día laboral, nos quedamos quietas por un rato, las palabras que intercambiamos hace un tiempo aún pesan sobre nosotras. El sonido del mar rompiendo contra las rocas en la distancia parece más fuerte en este silencio, como si el mismo océano se estuviera preparando para decirnos algo. Pam se mueve primero, cruzando sus brazos de una manera protectora antes de soltar un suspiro profundo, casi derrotado.
—Elena... —empieza, en un susurro, como si la discusión que tuvimos en el pasado la hubiera drenado—. Lo siento. No quise decirlo así. No quería que todo eso se convirtiera en una pelea.
La miro, sintiendo cómo mi enfado empieza a disolverse lentamente. Sé que yo también me pasé. Mis emociones han estado desbordadas últimamente, y me doy cuenta de que he descargado mi frustración sobre ella. No puedo evitar sentir una punzada de culpa.
—No, Pam... yo también lo siento —digo, bajando la cabeza un poco—. He estado muy estresada con todo esto. El descubrimiento, el equipo, y... —me callo, casi mencionando lo que hay entre nosotras, pero no estoy lista para decirlo en voz alta—. Solo... me dejé llevar, y no debería haberlo hecho.
Da un paso hacia mí, y siento cómo la tensión entre nosotras cambia. Ya no es confrontación, sino algo más profundo, algo más vulnerable. Está tan cerca ahora que casi puedo sentir el calor de su piel, y cuando levanto la mirada, sus ojos se clavan en los míos con una intensidad que me deja sin aliento.
—No quiero que pienses que no te apoyo —dice, con sinceridad—. Es solo que... hay tantas cosas que no entiendes aún. Y no es que no quiera que las descubras, pero tengo miedo por ti.
Sus palabras me golpean. ¿Pam tiene miedo por mí? La idea de que ella esté preocupada por mi seguridad, por lo que podamos encontrar, me deja descolocada. Ella, que siempre parece tan fuerte y despreocupada, me está mostrando un lado de sí misma que nunca había visto antes.
—Hey... —empiezo a decir, pero las palabras se quedan atascadas en mi garganta. No sé cómo responder. En lugar de eso, simplemente doy un paso más hacia ella, y en ese momento, algo cambia entre nosotras. La tensión desaparece, dejando espacio para una conexión emocional más profunda.
Nos quedamos así, juntas, en silencio por un momento antes de que Pam se siente en el suelo, cruzando las piernas y mirando hacia el mar. Yo la sigo, sentándome a su lado, sin decir nada. Este es un momento delicado, y siento que lo que digamos a continuación puede cambiar la forma en que nos vemos mutuamente.
Después de un rato, como siempre, es la primera en hablar.
—Nunca he sido buena en esto de abrirme —admite en voz baja—. Siempre he sido más... de guardarme las cosas para mí. Pero tú, Elena... me haces querer hablar. No sé por qué.
Mi corazón da un vuelco. Ella no es el tipo de persona que suelta esas cosas fácilmente. Sabía que había algo en ella que la hacía más reservada, pero escucharla decir esto me hace darme cuenta de lo importante que es este momento para ella. Para nosotras.
—Si te soy sincera —respondo, sintiendo que este es el momento de abrirme también—, nunca he sido buena para hablar de mí misma tampoco. Mis amigos... David y Martín, son las únicas personas que realmente me conocen. Y aún así, no saben todo.
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SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]
FantasyBajo las aguas del Mediterráneo, la arqueóloga Elena Irazusta está a punto de hacer el descubrimiento de su vida: un antiguo códice que podría contener las claves para desenterrar la Atlántida, la civilización perdida que ha obsesionado a generacion...