28. La leyenda continúa

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Las luces de la biblioteca parpadean suavemente a medida que el sol se oculta tras el horizonte, derramando un suave resplandor dorado sobre las estanterías llenas de libros polvorientos y manuscritos antiguos. Mi oficina está en penumbra, con solo la luz de mi lámpara de escritorio y la pantalla del ordenador iluminando la habitación. Las notas y los mapas de mis investigaciones están esparcidos frente a mí, como piezas de un rompecabezas que he pasado toda mi vida intentando armar. Y, sin embargo, ahora que el momento ha llegado, no siento la urgencia o la emoción que solía acompañar a cada gran descubrimiento. Siento solo calma.

El cursor parpadea en el último párrafo de mi trabajo. Mi investigación definitiva sobre la Atlántida, la que debería haber sido mi mayor triunfo. Años de esfuerzo, de viajes, de riesgo y pérdida... todo ha culminado en este informe. En la respuesta a la pregunta que ha obsesionado a la humanidad durante siglos: ¿existió realmente la Atlántida?

Mis dedos se mueven suavemente sobre el teclado, añadiendo las últimas frases, sellando el destino de todo lo que he descubierto. Las ruinas, las inscripciones... el códice perdido que nunca podrá ser recuperado porque yo misma lo destruí. Pero lo que está ausente en estas páginas es lo más importante. Porque, aunque las pruebas son irrefutables, aunque podría demostrarle al mundo que la Atlántida fue real y cambiar para siempre la historia que conocemos, hay algo que nunca podré decir.

Hay cosas que no deben saberse.

—Algunas historias —murmuro para mí misma, mi voz apenas un susurro en la tranquilidad de la habitación—, no necesitan ser contadas por completo. —El pensamiento es reconfortante. Siento una paz extraña mientras marco la última línea del documento, mis dedos temblando levemente con la intensidad del momento.

No hablo de las sirenas. No menciono a Seraphina, ni las fuerzas místicas que sellaron el destino de la ciudad sumergida. No hay referencias a los pactos entre las criaturas del océano y los Atlantes, ni al ritual de sacrificio que causó su caída. En lugar de eso, las páginas están llenas de datos fríos, de estudios geológicos, de especulaciones sobre el crecimiento y la desaparición de una civilización que existió en la frontera de la historia y la leyenda. Y mientras releo mis propias palabras, siento una mezcla de orgullo y tristeza.

El mundo conocerá parte de la verdad, pero nunca toda.

Porque algunas verdades pueden destruir más de lo que pueden crear. Porque hay seres en lo profundo del mar, secretos que deben protegerse, y mi deber —mi verdadero deber, el que Pam me enseñó— no es exponer el pasado a la luz, sino preservar el equilibrio.

—Pam... —susurro, mirando a través de la ventana, donde el cielo se está volviendo de un tono azul profundo, y más allá, puedo ver el leve resplandor del océano a lo lejos—. Espero que estés... orgullosa de mí, amor.

La publicación será un hito en mi carrera. Se hablará de ello en conferencias, en artículos académicos, en libros de historia. Pero nadie sabrá nunca la verdadera magnitud de lo que encontré. Nadie sabrá que el gran misterio de la Atlántida fue mucho más que ruinas y piedras talladas. Que las voces del pasado aún susurran en las profundidades, y que mi corazón está allí, enterrado junto a ellas.

—No todo debe ser revelado —recuerdo sus palabras, aquel consejo susurrado en la oscuridad mientras me despedía de ella en la playa.

Y, por primera vez, entiendo lo que realmente significaba.

El mundo no necesita saberlo todo. Necesita creer, soñar con lo que podría haber sido, pero nunca debe poseer esa verdad. Porque la verdad completa destruiría la magia que permite a las leyendas sobrevivir. Y en el fondo, eso es lo que la Atlántida siempre fue: un sueño colectivo, una esperanza de que hubo algo más grande que nosotros en los albores de la humanidad. Algo que, al desaparecer, dejó un vacío que nuestras civilizaciones han tratado de llenar desde entonces.

—No los dejaré destruirlo —miro las líneas de mi trabajo, sintiendo un fervor silencioso crecer en mi pecho—. Este será... mi regalo. —Mis manos acarician el borde de la carpeta que contiene el borrador final, mis ojos fijos en las palabras que he decidido dejar.

La Atlántida existió. Floreció como la civilización más avanzada de su tiempo, y cayó víctima de su propia grandeza. Pero las razones detrás de su caída, las fuerzas más allá de lo humano, permanecerán donde deben: ocultas, protegidas por el mar, por las olas que alguna vez fueron testigos silenciosos de su ascenso y destrucción.

—Adiós, mi amor —susurro al viento, con una pequeña sonrisa en los labios.

El viento sopla a través de la ventana abierta, acariciando mi rostro con un toque fresco y salado. Cierro los ojos, imaginando sus dedos deslizándose por mi piel como un eco del pasado, un recordatorio de que, aunque nunca volveré a tenerla aquí, su amor sigue envolviéndome, como el abrazo invisible del mar.

Las ruinas de la Atlántida permanecerán en las profundidades. Y ella, mi sirena, mi Seraphina, seguirá protegiéndolas, velando por lo que alguna vez compartimos. Porque sé que, aunque nuestras vidas tomaron caminos diferentes, nuestra historia no ha terminado. Cada ola que rompe sobre la arena, cada susurro del viento, es ella.

Es su promesa de que, en las sombras del océano, nunca estaré sola.

Mis dedos se deslizan sobre el botón de "Enviar". Y con un último suspiro de despedida, presiono el teclado. El informe se va. La historia que he elegido contar se convierte en parte del mundo.

—Esto es por ti, Pam —susurro al vacío, sintiendo cómo la paz me envuelve—. Y por nosotros.

El mar, en la distancia, parece brillar por un instante, como si estuviera asintiendo. Como si ella hubiera oído mis palabras y me sonriera desde las profundidades.

Nuestra historia permanecerá donde siempre ha estado: enterrada en el lugar más seguro... en nuestros corazones.

Y el mundo seguirá soñando con la Atlántida. Porque algunas leyendas deben permanecer como lo que son: misterios eternos, rodeados de agua, protegidos por el amor que nunca se desvanece.

 Porque algunas leyendas deben permanecer como lo que son: misterios eternos, rodeados de agua, protegidos por el amor que nunca se desvanece

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"En la fantasía, los finales son solo nuevos comienzos para quienes se atreven a soñar más allá de las estrellas." 🌌✨

SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora