A pesar de todo lo que ha pasado, a pesar de las dudas y del dolor que hemos atravesado, decido confiar en Pam. Algo en su voz, en sus ojos llenos de honestidad, me asegura que no está mintiendo, que no es solo un impulso momentáneo. Es real, y aunque no puedo evitar sentir miedo, elijo creerle.
Desde aquella noche, algo cambió entre nosotras. Pam se aferra a mí con una intensidad que nunca había visto. Nos volvemos inseparables. Donde antes había espacios entre nuestros encuentros, ahora no hay ni un solo segundo que Pam quiera pasar lejos de mí. Es como si la necesidad de estar juntas se hubiera vuelto más fuerte que cualquier otra cosa.
Al principio, esa cercanía constante me parece abrumadora. Pam me mira con una devoción que me intimida, que me hace preguntarme si todo esto es demasiado intenso, demasiado rápido. Pero, al mismo tiempo, me siento viva como nunca antes. Cuando ella está cerca, cuando sus dedos entrelazan los míos, cuando me despierto y la encuentro a mi lado, siento que algo dentro de mí ha despertado.
Las dudas aún están allí, en el fondo, pero las sepulto bajo la felicidad que me da. Cada día, nuestro amor crece, como si estuviéramos descubriendo partes de nosotras mismas que antes no sabíamos que existían. Pam se convierte en mi mundo, en alguien que, sin querer, se ha vuelto indispensable. Y yo me doy cuenta de que también soy su refugio.
Nos quedamos juntas casi todo el tiempo. Cada vez que tengo un momento de silencio para pensar, Pam aparece a mi lado, como si sintiera que me estoy alejando mentalmente, y entonces me abraza o me besa suavemente en la nuca, y en ese contacto, en esos gestos simples, vuelvo a ella. No puedo evitarlo: la necesito tanto como ella a mí.
Una mañana, mientras estamos en la playa, Pam me toma de la mano y tira de mí hacia el agua, riendo como si todo lo malo que hubiera entre nosotras se hubiera disuelto en las olas.
—Ven aquí, Elena —me dice con esa sonrisa suya que siempre me desarma—. No vamos a desperdiciar el día.
El agua está fría, pero no me importa. Pam y yo chapoteamos en la orilla, y por un momento, todo parece tan fácil. Su risa se mezcla con el sonido de las olas, y siento como si el tiempo se hubiera detenido.
—No puedo creer que esto esté pasando —murmuro en voz baja, aunque sé que me escucha.
Ella se detiene, girándose hacia mí con una expresión que mezcla curiosidad y amor.
—¿Qué es lo que no puedes creer? —pregunta, acercándose hasta que nuestras frentes casi se tocan. El sol refleja en sus ojos, y la veo más hermosa que nunca, como si el universo hubiera decidido ponerla en mi vida por una razón que aún no alcanzo a comprender.
—Todo esto —respondo—. Nosotras. Lo rápido que ha sido, lo intenso que se siente... —miro sus manos, que están suavemente entrelazadas con las mías—. Nunca pensé que podría sentir algo así, y menos contigo.
Pam sonríe, sus ojos brillan de una manera que me hace querer olvidar todas mis dudas.
—Es que esto no se trata de pensar —dice, y su tono tiene esa seguridad que a veces me da miedo—. Se trata de sentir. Y todo lo que siento por ti, es más real de lo que jamás he conocido.
El calor en mi pecho crece, y aunque sé que aún quedan preguntas por responder, como quién era su última pareja, o por qué tiene tanto miedo de perderme, decido dejarlas de lado por ahora. Elijo estar presente en este momento, donde el amor entre nosotras es lo único que importa.
Los días pasan, y nos perdemos una en la otra. Pam es constante, siempre a mi lado, siempre queriendo estar cerca, tocándome con gestos suaves pero llenos de intención. No hay espacio entre nosotras que quede sin explorar. Incluso cuando estoy ocupada con las investigaciones o revisando mis notas, Pam está ahí, observándome, queriendo formar parte de mi mundo.
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SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]
FantasíaBajo las aguas del Mediterráneo, la arqueóloga Elena Irazusta está a punto de hacer el descubrimiento de su vida: un antiguo códice que podría contener las claves para desenterrar la Atlántida, la civilización perdida que ha obsesionado a generacion...