15. Sirenas

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Pam me mira con esos ojos verdes, que ahora parecen casi etéreos, una fusión perfecta con el mar que nos rodea. El agua se mueve suavemente a nuestro alrededor, pero todo lo demás parece detenerse. Mi respiración se ralentiza, y aunque sé que algo profundo está ocurriendo entre nosotras, Pam decide romper el silencio de una manera que no esperaba.

Sonríe, esa sonrisa que siempre me desarma, y sus ojos recorren mi cuerpo lentamente, admirando cada centímetro de mí. Siento su mirada como una caricia, y aunque estamos flotando en medio del océano, mi piel se calienta con el deseo que veo en sus ojos.

—Eres tan hermosa, Elena —dice en un tono suave, pero cargado de emoción—. Te ves tan sensual aquí, desnuda, bajo la luna y el agua. —Sus palabras salen con una mezcla de sinceridad y admiración.

El calor en mis mejillas sube rápidamente. No me esperaba eso en este momento, no después de la intensidad que habíamos estado compartiendo en el mar, pero su tono juguetón y la forma en que me mira me hacen sonreír sin poder evitarlo. Pam siempre ha tenido esa manera de aligerar cualquier situación, de hacerme sentir completamente segura, incluso en medio de lo desconocido.

—¿Así que me veo sensual en el agua? —le pregunto, levantando una ceja mientras una risa nerviosa se escapa de mis labios. El ambiente místico que nos rodea empieza a mezclarse con algo más ligero, más íntimo.

Ella se ríe suavemente, su sonrisa se amplía mientras me observa con intensidad, pero esta vez con un toque de humor que alivia la tensión.

—Increíblemente sensual —confirma, su mano se mueve bajo el agua, acariciando mi cadera con suavidad—. Deberíamos hacer esto más seguido.

Me río, sorprendida por cómo ha roto el hielo de una manera tan casual. El contraste entre la magia del momento y la forma en que me está halagando me hace sentir más cómoda, como si ella supiera exactamente lo que necesito para no perderme en el abismo de lo que está a punto de revelarme.

—¿Ah, sí? —le respondo, levantando ligeramente la barbilla, sintiendo cómo mi cuerpo reacciona a su toque y a sus palabras—. ¿Y qué te hace pensar que no lo hacemos ya lo suficiente?

Pam se ríe otra vez, pero esta vez sus manos se aferran más firmemente a mi cintura bajo el agua, y me atrae hacia ella con una lentitud que me hace sentir cada movimiento, cada roce de nuestros cuerpos.

—Porque cada vez que te veo así, desnuda y vulnerable bajo la luna, siento que podría pasar una eternidad viéndote, tocándote, y nunca sería suficiente —dice en un susurro, y aunque hay un toque de broma en sus palabras, también hay verdad. Una verdad que siento profundamente en el peso de su mirada.

Mi corazón late con fuerza, y aunque la risa aún queda suspendida en el aire, algo dentro de mí cambia. Sus palabras, aunque ligeras, están cargadas de algo más. Hay deseo, sí, pero también una profundidad que me atrae hacia ella, haciéndome sentir aún más conectada.

Nos quedamos en silencio un segundo, flotando en el agua, sintiendo el vaivén del mar que se mueve a nuestro alrededor como una respiración acompasada. Pam se acerca más, y aunque el ambiente se ha vuelto más relajado, puedo sentir la electricidad entre nosotras, un tirón que me hace querer besarla, tocarla, pero también entender más sobre ella.

—¿Por qué tengo la sensación de que no me has mostrado todo aún? —le pregunto suavemente, aunque mi cuerpo sigue reaccionando a la manera en que ella me toca, cómo sus manos exploran mi piel bajo el agua.

Pam sonríe, pero esta vez no ríe, como si mis palabras hubieran capturado el verdadero peso de lo que está sucediendo.

—Porque hay más, Elena —susurra, su voz baja mientras sus dedos trazan un camino suave por mi espalda—. Mucho más. Pero quería que supieras algo antes. Que, sin importar lo que veas, sin importar lo que descubras, te amo. Y siempre lo haré.

SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora