21. La profecía del océano

9 5 0
                                    

Pam me mira con esos ojos que parecen contener todo el dolor y los secretos del océano, y sé que lo que está a punto de decirme no será fácil de escuchar. Sus manos tiemblan cuando las lleva hacia el bolsillo de su chaqueta, de donde saca un pequeño fragmento de piedra cubierta de inscripciones antiguas. Los símbolos tallados parecen brillar tenuemente bajo la luz de la linterna, como si tuvieran una energía propia.

—Necesito mostrarte algo —murmura, su voz baja y cargada de gravedad. —Algo que nunca quise... algo que nunca pensé que tendría que contarte. Pero... —Hace una pausa, mirándome con una mezcla de determinación y desesperación—, tienes que saberlo antes de que sea demasiado tarde.

El silencio a nuestro alrededor es absoluto. El campamento está tranquilo, el sonido de las olas apenas es audible en la distancia. Mis colegas están ocupados, analizando las últimas piezas que encontramos en las ruinas, inconscientes de lo que está ocurriendo justo aquí, entre nosotras.

—¿Qué es esto? —le pregunto, mi voz apenas es un susurro. Pero puedo sentir cómo mi corazón late cada vez más fuerte.

Ella coloca el fragmento en mis manos, y mi piel se estremece al sentir la textura fría de la piedra. Los grabados son intrincados, más detallados que cualquier otra inscripción que hayamos encontrado hasta ahora. Hay algo en ellos que me resulta familiar... un patrón que se asemeja a los sellos que vi en las ruinas... los mismos sellos que indicaban una traición antigua.

—Es la última pieza del códice —dice ella, y sus palabras resuenan en mi mente como un trueno—. El códice que encontraste... el que te trajo hasta aquí... estaba incompleto. Esto —levanta la mano, señalando el fragmento—, es la clave.

Siento un escalofrío recorrer mi espalda.

—¿La clave para qué? —susurro, incapaz de apartar la vista de la piedra.

Pam respira hondo, como si estuviera preparándose para confesar un pecado que la ha estado atormentando durante siglos.

—Para restaurar La Atlántida —responde finalmente, y el mundo parece detenerse a mi alrededor.

—¿Qué? —La palabra sale de mis labios como un jadeo, y siento cómo la sangre se congela en mis venas. —¿Qué quieres decir con eso?

—La Atlántida no se perdió porque se derrumbara o se hundiera en el océano por accidente —explica, su tono cargado de una emoción sombría—. Fue sellada. Encerrada bajo el agua por una fuerza que mis ancestros no podían controlar. —Me mira intensamente, sus ojos llenos de algo que parece ser culpa—. Y la única manera de evitar que ese mal regresara al mundo era sellar también la historia.

La verdad comienza a desmoronarse dentro de mí. Mi mente intenta procesar lo que está diciendo, pero es como tratar de ver a través de un torbellino. Restaurar La Atlántida... ¿sellar la historia? ¿De qué está hablando?

—¿De qué tipo de mal estás hablando? —logro preguntar, mi voz apenas es audible.

Pam baja la mirada hacia el fragmento en mis manos.

—La magia que sustentaba La Atlántida, Elena. —Sus palabras son apenas un susurro, pero cada una de ellas me golpea como una ola gigante—. Era... incontrolable. Los atlantes usaban el poder de las sirenas y de los tritones para alimentar su tecnología, su sociedad. Pero... no se dieron cuenta de que estaban creando algo más.

La piedra parece pesar cada vez más en mis manos.

—¿Algo más? —repito, mi voz un hilo tenso.

—Una entidad —dice ella, y puedo ver el terror en su rostro—. Una fuerza que se formó a partir de los restos de sus propias ambiciones y deseos de poder. Un ser que quería romper el equilibrio entre la tierra y el mar... y sumir ambos mundos en un caos eterno. —Hace una pausa, y puedo ver que está temblando—. Le llamaban Abyssus. El Devastador.

El aire se me escapa de los pulmones.

—Elena —continúa, su voz cargada de urgencia—, los atlantes crearon un ritual para contener a Abyssus, un ritual que selló a su propio reino y lo hundió en el océano. —Sus ojos se clavan en los míos. —Pero si completamos este códice, si revelamos la verdad sobre Atlántida... si intentamos restaurarla... Abyssus regresará.

Mis manos tiemblan tanto que casi dejo caer la piedra.

—Entonces... entonces todo esto... —Las palabras se me escapan—. ¿Todos estos descubrimientos? ¿Todo lo que hemos encontrado? ¿Solo está... esperando ser despertado?

Pam asiente lentamente, su expresión sombría.

—El códice es un mapa —Se inclina hacia adelante, sus dedos trazando los símbolos en la piedra que aún sostengo—. Indica cómo desatar la magia que sella Atlántida... y cómo restaurar la ciudad a su antigua gloria. Pero... —Hace una pausa, sus ojos llenos de un dolor tan profundo que siento mi pecho apretarse—, si la restauramos, el Devastador también será liberado.

El silencio que sigue es ensordecedor. La piedra parece arder en mis manos, y sé que la elección que Pam me está pidiendo que haga es algo más grande de lo que jamás imaginé.

—Por eso mi gente no permitió que se revelara la verdad —murmura ella, sus ojos casi suplicantes—. Por eso... se sacrificaron para mantener a Abyssus contenido. —Las lágrimas brillan en sus ojos. —Y por eso no puedo permitir que completes este códice, Elena. —Hace una pausa, su voz quebrándose al final—. Porque si lo haces... entonces mi sacrificio, mi maldición... será por nada.

Las palabras se clavan en mí como puñales. Y entiendo, finalmente, lo que ella está diciendo. Si la restauración de Atlántida se completa, el reino volverá... pero a un costo terrible. El regreso de Abyssus implicaría la destrucción de todo lo que hemos conocido, y Pam... Pam ha sido la guardiana de este secreto durante siglos.

—Pero... podría ser un gran avance. —Las palabras salen antes de que pueda detenerlas, y su rostro se ensombrece.

—¿Un gran avance? —repite ella, con una incredulidad fría. —¿Para quién? —Sus ojos brillan con una furia contenida—. ¿Qué harás cuando la gente descubra el poder de la Atlántida? ¿Qué harás cuando intenten explotarlo como hicieron los atlantes?

Mi corazón se detiene.

—Esto no es solo historia —dice ella, y su voz es un susurro afilado. —Es un arma. Una que puede destruirnos a todos.

Y entonces sé que tengo que elegir: el futuro de mi carrera, la verdad que he buscado toda mi vida, o el amor de mi vida, y la seguridad del mundo entero.

Y entonces sé que tengo que elegir: el futuro de mi carrera, la verdad que he buscado toda mi vida, o el amor de mi vida, y la seguridad del mundo entero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Gracias por seguir a mi lado en cada capítulo 💙. Comparte, vota y comenta para que esta historia llegue a más personas y soñadores. 🌊

Recuerda:
"Donde la realidad se detiene, la imaginación despliega sus alas más grandes." 💫🦋

SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora