Desde el beso en la playa y esa magnífica noche algo ha cambiado entre Pam y yo. El silencio entre nosotras ya no es incómodo, pero está cargado de algo que ninguna de las dos ha puesto en palabras. Nos movemos juntas de una forma nueva, con más fluidez, como si nuestras interacciones hubieran encontrado un ritmo propio. No hemos hablado de lo que significa, ni de lo que somos exactamente, pero siento que ella es una constante que se ha instalado profundamente en mi vida.
En las expediciones, todo parece haberse alineado. Pam se ha convertido en mi apoyo, en mi confidente. Su presencia es como una brújula, guiándome no solo a través de las aguas profundas y peligrosas, sino también a través de las dudas que me carcomen cuando las pistas se vuelven confusas, cuando la presión de los hallazgos comienza a asfixiarme. Ella siempre está ahí, justo cuando la necesito.
Estamos de vuelta en la cueva, el equipo está disperso, pero esta vez Pam y yo trabajamos juntas. Es curioso cómo, sin decirnos mucho, nos entendemos solo con miradas o pequeños gestos. Nos sumergimos en la exploración, pero hay una complicidad nueva que lo atraviesa todo. David y García no parecen notarlo, pero lo siento. Y Pam también lo siente, lo sé.
—Mira esto —le digo, señalando una columna desgastada por el tiempo, cubierta por símbolos casi imperceptibles a simple vista. Mis dedos recorren la piedra con delicadeza, tratando de discernir algún patrón en la erosión. Mis ojos se clavan en la roca, tratando de descifrar lo que significa.
Pam se acerca con una calma que no coincide con la excitación que siento creciendo en mí. Se inclina sobre mi hombro, tan cerca que puedo sentir su aliento en mi cuello. Me estremezco ligeramente, aunque me esfuerzo por mantener la concentración.
—Tiene que haber algo más detrás de esto —murmuro, más para mí misma que para ella, pero sé que Pam lo está escuchando todo.
Ella se inclina más, sus dedos rozan los míos, casi accidentalmente, al tocar la superficie de la columna.
—Parece que hay algo oculto debajo de la erosión —dice, su voz baja, pero su tono indica que sabe algo más—. Si pudiéramos limpiar la superficie, tal vez podríamos verlo mejor.
Levanto la mirada hacia ella, notando la forma en que sus ojos verdes se fijan intensamente en los grabados, como si pudiera ver algo que yo no. No es la primera vez que tiene estas ideas aparentemente espontáneas. Hay algo en su intuición que me desconcierta y me fascina al mismo tiempo.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto, levantando una ceja, pero Pam solo sonríe. Es esa sonrisa suya, la que no revela nada, pero insinúa todo. Me desarma.
—Digamos que tengo un buen presentimiento —responde, sin apartar la vista de la roca, sus dedos aún sobre la superficie. El toque de Pam parece hacer que el misterio se revele por sí solo. O quizás es solo mi imaginación.
Respiro profundamente, la duda y la fascinación luchan dentro de mí. Pam es mi guía en estas ruinas, de eso no tengo dudas. Pero también está guiándome hacia algo más, algo que va más allá de las piedras, de la historia. No puedo evitar pensar que ella es una pieza en el rompecabezas que aún no logro descifrar.
—Siempre tienes un buen presentimiento, ¿no? —le digo con una ligera sonrisa, intentando ocultar lo que realmente pasa por mi mente. Intento sonar casual, pero sé que mi voz tiembla un poco.
Pam me mira entonces, con esa chispa de complicidad en sus ojos, como si entendiera perfectamente lo que no estoy diciendo.
—A veces, no necesitas ver algo para saber que está ahí —dice con un tono misterioso, sus ojos se fijan en los míos por un segundo demasiado largo—. ¿No te parece?
Me detengo por un segundo. No solo está hablando de la roca. Lo sé. Y ella lo sabe. El aire entre nosotras se vuelve denso, cargado de una tensión que no tiene nada que ver con la arqueología. Mi corazón late con fuerza, y por un momento, el trabajo, la expedición, todo parece desvanecerse a nuestro alrededor. Solo quedamos nosotras dos, y esa corriente que no deja de crecer.
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SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]
FantasíaBajo las aguas del Mediterráneo, la arqueóloga Elena Irazusta está a punto de hacer el descubrimiento de su vida: un antiguo códice que podría contener las claves para desenterrar la Atlántida, la civilización perdida que ha obsesionado a generacion...