07. Las ruinas sumergidas

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El sol se filtra suavemente por las cortinas de la habitación, despertándonos con una luz dorada que parece envolver todo a nuestro alrededor. Hay algo diferente en el aire, una calma que no había sentido antes. Me giro lentamente, y mis ojos se encuentran con los de Pam, que está despierta mirándome con una suave sonrisa. No hay palabras al principio, solo esa complicidad silenciosa que compartimos desde la noche anterior, una conexión que aún no entiendo del todo pero que parece haberse profundizado.

Nos sonreímos, una sonrisa que no necesita explicación, como si ambas estuviéramos conscientes de que algo ha cambiado, aunque ninguna de las dos quiera ponerle un nombre. Pam se incorpora lentamente, estirándose como si la mañana fuera suya, su expresión es tranquila pero luminosa.

—¿Lista para el gran día? —me pregunta en tono juguetón, su voz está un poco ronca por el sueño, pero con la misma energía despreocupada de siempre.

—Siempre lista —respondo, aunque dentro de mí siento una pequeña punzada de nervios. El beso de anoche, aunque lo desvió con una broma, aún ronda en mi mente, y me pregunto si para ella fue solo un juego o algo más. Decido no pensar demasiado en eso. Hoy es un día importante, y no puedo permitirme distracciones.

Ambas nos alistamos en silencio, pero el ambiente está cargado de esa energía suave que solo surge cuando hay algo más debajo de la superficie. Mientras me pongo mi equipo de expedición, Pam se viste con algo más ligero, claramente emocionada por unirse a nosotros hoy. La veo mirarse en el espejo, ajustándose el cabello con una sonrisa divertida en los labios.

—Voy a enseñarte algunos rincones de la isla que ni siquiera tú conoces —dice con confianza—. Verás, la gente del pueblo tiene sus propias teorías sobre La Atlántida, y estoy segura de que algunos de esos lugares son clave para tu investigación.

Le devuelvo la sonrisa mientras termino de ponerme la chaqueta, sintiendo que tenerla a mi lado hoy va a hacer la expedición más interesante. Algo en la forma en que maneja las cosas hace que todo se sienta más ligero, más lleno de posibilidades.

—Perfecto —le digo—. Estoy deseando ver qué secretos guarda esta isla que aún no he descubierto.

Salimos del hostal juntas, y el aire fresco de la mañana nos envuelve. Todo se siente tranquilo, pero no tarda en romperse ese silencio cuando vemos a David, la profesora Quintana y el doctor García esperándonos cerca del puerto. Sus miradas son de completa sorpresa cuando ven a Pam a mi lado, claramente sin esperarse que viniera conmigo.

David es el primero en reaccionar, alzando una ceja con una mezcla de incredulidad y diversión.

—¿Pam? —pregunta, casi como si no creyera lo que está viendo—. ¿Y tú qué haces aquí tan temprano? —Me lanza una mirada curiosa—. ¿No sabía que te habías traído a una acompañante, Elena.

Antes de que pueda responder, la profesora Quintana y García también se miran entre sí, confundidos.

—No la esperaba en el equipo —murmura la profesora, más para sí misma que para nosotros—. Esto es una sorpresa.

Me aclaro la garganta, sabiendo que tengo que explicar la situación antes de que empiecen a hacer más preguntas. Aunque no pueda contar todos los detalles de cómo terminó en mi habitación anoche, al menos puedo justificar su presencia hoy.

—Pam es originaria de la isla —empiezo a decir, mientras ella me mira de reojo con una pequeña sonrisa—. Se ofreció a enseñarnos algunos rincones que los pueblerinos creen que están relacionados con la Atlántida. Hay muchas historias locales que no hemos explorado, y ella conoce los lugares que no aparecen en los mapas ni en las guías.

SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora