17. Conflictos internos

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Después de todo lo que ha pasado entre nosotras estos días, cuando estamos solas, juntas, el silencio parece más profundo que nunca. Pam y yo hemos compartido nuestros cuerpos y nuestros corazones, revelado secretos que van más allá de lo humano y lo mítico, y sin embargo, ahora mismo, mientras la brisa marina acaricia nuestros rostros y las olas se mecen en la distancia, una inquietud crece en mi interior.

La realidad, que hasta hace poco parecía un sueño compartido con Pam, comienza a mostrar sus aristas. El precio de lo que hemos construido me pesa más de lo que esperaba. Aunque estamos más unidas que nunca, no puedo ignorar las diferencias que empiezan a salir a la superficie, como rocas sumergidas que amenazan con volcar un barco en calma.

—¿En qué piensas? —pregunta, rompiendo el silencio. Su voz es suave, pero hay un tinte de preocupación en ella. Puedo ver la ternura en sus ojos, esos ojos que parecen contener la esencia del océano mismo, pero también noto la sombra de algo más. Algo que no estaba allí cuando nos sumergimos juntas por primera vez en estas aguas.

Miro hacia el mar, incapaz de sostener su mirada por mucho tiempo, porque sé que si la miro demasiado, todos los pensamientos que me abruman se disolverán como sal en el agua. Pero necesito enfrentar esto. Nosotras dos, nuestra relación, nunca será simple. Nunca será como la de las parejas normales que se encuentran, se enamoran y construyen una vida juntas.

—Estaba pensando en nosotras —le respondo. Las olas golpean suavemente las rocas a nuestros pies, un sonido que normalmente encuentro reconfortante, pero que hoy se siente como un recordatorio de todo lo que está en juego.

Pam me estudia en silencio, su mirada es cautelosa. Veo cómo sus labios se tensan ligeramente y sus ojos se entornan un poco, como si intentara leer lo que no digo.

—¿Nosotras? —repite, con ese tono que usa cuando está nerviosa y trata de ocultarlo—. Cariño, ¿te preocupa algo? —Su pregunta es directa, pero puedo ver que le duele que haya algo entre nosotras que no puedo decirle claramente.

Suspiro, y aunque quiero envolverla en mis brazos, como si el simple contacto físico pudiera borrar estas dudas, sé que no podemos escapar de esto.

—No es eso, Pam —murmuro, usando su nombre humano porque, en este momento, necesito que sea mi Pam y no Seraphina, la guardiana de los secretos. —Es solo que... —Me detengo, luchando por poner en palabras lo que me ha estado carcomiendo por dentro—. Estoy asustada.

Sus cejas se fruncen ligeramente, pero no dice nada, dándome espacio para explicarme.

—Te amo —comienzo, y veo cómo sus ojos se ablandan un poco—, pero tengo miedo. —El viento sopla más fuerte, enredando mi cabello, y mi pecho se siente apretado, como si las palabras que estoy a punto de decir fueran demasiado dolorosas—. Tengo miedo de... de lo que esto nos costará.

Parece sorprendida por un segundo. Puedo ver cómo su expresión cambia, cómo la seguridad que normalmente exuda se desvanece, dejándola más vulnerable de lo que la he visto jamás.

—¿Qué quieres decir? —pregunta finalmente, en un susurro. No hay reproche en ella, solo una profunda tristeza.

Cierro los ojos, tratando de organizar mis pensamientos. Nuestra relación ha sido tan intensa, tan rápida y profunda, que apenas he tenido tiempo de procesar lo que realmente significa estar con alguien como ella. Alguien que, por más humana que parezca en la superficie, nunca dejará de pertenecer al océano.

—Tú y yo... —comienzo, mirando el horizonte, donde el cielo se une con el mar en una línea casi imperceptible—, somos de mundos diferentes. Literalmente. —La palabra me sabe amarga en la boca—. Y aunque eso no debería importar... sé que en el fondo sí lo hace.

SIRENAS: El legado perdido de La Atlántida. | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora