22.

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𝐂𝐄𝐒𝐀𝐑 𝐏𝐀𝐑𝐑𝐀.


10:00 p.m.

Carlos: Eh, wey, ¿ya hablaste con la cuñada? —preguntó a mi lado.

—No, wey, ¿por qué? —dejé mi celular y me giré, quedando frente a frente.

Carlos: Pues... —noté nerviosismo en su voz, como si tratara de encontrar qué decir.

—¿Qué, wey? ¿Por qué estás nervioso?

Carlos: No, popreno, solo que no sé qué tan molesto estés para aún no hablar con ella. —Se encogió de hombros y desvió la mirada.

Seguí su mirada hacia el retrovisor de la Parramóvil, donde Cristhian manejaba y nos miraba rápidamente.

—Pues un poco. Estos días he pensado más las cosas y creo que sí me pasé de pendejo. —Intenté volver a prender mi celular, pero no pude.

Genial.
Se apagó.

Cristhian: ¿Crees? —dijo sarcástico—No mames, más de una semana la estuviste ignorando.

—Es que la veía tan tranquila y mi enojo aumentaba. Pero creo que fue el coraje lo que me cegó. Ahora que lo pienso, sé que ella también la pasó mal. Nunca habíamos estado así.

Carlos: Te mamaste. No querías hablar con ella para no decirle algo malo, y al final les afectó más estar así, a los dos.

Carlos: Pero supongo que es normal. —Me encogí de hombros —Obviamente en todos los matrimonios hay peleas, no todo es color de rosa, ¿no? —miró a Cristhian.

Cristhian: No sé, wey. Yo nunca me he casado. —Torci los ojos y el soltó una risita—Ya, gemela, mi apá te dijo que era inevitable que no pelearan.

—Tn siempre me decía que nosotros no pasaríamos por esto. —Miré la oscuridad de la carretera.

Me recordaba a cómo me había sentido sin ella estos últimos días, sin el calor de sus abrazos cuando llegaba a casa, cansado de los conciertos o del estudio, llenándome de paz y tranquilidad.

Qué pendejo me porté.
Sí extraño a mi niña, mi esposa...
Recuérdenme decirle que me golpee en cuanto llegue a casa.

—Pero sirvió para reafirmar el amor tan grande que siento por ella, reafirmar que nunca se irá, que siempre la amaré. —Dije después de unos minutos mirando por la ventana.

Nunca lo dudé, y nunca dudaré de todo lo que siento por ella. Cada día me confirma más y más que nunca dejaré de amarla.

Carlos: Te traen bien pendejo, popreno. —Me dio unos golpecitos en el hombro.

Cristhian: Qué chistoso, ¿no? —dijo burlón.

¿Qué? —salió de la boca de mi gemelo.

Cristhian: ¡Que a ti también, wey! —gritó en burla, soltando una carcajada.

Carlos: Pinche Cristhian, wey, mejor pon atención al frente. —Torció los ojos y se acomodó en su lugar.

Mi apá y los demás venían en otro coche. Pasarían a dejar unas cosas antes de llegar a Phoenix, lo que retrasaría nuestra llegada, y yo ya quería llegar a casa y abrazar a mi esposa.

Pensándolo bien, sí me traen bien pendejo.
Da igual, ¿quién no andaría así por ella?

Cristhian: Pero sí, César, traten de arreglar sus problemas bien. Yo creo que ya se enfrió la cosa, ya pueden pensar razonablemente. —Asentí.

𝙎𝙞,𝙎𝙞 𝙚𝙧𝙚𝙨 𝙩𝙪 {𝘾𝙚𝙨𝙖𝙧 𝙋𝙖𝙧𝙧𝙖 𝙮 𝙏𝙣}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora