Wood Sprite - El guardián del bosque

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El bosque era un lugar antiguo, lleno de secretos que se escondían bajo el manto de los árboles altos y el susurro del viento. Para la mayoría, era solo un conjunto de árboles y sombras, un lugar donde la naturaleza prosperaba en su caos incontrolado. Pero para aquellos que sabían escuchar, el bosque tenía una voz propia. Una voz que pedía protección, que narraba historias olvidadas por el tiempo.

Izuku Midoriya siempre había sido uno de esos pocos que podían escuchar el llamado del bosque. Desde que era un niño, el viento entre las hojas le susurraba cosas que otros no podían oír. A menudo se escapaba a la espesura, buscando la compañía de los árboles, sintiendo que el bosque lo abrazaba de alguna manera que ninguna otra persona lo hacía. Los animales no huían de él, y las plantas parecían inclinarse hacia él cuando pasaba. Era como si estuviera destinado a este lugar.

Un día, mientras exploraba una parte del bosque que nunca antes había visitado, encontró algo inesperado. Un claro. El aire era diferente aquí, más fresco, más vivo. En el centro del claro, una figura alta y solitaria se encontraba junto a un árbol antiguo, cuyas raíces se extendían como venas sobre el suelo, fusionándose con la tierra misma.

La figura, un joven de cabello rubio, estaba de espaldas a Izuku, aparentemente inmóvil. No llevaba ropa común, sino algo que parecía tejido de la misma naturaleza: hojas, ramas y musgo cubrían su cuerpo, como si formara parte del entorno. Sin embargo, su presencia no se sentía amenazante, sino protectora, como el mismo bosque.

Izuku avanzó cautelosamente, sin querer interrumpir la escena, pero entonces el joven se giró, sus ojos rojos como el fuego clavándose en los de Izuku.

—¿Qué haces aquí, humano? —preguntó el joven, su voz grave resonando en el aire.

Izuku dio un paso atrás, sorprendido. No esperaba encontrarse con alguien así en lo profundo del bosque. Menos aún alguien que lo miraba como si él fuera el intruso.

—Yo... —balbuceó Izuku, su mente trabajando a toda velocidad—. Solo estaba explorando... No sabía que este lugar...

El joven lo interrumpió con una mirada intensa.

—Este es un territorio sagrado —dijo, su tono lleno de advertencia—. No deberías estar aquí.

Izuku, sin embargo, no pudo evitar sentir una conexión con este lugar, una sensación de que había sido llamado aquí por alguna razón.

—Lo siento —dijo rápidamente—. No quería interrumpir... ¿Quién eres tú?

El joven lo observó por un largo momento antes de responder.

—Soy Katsuki, el guardián de este bosque. No deberías haber cruzado la barrera.

Izuku sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que estaba en un lugar especial, pero no esperaba que estuviera tan protegido. Sin embargo, la curiosidad pudo más que el miedo.

—¿Por qué estoy aquí entonces? —preguntó, intentando entender su lugar en todo esto—. No sentí ninguna barrera cuando llegué.

Katsuki frunció el ceño, evidentemente desconcertado por la presencia de Izuku.

—No lo sé —admitió finalmente—. Pero si el bosque te permitió entrar, debe haber una razón.

Katsuki se mantuvo en silencio, observando a Izuku como si intentara leerlo, descifrar por qué el bosque lo había dejado entrar. Su desconfianza no era infundada; muy pocos humanos cruzaban la barrera sin malas intenciones, y aquellos que lo hacían generalmente traían destrucción. Pero algo en Izuku lo desconcertaba. No parecía ser una amenaza, y el bosque no lo había rechazado.

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