El viento otoñal soplaba con fuerza sobre los campos, llevándose hojas secas y susurrando secretos olvidados. En una pequeña aldea, las cosechas se marchitaban cada otoño, y los aldeanos susurraban historias sobre un espantapájaros maldito que cobraba vida al anochecer. Nadie se atrevía a comprobarlo, pero cada año algo extraño sucedía en esas tierras.
Katsuki Bakugou, un guerrero con un pasado oscuro y sin miedo a las leyendas, llegó a la aldea en busca de respuestas. Se decía que su propia familia estaba de algún modo vinculada a una maldición que afectaba a los campos desde generaciones atrás. El consejo de ancianos le había encomendado una misión: descubrir la verdad detrás del espantapájaros y poner fin a la maldición de una vez por todas.
Al llegar, Katsuki notó que la aldea tenía un ambiente cargado de miedo. Los aldeanos lo evitaban, como si temieran lo que él pudiera desenterrar. Sin embargo, había una figura que destacaba: un joven agricultor de ojos verdes brillantes, tímido pero decidido a mantener su parcela con vida.
Izuku Midoriya era conocido por su tenacidad. A pesar de las advertencias y el terror que se cernía sobre los campos, él seguía trabajando en la tierra, intentando que su cosecha no se perdiera. Izuku nunca había creído en las leyendas... hasta que empezaron a suceder cosas extrañas durante la noche.
Katsuki, con su actitud desafiante y mirada penetrante, comenzó a investigar las tierras de Izuku, convencido de que la clave para romper la maldición estaba cerca. Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabía era que Izuku mismo estaba vinculado a la maldición de una forma mucho más profunda de lo que cualquiera podría imaginar.
Katsuki comenzó a vigilar los campos al caer la noche, cuando las sombras se alargaban y el viento se volvía más frío. Había algo inquietante en esos momentos, algo que no podía ver pero sí sentir. Por las noches, siempre ocurrían cosas extrañas. Huellas aparecían en la tierra, marcas de algo pesado que se movía entre los campos. Y aunque él no se dejaba intimidar fácilmente, no podía negar que el ambiente estaba cargado de algo siniestro.
Cada vez que regresaba a la aldea, sus ojos se encontraban con los de Izuku, quien trabajaba con una energía casi frenética, como si intentara mantener algo a raya. Los encuentros entre ambos eran tensos, pero la curiosidad de Katsuki sobre el extraño comportamiento de Izuku aumentaba. Algo en ese chico no encajaba, y aunque Izuku lo esquivaba con sonrisas nerviosas, Katsuki no podía dejar de notar las miradas furtivas y los cambios de ánimo repentinos.
Una noche, mientras Katsuki patrullaba los campos, vio una figura a lo lejos. El espantapájaros. A la luz de la luna, la silueta rígida parecía estar observándolo, sus ojos vacíos clavados en él. Katsuki se acercó, con los músculos tensos, su mano preparada para desenvainar su espada en cualquier momento. Pero al llegar, no había nada anormal: el espantapájaros seguía inmóvil, con la cabeza inclinada hacia un lado.
Sin embargo, esa misma noche, algo sucedió. Al amanecer, Katsuki fue despertado por los gritos de los aldeanos. Una parcela entera había sido arrasada. Y no solo eso: el espantapájaros había desaparecido.
Katsuki volvió corriendo a los campos, y lo primero que vio fue a Izuku, tirado en la tierra, temblando y cubierto de barro. Katsuki lo levantó con brusquedad, exigiendo respuestas, pero lo que vio en los ojos de Izuku lo dejó sin palabras. El miedo en su mirada no era solo por lo que había ocurrido, sino por algo mucho más profundo... algo que Izuku no sabía cómo explicar.
"Yo... no sé qué está pasando, Kacchan," murmuró Izuku, su voz temblando. "Pero cada vez que llega la noche... algo me cambia. No puedo controlarlo."
Katsuki lo miró con incredulidad, pero pronto comenzó a atar los cabos sueltos. La desaparición del espantapájaros, el estado de Izuku... ¿era posible que Izuku fuera el espantapájaros? ¿Que estuviera maldito sin saberlo?
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Inktober Bakudeku monsters
FanficInktober sobre el Bakudeku en diferente universos, teniendo en cuenta la temática del día. Las imágenes utilizadas no son mías, créditos a sus respectivos dueños. -Nikol