Sea serpent - El océano y más allá...?

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Las olas rompían contra las rocas con un sonido hipnótico, y el aroma salado del océano llenaba el aire. Izuku Midoriya se encontraba en la playa al amanecer, observando el horizonte. Era un joven guerrero de su aldea, conocido por su dedicación y valentía. Su tarea era proteger las aguas que rodeaban su hogar, pero en su corazón, también anhelaba descubrir los secretos que el mar escondía.

Desde pequeño, había escuchado las historias de las criaturas mágicas que habitaban en las profundidades. Entre ellas, las serpientes marinas eran las más temidas y reverenciadas. Se decía que eran guardianes de antiguos poderes, y aquellos que se atrevían a desafiar su dominio enfrentaban la ira del océano.

Sin embargo, el peligro no era solo la magia de las serpientes marinas. Una sombra se cernía sobre la costa, una amenaza que crecía cada día. Tomura Shigaraki, un villano despiadado, había estado atacando aldeas costeras, buscando desatar el caos en su búsqueda de poder. La aldea de Izuku había sido uno de sus primeros objetivos, y aunque habían logrado repeler su ataque, la sensación de inminente peligro nunca desapareció.

Un día, mientras Izuku patrullaba las aguas, sintió una extraña corriente que lo llevó hacia una cueva oculta en las rocas. La luz del sol se filtraba débilmente a través de la entrada, y la curiosidad lo empujó a entrar. Dentro, el aire era fresco y húmedo, y un suave murmullo de agua resonaba en la penumbra.

Mientras avanzaba, Izuku encontró un objeto brillante en el fondo de la cueva: un amuleto en forma de escamas. Al tocarlo, una energía poderosa recorrió su cuerpo. Fue entonces cuando escuchó una voz suave y melodiosa.

—¿Quién es el maldito hijo de puta que se atreve a perturbar el sagrado refugio de las serpientes marinas?

Sorprendido, Izuku se volvió y encontró a un joven de ojos ardientes y cabello blanco, con una presencia que emanaba poder. Era Katsuki, el príncipe de las serpientes marinas.

—Soy Izuku Midoriya —respondió, su voz temblando ligeramente—. He venido a proteger mi hogar. Pero... ¿qué eres tú?

Katsuki lo miró con curiosidad y un destello de interés.

—Soy el maldito príncipe de las serpientes marinas, destinado a proteger estas aguas. Siento que tienes un propósito mayor, Midoriya.

El ambiente entre ellos se cargó de tensión, y aunque eran de mundos diferentes, había una conexión inmediata.

—Shigaraki está atacando a la gente de la costa. Si no hacemos algo, más vidas se perderán —dijo Izuku, decidido.

Katsuki asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Entonces, unámonos. Debemos formar un maldito frente común para enfrentar a ese estúpido villano y proteger nuestros mundos.

A medida que la determinación de Izuku crecía, la mirada de Katsuki se volvió intensa, como si su conexión fuera más que un simple encuentro. Sin embargo, ambos sabían que el tiempo era limitado y que debían prepararse para la batalla que se avecinaba.

Con el amanecer asomando en el horizonte, Izuku y Katsuki se prepararon para enfrentar la amenaza de Shigaraki. Mientras se adentraban en el océano, Katsuki compartió su historia con Izuku, revelando los secretos de su mundo submarino y el poder que poseían las serpientes marinas.

—La maldita magia de las serpientes marinas es antigua —dijo Katsuki mientras nadaban—. Podemos convocar las putas fuerzas del océano para ayudarnos. Pero primero, necesitamos un maldito plan.

Izuku escuchaba atentamente, tomando notas mentales sobre cada palabra. Su mente se llenaba de ideas y estrategias.

—Podemos usar la corriente del océano a nuestro favor. Si logramos atraer a Shigaraki hacia un lugar donde las serpientes marinas puedan intervenir, tal vez podamos debilitarlo.

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