Camatozs - la leyenda

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En una pequeña aldea rodeada de densos bosques y montañas, se contaba la leyenda de Camazots, una criatura temida por todos. Los aldeanos susurraban historias sobre un ser con alas enormes, cuernos retorcidos y ojos que brillaban en la oscuridad. Se decía que Camazots protegía el bosque, pero también que podía ser un feroz cazador que atacaba a quienes osaban perturbar su dominio. Los jóvenes del pueblo siempre escuchaban estas historias con miedo, pero también con una extraña fascinación.

Izuku Midoriya era uno de esos jóvenes. Desde pequeño, había estado cautivado por la naturaleza y las leyendas que la rodeaban. Mientras sus amigos se asustaban al escuchar los cuentos de Camazots, Izuku se sentía atraído por la idea de la criatura. Sin embargo, sabía que debía tener cuidado. Su madre le había advertido sobre las consecuencias de desafiar al espíritu del bosque.

Una noche, mientras caminaba por el borde del bosque, Izuku sintió una curiosidad irrefrenable. La luna llena iluminaba el sendero, y las sombras de los árboles danzaban a su alrededor. Se acercó más al bosque, sintiendo el aire fresco y el murmullo de la naturaleza. Fue entonces cuando escuchó un sonido, como un batir de alas. Su corazón latía con fuerza mientras se adentraba más en la oscuridad, intrigado por lo que podría encontrar.

De repente, se topó con un claro. En el centro, se erguía una figura imponente: un enorme murciélago con ojos amarillos que lo observaban fijamente. Era Camazots, y su presencia era abrumadora. Izuku sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero en lugar de retroceder, se quedó paralizado por la fascinación. La criatura tenía una majestad inquietante que lo hipnotizaba.

—¿Quién se atreve a entrar en mi dominio? —rugió Camazots, su voz resonando en el aire como un trueno. Izuku tragó saliva, pero no pudo apartar la vista de la criatura.

—Yo... soy Izuku Midoriya —respondió, su voz temblando ligeramente—. Solo estaba explorando.

Camazots se acercó, su figura proyectando una sombra enorme sobre Izuku. El joven sintió el aire volverse denso y caliente, como si la criatura absorbiera la luz misma. Sin embargo, en lugar de miedo, Izuku sintió una extraña conexión con la criatura. Era como si ambos compartieran un destino entrelazado.

—Explorando, dices. Este bosque no es un lugar para los curiosos. Muchos han perdido la vida al entrar aquí —dijo Camazots, sus ojos brillando intensamente. Izuku sintió que su corazón se detenía ante esa advertencia.

—No tengo intención de hacer daño —respondió Izuku, tratando de mantener la calma—. Solo quería conocer la verdad sobre ti.

Camazots se rió, un sonido profundo y resonante que reverberó en el aire. Era una risa que tenía algo de burlona, pero también de curiosa.

—¿La verdad? La verdad es un lujo que pocos pueden permitirse. ¿Sabes qué pasa con aquellos que buscan conocerla? —preguntó Camazots, inclinándose hacia Izuku con una mirada penetrante.

Izuku se sintió acorralado, pero no podía dejar de mirar a la criatura. Había algo en ella que lo atraía, una fuerza que lo empujaba a seguir adelante a pesar del peligro.

—Lo sé... que podrían sufrir —admitió Izuku, sus ojos fijos en Camazots—. Pero estoy dispuesto a correr el riesgo. Quiero aprender sobre ti y sobre el bosque.

La criatura lo observó por un momento, como si sopesara sus palabras. Finalmente, Camazots se enderezó, sus alas extendiéndose majestuosamente.

—Si deseas conocerme, deberás demostrar tu valía. La curiosidad puede ser tanto una bendición como una maldición. Solo aquellos que son verdaderamente valientes pueden descubrir lo que hay detrás de las sombras.

Izuku sintió que la adrenalina corría por sus venas. Estaba a punto de embarcarse en una aventura que cambiaría su vida para siempre. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que estaba a punto de entrar en un mundo que lo desbordaría.

Inktober Bakudeku monsters Donde viven las historias. Descúbrelo ahora