Satyr - Wildfire's Dance

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Izuku Midoriya no solía perderse en el bosque, pero esa tarde todo parecía diferente. El aire era más denso, los árboles más altos, y había algo en la atmósfera que lo mantenía inquieto, casi... alerta. Su respiración se aceleraba ligeramente, aunque intentaba convencerse de que era por el esfuerzo de caminar y no por la extraña sensación que lo envolvía.

Estaba solo, o al menos eso creía, hasta que un sonido suave llegó a sus oídos. Era una risa, baja, profunda, que reverberaba en el silencio de los árboles.

—¿Quién está ahí? —preguntó Izuku, su voz temblando un poco, mientras miraba alrededor. El bosque respondió con silencio.

—No esperes que te responda un conejo, humano —dijo la misma voz, esta vez más cerca, como si alguien estuviera justo detrás de él.

Izuku giró de inmediato, su corazón latiendo con fuerza, y ahí lo vio. Apoyado casualmente contra un tronco, una criatura que parecía surgir de algún sueño antiguo: un hombre, o al menos algo parecido, con el torso desnudo y definido, piel dorada y... patas de cabra. Su pelo rubio, despeinado, estaba coronado por un par de cuernos pequeños pero intimidantes, y en sus labios jugaba una sonrisa ladina, llena de arrogancia.

—¿Qué eres? —preguntó Izuku, incapaz de apartar la mirada de aquel ser extraño pero increíblemente atractivo.

—¿No te enseñaron modales, mocoso? —respondió el sátiro, sus ojos rojos evaluando cada centímetro de Izuku. Dio un paso adelante, y sus pezuñas resonaron suavemente contra el suelo—. Soy Katsuki Bakugou. ¿Y tú qué haces en mi bosque?

—Yo... solo caminaba —respondió Izuku, intentando mantener la compostura mientras sentía cómo una corriente de calor recorría su cuerpo—. No sabía que este bosque tenía dueño.

Bakugou se rió, un sonido bajo y cargado de algo más que simple diversión. Caminó en círculo alrededor de Izuku, como si lo estuviera inspeccionando, y cada vez que se acercaba, el aire entre ellos parecía volverse más espeso, cargado de una tensión que Izuku no podía ignorar.

—Todos los lugares tienen un dueño, Deku —dijo Bakugou en voz baja, deteniéndose justo detrás de él. Izuku pudo sentir su aliento contra la nuca, y se tensó involuntariamente.

—¿Deku? —preguntó Izuku, girando levemente la cabeza para mirarlo.

—Eso es lo que eres, ¿no? Un maldito inútil, perdido en un lugar donde no deberías estar —Bakugou sonrió, y la malicia en su expresión hizo que el estómago de Izuku se contrajera, aunque no era del todo desagradable.

—No soy un inútil —replicó Izuku, intentando mantener la voz firme, aunque sentía cómo el calor en su cuerpo aumentaba, una sensación extraña que nunca había experimentado antes—. Y no estoy perdido.

Bakugou arqueó una ceja, inclinándose hacia adelante hasta que su rostro estuvo peligrosamente cerca del de Izuku. Sus ojos rojos lo escrutaban, como si pudiera ver directamente a través de él, desnudando cada pensamiento, cada emoción.

—¿Ah, sí? —murmuró Bakugou, su aliento cálido rozando los labios de Izuku—. Entonces, si no estás perdido, ¿qué estás buscando aquí?

Izuku tragó saliva, incapaz de pensar claramente con la cercanía del sátiro, sus ojos fijos en los de Bakugou, sus labios apenas a unos centímetros de los suyos. Sentía el calor emanando del cuerpo de la criatura, el suave roce de su piel contra la suya. Cada fibra de su ser le gritaba que se alejara, que corriera, pero había algo más fuerte que lo mantenía en su lugar.

—Yo... no lo sé —admitió Izuku, su voz casi un susurro, incapaz de apartar la mirada de los labios de Bakugou, tan cerca, tan peligrosamente cerca.

Inktober Bakudeku monsters Donde viven las historias. Descúbrelo ahora