Phoenix - Flames of fate

15 5 0
                                    

La ciudad nunca había sido tan silenciosa. El eco de sus pasos resonaba en las calles desiertas, y la luna se alzaba alta, pálida y distante, como si observase desde arriba un espectáculo inevitable. Izuku apretaba los puños a sus costados, tratando de ignorar el peso que sentía en el pecho. No sabía si era el miedo o la emoción, pero desde hacía semanas, algo lo llamaba desde lo más profundo de su ser.

—¿Otra vez soñaste con el fuego? —la voz de Katsuki, áspera como siempre, rompió el silencio. Caminaba unos pasos por delante, sin mirarlo, pero Izuku sabía que también él sentía la extraña presión que los envolvía.

Izuku asintió, sin necesidad de mentir. Cada noche era lo mismo: un mar de llamas, cenizas que cubrían todo a su alrededor y una sombra en la distancia que parecía crecer con cada paso que daba. Era aterrador, pero, a la vez, había algo tranquilizador en ese fuego.

—No es solo un sueño —dijo Izuku, levantando la vista hacia la espalda de Katsuki—. Lo sé. Es como si algo dentro de mí intentara salir.

Katsuki se detuvo de golpe, girando sobre sus talones para enfrentarlo. Sus ojos rojos estaban llenos de la misma furia contenida que Izuku había visto mil veces, pero ahora había algo más en ellos: incertidumbre.

—No tienes ni idea de lo que estás diciendo, Deku —gruñó Katsuki—. Solo estás asustado.

—No, Kacchan. —Izuku dio un paso adelante—. Sé que tú también lo sientes. Lo hemos sentido toda la vida.

Katsuki apartó la mirada, pero no lo negó. Algo estaba ocurriendo, algo que no podían ignorar más. Las últimas semanas habían sido extrañas, con sombras apareciendo en las esquinas de la ciudad y una sensación de peligro inminente que no podían explicar. Pero lo que realmente los perturbaba eran los sueños... y el calor.

Izuku podía sentirlo ahora, ese calor creciente en su pecho, como si algo en su interior estuviera a punto de explotar.

—He estado investigando —dijo Izuku, sacando un viejo libro de su mochila. Era un volumen que había encontrado en una librería antigua, uno que hablaba de criaturas míticas, de leyendas que parecían ridículas... hasta ahora.

Katsuki frunció el ceño, cruzando los brazos. —¿Y qué se supone que es esa basura?

Izuku lo abrió, pasando las páginas rápidamente hasta llegar a una ilustración que había estudiado cientos de veces: un fénix, sus alas envueltas en llamas doradas, levantándose desde las cenizas.

—Esto. —Izuku tocó la imagen con cuidado—. No son solo leyendas. Los fénix existieron, y no solo como criaturas míticas. Eran cambiaformas, como nosotros.

El silencio que siguió a sus palabras fue denso, como si todo el aire hubiera sido succionado de la calle. Katsuki lo miró, sus labios fruncidos en una línea dura.

—¿Nosotros? —repitió lentamente, casi burlándose—. ¿Te has vuelto loco?

Izuku respiró hondo. Sabía que era difícil de aceptar, pero lo había sentido en su piel, en sus huesos. Y sabía que Katsuki también lo sentía, aunque lo negara.

—Desde que éramos niños, hemos sido diferentes, Kacchan. —Izuku alzó la vista para mirarlo directamente a los ojos—. Somos los últimos de una línea de cambiaformas fénix. Todo lo que hemos estado experimentando... los sueños, el calor, la conexión... todo tiene sentido ahora.

Katsuki chasqueó la lengua, apartando la mirada, pero Izuku vio cómo sus manos se tensaban, los dedos apretándose con tanta fuerza que los nudillos se pusieron blancos.

—Y si es cierto, ¿qué? —espetó Katsuki, volviéndose hacia él con furia—. ¿Qué se supone que vamos a hacer con esa mierda?

Izuku tragó saliva. Esa era la pregunta que no sabía cómo responder. Algo oscuro estaba al acecho, algo que no entendían por completo, pero sus instintos les decían que el momento de enfrentarlo estaba cerca. Y cuando llegara, tendrían que estar listos para aceptar lo que eran... o perecer.

Inktober Bakudeku monsters Donde viven las historias. Descúbrelo ahora