El sol del atardecer teñía el cielo de un tono anaranjado, mientras Katsuki Bakugou descendía por la colina con una mano firmemente sobre la empuñadura de su espada. El terreno irregular bajo sus pies crujía con cada paso, pero él mantenía la mirada fija en el denso bosque que se extendía frente a él. Llevaba semanas persiguiendo a su presa, un legendario Wolpertinger, una criatura mitad liebre, mitad ave, adornada con cuernos afilados como dagas. Este era el último de su especie, un objetivo codiciado entre los cazadores, y Katsuki no estaba dispuesto a dejar que escapara.
Era un trabajo sucio, pero era lo que mejor sabía hacer. Su familia tenía una larga historia de cazar criaturas mágicas, y él había sido el mejor desde que tenía memoria. Esta misión, sin embargo, era diferente. Algo en su interior le decía que esta criatura no era como las demás. No podía quitarse de la cabeza esa sensación de incomodidad que lo había acompañado desde que cruzó el umbral del bosque. Algo lo vigilaba, lo sentía.
Katsuki se detuvo al borde del bosque, observando los árboles altos que proyectaban largas sombras sobre el suelo. Era consciente de que, si se adentraba demasiado, podría perderse en el laberinto de árboles y maleza. Pero no tenía otra opción. Su reputación dependía de esta captura, y no iba a permitir que un simple animal lo derrotara.
Se adentró en el bosque, con los sentidos alerta. El aire era más frío aquí, y el silencio lo envolvía. Solo el crujido de las hojas bajo sus botas rompía la quietud. Katsuki avanzaba con cautela, sus ojos buscaban cualquier señal de movimiento, cualquier rastro de su objetivo. Pero, en lugar de encontrar al Wolpertinger, sus pensamientos se desviaron hacia la figura misteriosa que había conocido unos días atrás.
Izuku Midoriya.
Había algo en ese chico que lo inquietaba. Izuku había aparecido en el pueblo de la nada, siempre en la periferia, observando desde las sombras. Katsuki lo había visto varias veces, pero nunca había podido hablar con él directamente. El chico parecía conocer el bosque mejor que nadie y desaparecía tan rápido como aparecía. A pesar de que Katsuki lo había intentado varias veces, no había logrado hacerle preguntas sobre el Wolpertinger. Era como si Izuku siempre estuviera un paso adelante, sabiendo exactamente dónde estaría Katsuki.
"Maldito bastardo", murmuró Katsuki, deteniéndose brevemente al recordar la última vez que vio a Izuku. Había sido apenas un destello de su abrigo verde mientras se escabullía entre los árboles, como si fuera parte del bosque mismo.
De repente, un sonido a lo lejos captó su atención. Un ligero crujido de ramas, seguido de un susurro apenas audible. Katsuki tensó los músculos, su mano aferrándose con más fuerza al arma. No podía permitirse perder la concentración, no ahora que estaba tan cerca. Avanzó en dirección al sonido, asegurándose de no hacer ruido.
A medida que se acercaba, el susurro se hizo más claro. Era una voz... una voz humana.
Katsuki entrecerró los ojos, agachándose detrás de un árbol grueso para observar sin ser visto. Ahí, a unos metros de distancia, estaba Izuku, de pie en un claro, murmurando en voz baja a algo que no podía ver. Parecía estar hablando solo, pero había una energía en el aire, una vibración casi tangible que emanaba de la escena. Katsuki se quedó inmóvil, observando.
Izuku alzó la mano, y de la nada, una pequeña figura apareció frente a él. Era el Wolpertinger, justo como lo había descrito el libro de cazadores de su familia: cuernos afilados, orejas largas y una cola emplumada. El corazón de Katsuki se aceleró al verlo, pero algo lo detuvo de lanzarse al ataque. Izuku se inclinó hacia la criatura, susurrando algo más antes de acariciar suavemente su pelaje. El Wolpertinger no parecía temerle en lo absoluto. De hecho, parecía confiar en él.
"¿Qué demonios...?" Katsuki susurró para sí mismo, sus cejas frunciéndose mientras intentaba procesar lo que estaba viendo.
Izuku no solo conocía al Wolpertinger, sino que estaba protegiéndolo. Todo encajaba ahora: las miradas furtivas, las desapariciones en el bosque, el modo en que parecía saber más de lo que dejaba entrever. Izuku era más que un simple habitante del pueblo. Él era el guardián de la criatura.
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Inktober Bakudeku monsters
Fiksi PenggemarInktober sobre el Bakudeku en diferente universos, teniendo en cuenta la temática del día. Las imágenes utilizadas no son mías, créditos a sus respectivos dueños. -Nikol