Izuku Midoriya siempre había tenido una conexión inexplicable con el lago que bordeaba su aldea. Desde pequeño, sentía una atracción por el lugar, como si algo en esas aguas profundas y oscuras lo llamara. Sin embargo, nunca había cruzado más allá de la orilla, asustado por las leyendas que rodeaban el lago. Se decía que un Nokken, un espíritu de agua, vivía en las profundidades, engañando a los viajeros incautos y llevándolos a una muerte segura. Pero Izuku nunca había creído completamente en esas historias... hasta que lo vio con sus propios ojos.
Katsuki Bakugou, por otro lado, no tenía tiempo para supersticiones. Era el mejor en todo lo que hacía y no tenía miedo de decírselo al mundo. No le importaban las leyendas ni las advertencias, y cuando escuchó que Izuku estaba investigando el lago, decidió acompañarlo, pero no para ayudarlo. Lo hizo para asegurarse de que Izuku no arruinara nada con sus tonterías de héroe inexperto.
—¿Qué diablos haces aquí, nerd? —le espetó Katsuki la primera vez que lo vio en la orilla del lago. Su tono era ácido, y el desdén en su mirada hizo que el corazón de Izuku se encogiera.
—No es asunto tuyo, Kacchan —respondió Izuku, sin mirarlo directamente, tratando de ignorar la forma en que el apodo salió de sus labios de manera automática. A pesar de todo, siempre le llamaba así.
—Claro que es asunto mío, porque si metes la pata y te ahogas, ¿quién crees que va a tener que sacarte del agua, huh? —se burló Katsuki, cruzando los brazos mientras se acercaba más a la orilla—. Siempre eres un estorbo, Deku.
Izuku apretó los puños, sin querer darle la satisfacción de una respuesta. Sabía que nunca podría ganarle una discusión a Katsuki, pero esta vez, no dejaría que lo intimidara. Tenía una misión que cumplir, y no iba a permitir que nadie, ni siquiera Katsuki Bakugou, lo detuviera.
—Estoy aquí por una razón —dijo Izuku, finalmente volviéndose hacia él, su mirada decidida—. Algo está pasando en este lago, y quiero descubrir qué es. Si no me crees, entonces puedes marcharte.
Katsuki lo miró con una mezcla de sorpresa y enojo. Nadie le hablaba así, mucho menos alguien como Izuku. Pero, en lugar de explotar como siempre lo hacía, algo lo detuvo. Quizás era la seriedad en los ojos de Izuku, o el hecho de que, por una vez, parecía no tener miedo de él.
—Tsk. Haces lo que te dé la gana, pero no vengas llorando después —gruñó Katsuki, aunque en lugar de irse, se quedó a su lado, vigilando mientras Izuku comenzaba a tomar notas en su cuaderno.
Ambos permanecieron en silencio, incómodos, pero ninguno dispuesto a irse. Izuku sentía que algo estaba por suceder, como si el lago mismo estuviera conteniendo la respiración, esperando el momento adecuado para revelar sus secretos. Y no pasó mucho tiempo antes de que la calma fuera interrumpida.
Mientras Izuku tomaba notas, el silencio que los rodeaba comenzó a volverse inquietante. Los árboles alrededor del lago se movían apenas con el viento, pero había algo en el ambiente, una energía que parecía haberse despertado. Katsuki, aunque no creía en leyendas, sentía cómo la piel se le erizaba.
—¿No te parece que todo esto es una pérdida de tiempo? —murmuró Katsuki, apoyado en un árbol cercano, sin apartar la vista del lago. Aunque sonaba despectivo, había una pequeña nota de duda en su voz que Izuku no pudo ignorar.
Izuku cerró su cuaderno y lo miró, pensativo. No iba a admitirlo, pero una parte de él también tenía dudas. Sin embargo, algo dentro de él le decía que debía seguir investigando, que algo estaba oculto en las profundidades del lago. Y estaba a punto de descubrirlo.
De repente, una sombra oscura se movió bajo la superficie del agua. Izuku se tensó, y aunque Katsuki lo notó, decidió no decir nada al principio, creyendo que era solo la imaginación hiperactiva del otro. Pero la sombra se movió de nuevo, esta vez con más claridad, y Katsuki frunció el ceño.
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Inktober Bakudeku monsters
أدب الهواةInktober sobre el Bakudeku en diferente universos, teniendo en cuenta la temática del día. Las imágenes utilizadas no son mías, créditos a sus respectivos dueños. -Nikol