La doble cara de la moneda (31)

1.1K 94 20
                                    

Charles Pov's

Estaba sentado en la oscuridad, la televisión encendida en el único canal que necesitaba ver. Una y otra vez, como en un bucle eterno, las imágenes de Max sacando a Lana de entre las llamas y la forma en que ella se aferraba a él pasaban frente a mis ojos. ¿Por qué él? ¿Por qué siempre tiene que ser Max?

Mierda… esto no debería estar pasando —  murmuré, lleno de frustración.

La escena se repetía, y cada vez que veía a Lana aferrándose a él, algo en mí se rompía un poco más. Esa imagen… esa maldita imagen no me dejaba en paz. ¿Cómo pudo ella aferrarse a él así? ¿Cómo es que siempre es Max quien aparece en su vida en los momentos críticos? Yo debería ser el que estuviera ahí para ella. No él. Nunca él.

La puerta detrás de mí se abrió, pero no me giré. Sabía quién era.

Charles, Fred nos está llamando. Tenemos que ir — escuché la voz de Carlos. Sabía que era él, su tono calmado como siempre. Pero yo no estaba para calmados.

Ya voy —  respondí de manera automática, sin apartar la vista de la televisión.

Seguí mirando la pantalla, viendo una y otra vez a Max con Lana en brazos, sacándola de las llamas como si fuera un maldito héroe. Sentí a Carlos acercarse. Noté su mirada sobre mí, observando cómo mi atención no se despegaba de la televisión.

— ¿En serio sigues viendo eso? —  preguntó finalmente, con una mezcla de cansancio y preocupación.

Le miré de reojo, con la misma expresión seria en mi rostro  — ¿Por qué no habría de hacerlo? — respondí sin emoción, pero dejando claro que no me gustaba su intromisión.

Carlos frunció el ceño, visiblemente molesto. Se sentó a mi lado, algo que no esperaba. – Charles, ya tienes que dejar ir esto –  dijo, su voz cargada de una sinceridad que me molestaba. — Solo te estás haciendo daño. A ti mismo —

Giré mi cabeza hacia él, mirándolo directamente a los ojos.

— ¿Por qué tendría que aceptar el consejo de alguien que ni siquiera le gustan las mujeres? — solté, sintiendo cómo mi enojo se transformaba en palabras venenosas.

Carlos se puso rígido, sorprendido por mis palabras. — ¿Y qué tiene que ver eso? Por lo menos yo sé cuándo dejar ir a alguien. No como tú, que te aferras a una idea imposible —

¿Ah, sí? — respondí con frialdad, sin querer aceptar sus palabras. — ¿Qué sabrías tú de amor? Mejor vete con tu estúpido e inmaduro novio y déjame en paz —

Carlos se levantó de golpe, visiblemente molesto. Me miró desde arriba, y por un momento pensé que me golpearía. Pero en lugar de eso, respiró hondo y me habló de nuevo, esta vez con una firmeza que no había escuchado antes de él.

Primero, espero que no vuelvas a referirte a Lando de esa manera. Porque por lo menos él es comprensivo, cosa que tú no eres. Segundo, algún día entenderás que el problema no son los demás, Charles. Eres tú. Te estás hundiendo solo, y no te das cuenta. Y sí, tal vez es mejor que no esté contigo en el equipo el proximo año porque no soporto verte así —

Se dio la vuelta y se fue, cerrando la puerta con un golpe sordo. Me quedé solo en la habitación, sintiendo cómo la ira se apoderaba de mí. Antes de darme cuenta, lancé el control remoto de la televisión con todas mis fuerzas, directo a la pantalla. El impacto fue justo cuando la cámara enfocaba la cara de Max.

Observé la pantalla rota, mi reflejo distorsionado por las líneas de la imagen destrozada. Con los puños apretados y el corazón lleno de rabia, murmuré entre dientes.

Racing Hearts|Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora