La Herida que Queda (18)

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Lando Pov's

Cuando desperté, lo primero que noté fue a Lana, aún dormida, abrazada a mí. Su rostro, por fin, mostraba una leve tranquilidad, como si en ese momento hubiera encontrado algo de paz después de todo el caos de la noche anterior.

Me moví despacio, tratando de no despertarla, deslizándome con cuidado para levantarme. Sabía que tenía que hablar con Max. No podía dejarlo pasar después de lo que le había dicho a Lana. No podía permitir que alguien la tratara de esa forma, mucho menos él.

Salí del motorhome y caminé decidido por el paddock, ignorando las miradas curiosas de algunas personas que notaron mi expresión de enojo. Cuando finalmente lo encontré, estaba solo, y ni siquiera dudé. Lo empujé con fuerza, sacando de una vez toda la rabia que llevaba acumulada.

¡¿Qué carajos te pasa, Max?! — le reclamé, la voz cargada de ira — ¿Cómo pudiste decirle a Lana lo que le dijiste? ¿Cómo pudiste menospreciarla de esa manera? —

Max se giró, sorprendido, pero pronto su rostro se endureció. Se puso a la defensiva de inmediato, frunciendo el ceño.
— ¿Cómo sabes eso? — me preguntó, con el tono desafiante que me hizo hervir la sangre.

Lana apareció anoche en mi motorhome, llorando por tu culpa — le respondí, sintiendo la furia arremolinándose dentro de mí. — ¿De verdad la ves solo como un obstáculo en tu camino? ¿Eso es lo que piensas de ella? Eres un maldito imbécil, Max—

Max bufó, como si todo esto no fuera más que una molestia para él. — No te metas en esto, Lando. Lana… solo fue un objeto, algo que... — No lo dejó terminar.

Lo empujé con todas mis fuerzas, haciéndolo caer al suelo. La rabia me quemaba por dentro, y sentí que no me podía controlar más. Max se levantó rápidamente, con el rostro desencajado, y cuando estaba a punto de golpearme, varios guardias intervinieron, separándonos antes de que la situación empeorara.

¡Eres un humano despreciable! — le grité, aún furioso, mientras me alejaban de él. No podía entender cómo alguien podía ser tan cruel.

Me alejé de la zona, tratando de calmarme, pero la rabia seguía corriendo por mis venas. Regresé al motorhome y, al entrar, encontré a Lana exactamente donde la había dejado, dormida, abrazada a la almohada.

Suspiré profundamente, tratando de que el enojo desapareciera. Me acerqué y me senté a su lado con cuidado, acariciándole el pelo con suavidad. Sentí cómo se removía poco a poco, despertando.

Cuando sus ojos se abrieron lentamente, me miró y sonrió levemente. — Buenos días, Lando — murmuró con voz suave, todavía algo somnolienta.

Buenos días, Lala — le respondí, devolviéndole la sonrisa.

Me incliné y le dejé un pequeño beso en la cabeza, en un gesto de cariño y protección. Sabía que la mañana sería difícil para ella.

Alístate — le dije— Te llevaré a desayunar —

Lana asintió lentamente y se levantó, acomodándose la ropa que llevaba desde la noche anterior y pasándose las manos por el cabello para peinarlo un poco.

Nos preparamos y salimos juntos del motorhome, dirigiéndonos hacia un bar cercano. Necesitaba que todo se calmara, que ella tuviera un momento para respirar sin preocuparse por Max.

Nos sentamos en una mesa y pedimos algo para desayunar. Mientras esperábamos la comida, noté que Lana revisaba su teléfono, su expresión cambiando a medida que leía lo que había pasado esa mañana. Me miró, sus ojos cargados de curiosidad y preocupación.

Racing Hearts|Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora