La conexión entre dos personas, especialmente en el contexto del amor y la atracción, a menudo se ve iluminada por la importancia del consentimiento. En el mundo de las relaciones, el consentimiento se erige como un pilar fundamental, no solo como una cuestión de respeto y acuerdo mutuo, sino también como una manifestación de confianza y conexión emocional.
La intimidad, ya sea física o emocional, se construye sobre esta base, permitiendo que las personas se abran a la vulnerabilidad de compartir su ser más profundo sin temor. Sin embargo, la dinámica del consentimiento va más allá de un simple "sí" o "no"; es un diálogo continuo que implica escuchar, comprender y respetar los deseos y límites del otro.
Decidí hacer mi rutina de skincare, esperando que el frío de la crema en mi rostro enfriara también el calor que sentía en mis mejillas. Caminé hacia mi tocador, encendiendo la música suave y relajante, pero el cosquilleo en mi estómago no parecía disminuir.
Mientras aplicaba la crema, noté que mis manos temblaban ligeramente. A pesar de la tranquilidad que intentaba aportar la música, la intensidad de Fezco seguía presente, colgando en el aire como un suave peso. Su mirada, siempre tan intensa, había dejado huella en mí, y por más que intentaba concentrarme en otra cosa, el recuerdo de cómo me había mirado antes me hacía temblar.
Desde la cama, Fezco me observaba en silencio, una sonrisa traviesa dibujada en sus labios. Luego, con movimientos lentos y calculados, se levantó y comenzó a caminar hacia mí. Sentí su presencia incluso antes de verlo reflejado en el espejo. Cuando él se acercó lo suficiente para tomarme de la mano, mi cuerpo se quedó completamente inmóvil. Sus dedos rozaron suavemente con los míos, provocando un nuevo escalofrío que recorrió mi espalda.
La tensión entre nosotros era palpable, casi eléctrica, y cada segundo que pasaba sin que él hablara solo aumentaba la expectativa. Lo mire de reojo, mi corazón latía con fuerza mientras él me guiaba cerca de él, la calidez de mi cuerpo tan cercana al suyo que casi podía sentir el latido de mi propio corazón en sus oídos.
—¿Qué pasa, Vi? —preguntó Fezco con voz baja y seductora, su tono lleno de ese descaro que siempre me hacía sentir vulnerable y deseada al mismo tiempo—. ¿Sigues nerviosa por mí?
Sonreí tímidamente, intentando ignorar el rubor. —Tal vez... —respondí en un susurro, con mi voz temblorosa pero cargada de emoción.
Fezco se inclinó aún más cerca, sus labios apenas a un suspiro de distancia de los míos. La cercanía era casi insoportable, pero no podía alejarse. Sentía la respiración de él en mi piel, su aroma envolviéndome, haciendo que mi cabeza diera vueltas.
