La conexión entre Fezco y Violet estuvo marcada por un magnetismo extraño, una atracción que nunca necesitó palabras, solo el roce casual de sus manos o la manera en que sus miradas se encontraban en el silencio. Cada pequeño toque entre ellos, una mano que roza un brazo o un simple apoyo en el hombro, parecía encender un fuego sutil y emocionante, como si sus cuerpos descubrieran un idioma nuevo y secreto. Fezco, siempre reservado, no estaba acostumbrado a estos gestos tan íntimos, y Violet, por su parte, no imaginaba que pudiera ver a alguien tan vulnerable y genuino como él.
Esos toques, sin llegar a algo más físico, provocaban en ambos una serie de emociones intensas y desconocidas. Fezco descubría una parte de sí mismo que jamás se había permitido explorar, una mezcla de anhelo y ternura que lo dejaba sin palabras. Violet, por otro lado, encontraba en esos gestos una faceta sorprendentemente dulce y delicada de él que le robaba el aliento. Sin necesidad de dar un paso más, los dos se sumergían en una intimidad creciente, compartiendo sensaciones que eran tan nuevas como poderosas. Cada roce era un mundo en sí mismo, un suspiro cargado de significado, un recuerdo que ambos querían atesorar en secreto.
Poco a poco, una de sus manos descendió, trazando un camino suave hasta posarse en mi cintura, tirando de mí hasta que no quedó ni un resquicio de espacio entre nosotros. En un momento, me separé un poco para tomar aire, con mi pecho aún acelerado, mis ojos buscaron los suyos. Él deslizó su pulgar lentamente por mi mejilla, mientras sus ojos se clavaban en los míos.
—Vas a hacer que me acostumbre a esto —le susurré con una sonrisa temblorosa.
Él sonrió, inclinándose hacia mí una vez más. —Tal vez esa sea la idea, preciosa.
Nos besamos de nuevo, y en ese instante no importaba nada más, solo el sonido de nuestras respiraciones y la cercanía que hacía que el tiempo pareciera detenerse.
Fezco y yo estábamos completamente absortos el uno en el otro, envueltos en un beso profundo que parecía hacer desaparecer todo a nuestro alrededor. Sentía cómo su mano en mi cintura subía lentamente, sus dedos deslizándose con una precisión tentadora, deteniéndose justo al borde de mi pecho. Su pulgar trazó un pequeño círculo sobre mi piel, enviando una corriente eléctrica que hizo que mi respiración se volviera irregular. Podía sentir cómo su aliento se entremezclaba con el mío, la calidez entre nosotros aumentando con cada segundo que pasaba, como si el aire en la habitación se hubiera vuelto más denso.
Nuestras miradas se encontraron por un instante, y en sus ojos había una chispa que me hacía perder la noción de todo lo demás. Con una media sonrisa, sus labios buscaron los míos nuevamente, esta vez con una intensidad aún mayor, profundizando el beso de una forma que me hizo temblar.
