Prólogo

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Las reglas cambian


El aire en la habitación está cargado de expectación. María, Juan Carlos y Marce están sentados frente a tres expertos informáticos, amigos de confianza de María desde sus días de trabajo en oficina. La pantalla de la computadora proyecta una luz azulada sobre sus rostros tensos.

—Bien, María —dice Jorge, el líder del equipo técnico, ajustándose las gafas—. Creo que tenemos algo.

María se inclina hacia adelante, su corazón latiendo con fuerza. Este es el momento que ha estado esperando durante meses.

—Dale —su voz es firme, decidida.

Jorge asiente y comienza a desplegar una serie de imágenes en la pantalla. Son fotogramas del infame video, ahora ampliados y mejorados, revelando detalles antes invisibles.

—Aquí —señala Jorge—, en este frame, capturamos algo importante.

Dana, otra de las expertas, toma el control del teclado.

—Miren esto —hace clic y una nueva imagen aparece—. Es un tatuaje en el antebrazo del hombre. Casi imperceptible, pero está ahí.

María se acerca a la pantalla, sus ojos se abren de par en par.

—Pablo —susurra María, la revelación golpeándola como un puñetazo en el estómago. Sus ojos se clavan en el tatuaje familiar en la pantalla—. Es el tatuaje de ese cabrón.

Juan Carlos suelta una maldición entre dientes, su puño apretándose con fuerza. Marce, con los ojos abiertos de par en par, agarra la mano de María, sus nudillos blancos por la presión.

Jorge, notando la tensión, se inclina hacia adelante con una sonrisa torcida.

—Con este vato, tenemos más características que te pueden servir un chingo para darle en la madre... Mira esto.

Con unos cuantos clics, despliega una serie de fotogramas en la pantalla. Cada imagen revela un detalle incriminatorio: un lunar distintivo en el cuello, otro en la espalda, la línea afilada de su mandíbula, un perfil completo capturado en un descuido.

<<Qué pendejo>>

Piensa María, su mente acelerándose. Cada nueva imagen es como una pieza de un rompecabezas cayendo en su lugar, formando una imagen clara de la traición de Pablo.

—Es como si... —murmura, frunciendo el ceño— como si quisiera ser descubierto desde un principio.

Juan Carlos asiente, su expresión una mezcla de disgusto y confusión.

—O es muy estúpido, o muy arrogante. Tal vez ambas.

Marce, aún aferrada a la mano de María, se inclina hacia adelante, su voz temblando ligeramente con una mezcla de ansiedad y determinación.

—¿Y la mujer? ¿Qué hay de ella?

El tercer experto, David, toma la palabra.

—Fue más complicado identificarla. Pero miren esto —amplía otra sección del video—. Detrás de su oreja, hay un pequeño tatuaje de notas musicales. Es muy característico.

—Y eso no es todo —añade Dana—. En este frame, capturamos su perfil y la forma de la nariz... en este otro, cuando sonríe, se ve un destello. Es un brillante dental. Apenas visible, pero está ahí.

María frunce el ceño, procesando la información.

—Definitivamente no soy yo...

Juan Carlos trata de recordar dónde ha visto ese tatuaje, o al menos uno muy parecido... ¿Dónde? ¿Dónde?

—Hay más —continúa Jorge—. Analizamos datos del video... María, fue grabado en tu casa.

Un escalofrío recorre la espalda de María. Confirmando lo que ya sabía.

—¿Cuándo? —Es lo único que le falta por confirmar. La jodida fecha.

—La fecha —interrumpe David—. Corresponde a los últimos días de Octubre.

No hace falta sumar dos más dos. Los tres saben que esa fecha todos estaban en Sinaloa en la fiesta de Dia de Muertos en el rancho de los padres de Rafael.

El silencio cae sobre la habitación como una losa. La realización de lo que esto significa es abrumadora.

—Entraron a mi casa —murmura María, su voz mezclando incredulidad y rabia—. Usaron mi casa para... joderme.

Juan Carlos se pone de pie, su rostro una máscara de determinación.

—Ahora tenemos pruebas, María. Pruebas concretas... — Su mirada no es la de mi Chocolate, es la de Juan Carlos, el ranchero de Mazatlán encabronado. Todo en el cambia. — ... tú decides como lo hacemos ... ¿Por las buenas o... por las malas?

Marce asiente, apoyando a su novio con su clara propuesta, sus ojos brillando con una mezcla de furia y apoyo incondicional.

—¿Cómo lo hacemos, amiga?

Mira a sus amigos, a los expertos que la han ayudado, y por primera vez en meses, siente que el peso sobre sus hombros comienza a aligerarse. El juego ha cambiado, y ahora, finalmente, tiene las cartas ganadoras en su mano.

<<Prepárense, cabrones... El verdadero juego apenas comienza>>

La determinación en el rostro de María es palpable. El próximo movimiento será suyo, y está lista para voltear el tablero.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora