51 Invitaciones y margaritas

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María

La oficina de Adrián Soto es exactamente lo que esperarías del wedding planner más cotizado de Playa del Carmen: un espacio que grita elegancia por cada poro, desde las paredes en tono lavanda hasta los arreglos florales estratégicamente colocados que parecen sacados de una revista de decoración.

―¡Mis amores! ―la voz de Adrián nos recibe antes de que podamos dar dos pasos dentro del local―. ¡Llegaron justo a tiempo!

Como siempre, Adrián parece listo para una sesión de fotos de Vogue: camisa color uva perfectamente planchada, pantalones que parecen pintados a mano y ese aire de quien podría hacer que hasta una boda en el infierno se vea glamorosa.

―Pasen, pasen ―nos guía hacia la sala de consulta con ese andar suyo que más parece coreografía―. Tengo algo que las va a hacer gritar de la emoción.

<<Este hombre hace que hasta caminar parezca un arte>>

―Siéntense, bellezas ―señala el elegante sofá blanco frente a su escritorio de cristal.

<<¡Ay no! ¡El sofá se ve durísimo!>>

Me siento con todo el cuidado que puedo reunir, tratando de mantener mi cara de poker. Pero por supuesto, Marce, que me conoce mejor que nadie, nota mi mini mueca de dolor y suelta una tosecita que suena sospechosamente a una risa contenida.

―¿Estás bien, amor? ―pregunta Adrián, sus ojos verdes brillando con genuina preocupación―. Te noto algo... tensa.

Mercedes tose para disimular su risa mientras yo intento mantener mi dignidad intacta.

―Todo perfecto ―respondo con una sonrisa que espero se vea natural―. Solo... ejercité de más.

―¡Ah! ―Adrián asiente comprensivo―. Entiendo perfectamente. Yo también tengo un... entrenador que a veces se excede con la rutina.

La carcajada mal disimulada de Marce hace que Adrián arquee una ceja perfectamente delineada.

―¡En fin! ―aplaude con entusiasmo, girándose hacia su escritorio―. Les tengo algo que las va a dejar sin aliento.

Con la delicadeza de quien maneja una reliquia antigua, saca una caja de terciopelo negro. Sus movimientos son tan teatrales que casi espero un redoble de tambores.

―Prepárense, queridas ―sus ojos brillan con orgullo mientras abre la caja con un movimiento dramático―. Porque esto es arte puro.

<<¡Carajo! ¡Sí que lo es!>>

La invitación que Adrián sostiene parece sacada de un cuento de hadas moderno. El papel tiene una textura que dan ganas de acariciar, en un tono vino tan profundo que casi parece negro. Los detalles en rosa viejo y oro rosa bailan con la luz, creando un efecto que me deja sin palabras.

―Adrián... ―Marce suspira, sus ojos brillando con lágrimas contenidas―. Es... es...

―Perfecto, lo sé ―completa él con un movimiento elegante de muñeca―. Cuando me dijiste los colores que querías, casi me desmayo de la emoción. ¡Mira nada más esta belleza!

Nos señala los detalles: el delicado encaje en oro rosa que enmarca los bordes, las letras que parecen flotar sobre el papel, los pequeños cristales estratégicamente colocados que atrapan la luz.

―Y esto, mis amores ―continúa, sacando otra caja―, es solo el comienzo. Esperen a ver los vestidos que tengo en mente para las damas de honor.

Una hora, veinte diseños de vestidos y una taza de café después, por fin logramos que Adrián acepte que no todas tenemos cuerpo de modelo de pasarela.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora