38 A la orilla

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María

—Terminé hecha mierda, Marce —murmuro mientras muevo los pies en el agua de la alberca, creando pequeñas ondas que distorsionan el reflejo del sol.

Mi mejor amiga me observa de reojo mientras da un sorbo a su cerveza. Los niños juegan a lo lejos, sus risas mezclándose con el sonido del agua. Es casi irreal lo normal que parece todo, considerando el infierno que fue ayer.

—¿Qué tan mal estuvo? —pregunta finalmente, su voz suave pero firme.

Suelto una risa amarga que suena más a gruñido que a otra cosa.

—¿Recuerdas cuando Javier te acusó de ser una madre negligente frente al juez? —giro mi cerveza entre las manos, observando cómo las gotas de condensación se deslizan por el vidrio— Multiplica eso por mil.

—¡No mames! —Marce se endereza, sus ojos se agrandan por la sorpresa— ¿De plano?

—Peor —doy un trago largo a mi cerveza, necesitando el valor líquido para lo que voy a decir—. El muy hijo de puta del juez ni siquiera revisó las pruebas, Marce. Todo lo que dijo Pablo... todas sus pinches mentiras... —mi voz se quiebra ligeramente— las compró todas.

—¿Qué? —la incredulidad en su voz refleja exactamente cómo me sentí en ese momento— ¿Cómo que no revisó...?

—Nada —la interrumpo, la rabia burbujeando nuevamente en mi garganta—. Ni los videos, ni los mensajes, ni una chingada. Era como si... —busco las palabras correctas— como si ya tuviera el guión escrito, ¿sabes?

Marce suelta una maldición entre dientes, su mano libre apretándose en un puño.

—¿Y Mauricio? ¿Qué dice de toda esta mierda?

—Que el abogado de Pablo tiene "cierta reputación" en los juzgados —hago las comillas en el aire con los dedos, el sarcasmo goteando de cada palabra—. Al parecer, sus casos siempre salen a su favor cuando le tocan "ciertos jueces".

—Pinche bola de corruptos —Marce escupe las palabras como si fueran veneno—. ¿Y ahora qué? ¿Cuánto tiempo más vas a tener que aguantar estas pendejadas?

Me recuesto hacia atrás, apoyándome en mis codos mientras miro el cielo. El sol de la tarde calienta mi piel, pero por dentro siento un frío que ni todo el calor de Playa del Carmen podría derretir.

—Dos semanas —respondo finalmente—. Dos putas semanas para que vuelvan a pasarse la justicia por los huevos.

El silencio que sigue es pesado, roto solo por las risas lejanas de los niños y el sonido del agua moviéndose alrededor de nuestros pies.

—¿Sabes qué fue lo peor? —continúo, mi voz bajando a casi un susurro— Ver la cara de satisfacción del pendejo mientras me destruían en el estrado. Era como si... como si estuviera saboreando cada segundo.

Marce deja su cerveza a un lado y me envuelve en uno de sus abrazos marca registrada. No dice nada por un momento, solo me sostiene mientras lucho contra las lágrimas que amenazan con traicionarme.

—Pensé que Pablo es un hijo de puta —murmura finalmente—. Pero esto... —niega con la cabeza— esto es otro nivel de maldad.

Me separo ligeramente, limpiando una lágrima traicionera con el dorso de la mano. El sol de la tarde crea destellos en el agua que me recuerdan a la noche anterior, a las burbujas en la tina, a las manos de Rafael...

—¿Qué dice el Coach de todo esto? —pregunta Marce, su voz intentando sonar casual.

—No ha dicho nada —le doy un trago largo a mi cerveza, saboreando el momento—. No hemos querido hablar del tema... —hago una pausa, recordando su forma de "no hablar"— Supongo que está buscando otras formas de hacerme sanar la arrastrada que me pusieron ayer.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora