48 Paciencia

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María

El olor a cloro me golpea apenas entramos al gimnasio. El ambiente húmedo hace que mi blusa se pegue ligeramente a mi piel mientras observo a Suemy, sentada en primera fila como la reina del drama que es, fingiendo que no nos ha visto entrar.

Rafael camina a mi lado, su presencia sólida y reconfortante después de la mañana que hemos tenido. Su camisa blanca resalta sus hombros de una manera que, por la forma en que Suemy lo devora con la mirada, no pasa desapercibida para nadie.

<<Confórmate con mirarlo, estúpida>>

― ¿Todo bien? ―susurra Rafael en mi oído mientras buscamos un lugar para sentarnos.

―Perfectamente ―respondo con una sonrisa que sé que lo pone nervioso―. Solo estoy... observando el espectáculo.

Y vaya espectáculo. Suemy prácticamente se retuerce en su asiento, alternando entre miradas "discretas" hacia Rafael y gestos de desdén en mi dirección. Su falda de diseñador y sus tacones de aguja gritan "mírenme" tan fuerte que casi me dan ganas de reír.

―¡María! ―la voz de Juan Carlos nos saluda desde la orilla de la alberca―. ¡Rafael! No esperaba verlos hoy.

―Cambio de planes ―respondo con naturalidad mientras nos acomodamos en las gradas―. No podíamos perdernos la práctica, ¿verdad?

El sonido de un resoplido mal disimulado llega desde donde está Suemy. La ignoro, aunque una sonrisa amenaza con escapar de mis labios.

Los niños están en el agua, sus pequeños cuerpos moviéndose con esa gracia natural que me llena de orgullo. Leo practica sus clavados mientras Nico perfecciona su estilo "delfín". Ethan, el hijo de Suemy, nada en el carril contiguo, su técnica tan impecable como siempre.

―Es un buen nadador ―comento casualmente, sabiendo que Suemy puede escucharnos―. Tiene talento natural.

Rafael me mira de reojo, captando el brillo peligroso en mis ojos que él conoce tan bien.

―Como su padre ―agrego con una sonrisa dulce que haría orgullosa a cualquier víbora―. Álvaro también es muy atlético, ¿no?

El sonido de tacones contra el piso húmedo me indica que di en el blanco. Suemy se levanta abruptamente, pretendiendo revisar su celular mientras se aleja unos pasos.

Rafael disimula una risa con una tos mientras su mano encuentra la mía sobre mi rodilla. El gesto podría parecer casual para cualquier observador, pero sé que es su manera de decirme que está conmigo en esto.

―¡Mamá! ―la voz de Nico nos distrae―. ¡Mira mi salto!

Me incorporo para aplaudir su demostración, genuinamente orgullosa de sus avances. A mi derecha, escucho a Suemy hacer un comentario en voz baja a Priscila sobre mi falda "inapropiadamente corta" para una piscina.

<<Inapropiada TU...y aun así te tenemos que aguantar>>

―Hermoso salto, mi amor ―grito lo suficientemente fuerte para que mi voz rebote en las paredes del gimnasio―. ¡Cada día mejor!

Leo también quiere mostrarme sus avances, y mi corazón se hincha de orgullo mientras lo veo ejecutar un clavado casi perfecto. Rafael aplaude a mi lado, su sonrisa tan genuina como la mía.

―Tus hijos han mejorado mucho ―la voz de Suemy llega desde atrás, dulce como veneno―. Aunque claro, con tanta... atención especial del entrenador...

Me giro lentamente, encontrando sus ojos con una calma que sé que la desconcierta.

―El talento es natural, querida ―respondo con una sonrisa que podría cortar diamantes―. Igual que la clase... aunque eso último no todos lo heredan, ¿verdad?

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora