19 El recalentado

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María

El sol de medio día brilla con fuerza cuando Rafael y yo llegamos a la carpa. Después de nuestra... sesión matutina en la regadera, apenas tuvimos tiempo de vestirnos y arreglarnos antes de que se hiciera más tarde.

La carpa, que anoche brillaba con elegancia y formalidad, ahora tiene un aire más relajado y festivo. Las mesas han sido reorganizadas en un estilo más informal, y el aroma a barbacoa y cerveza llena el aire.

Rafael parece incapaz de mantener distancia, y para ser honesta, yo tampoco quiero alejarme. Me rodea la cintura con sus brazos, dejando besos suaves en mi sien y mejilla mientras entramos a la carpa. El gesto es íntimo, casi posesivo, pero de una manera que me hace sentir protegida y deseada.

Una vez dentro, afloja su abrazo pero entrelaza sus dedos con los míos, como si necesitara mantener algún tipo de contacto.

—Me muero de hambre, — dice cuando el aroma a barbacoa nos envuelve.

Asiento, intentando ignorar el revoloteo en mi estómago. Pasar la noche juntos es una cosa, enfrentar a la familia después es un desafío completamente diferente.

Apenas nos adentramos en la carpa, la voz de Marce nos recibe con un tono que promete problemas:

—¡Buenos días! — Su sonrisa maliciosa me dice que sabe más de lo que debería. Maldita sea.

Todas las miradas convergen en nosotros. Siento el calor subir a mis mejillas, pero Rafael parece imperturbable, su sonrisa tranquila y segura.

—Perdón por la tardanza, — dice, guiándome hacia la mesa familiar. —Nos quedamos... dormidos.

Juan Carlos suelta una carcajada que no intenta disimular.

—Sí, claro. 'Dormidos'.

Román, no queriendo quedarse atrás, añade con una sonrisa pícara:

—Cuñadita... pero que fresca se te ve —Su sonrisa de cabrón no hace otra cosa que asentar su mirada de malicia.

—Eso pasa cuando ... duermes bien —Le contesto con una mirada amenazante, cuidándome de no pasarme de la raya porque mis suegros están presentes.

Ana le da un codazo a Román, aunque no puede ocultar su propia sonrisa.

—Ya, déjenlos en paz.

Nos sentamos justo frente a Don Rafa y Doña Eugenia. La mirada que me lanza Don Rafa es una mezcla de diversión y ¿Aprobación, tal vez?

—¿Quieren algo de tomar? — pregunta uno de los meseros que se acerca a la mesa —Tenemos micheladas, cerveza, o si prefieren algo más fuerte...

¿Algo más fuerte? ¿Cerveza? ¿En ayunas? ... ni que tuviera 20 otra vez... ¡Ni loca! Hago eso y la borrachera me manda al hospital, seguro.

—Agua de Jamaica, por favor. —Contesto

—Que sean dos, por favor —Rafa contesta, entrelazando nuestros dedos otra vez.

Las sonrisas cómplices alrededor de la mesa son evidencia de que todos están encantados con nuestra muy obvia reconciliación. Estoy a punto de hacer un recuento mental cuando Paulina aparece de la nada, lanzándose a los brazos de su papá.

—¡Papi! ¡María! ¿Dónde estaban? ¡Los estuve buscando toda la mañana!

Rafael la levanta en sus brazos, plantando un beso en su mejilla.

—Lo siento, princesa. Papá estaba... ocupado.

Marce suelta un bufido que intenta disfrazar como tos. Le lanzo una mirada de advertencia, pero ella solo me guiña un ojo, la muy cabrona.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora