21 Veamos de que está hecho

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Maria

El zumbido del aire acondicionado llena mi oficina mientras reviso los últimos informes. Laura entra, con su habitual energía, y comenzamos a ponernos al día sobre las actividades del día.

De repente, unos golpes en la puerta interrumpen nuestra conversación. Al voltear, veo a Rafael parado en el umbral, sosteniendo una charolita de cartón con tres cafés.

Laura me voltea a ver con cara de preocupación. Como si pensara que en cualquier momento me le voy a ir encima a tirarle lo que queda del ramo de flores que reposa en un jarrón en la mesita de mi oficina. O tal vez me imaginó en un arranque de furia, lanzándole el oso enorme de peluche que descansa en mi sillón, como peleador de lucha libre.

Mi sonrisa instantánea la relaja. Se da cuenta que las cosas han tomado su rumbo de nuevo.

—Buenos días, señoritas —dice con una sonrisa, entrando a la oficina—. Traje un poco de combustible para empezar el día.

Rafael se acerca a mi escritorio, con una charolita de cartón donde reposan tres cafés. Deposita uno frente a mí, dejándome un beso en los labios. Otro se lo entrega a Laura, quien lo recibe con una mezcla de sorpresa y un dejo de culpa en su rostro.

—Gracias... pero... —Laura comienza, pero Rafael la interrumpe.

—No creas que no sé que, por lo menos, los últimos 10 cafés que le mandé a María pasaron directamente a tus manos —dice con una sonrisa pícara.

Laura nos mira con vergüenza, pero Rafael continúa:

—Entendería que a partir de ese momento hayas desarrollado cierto vicio por estas delicias.

Laura suelta una risita, aceptando el café.

—Culpable. Gracias, Rafael. — Sin más, se da la vuelta y sale de mi oficina cerrando la puerta tras de si.

Aprovecho el momento para levantarme y colgarme de su cuello, saludándolo como se debe: con un beso decente.

—Qué muchachito tan puntualito —murmuro, separándome de sus labios apenas unos milímetros.

—Te dije que estaría aquí antes de las 9, ¿no? —responde del mismo modo, volviendo a besarme.

De pronto, rompe el momento con una sonora nalgada que retumba por toda mi oficina... qué digo mi oficina, seguro se escuchó por encima del ruido de las secadoras en todo el jodido local.

—Pinche Raf... —siseo amenazante.

—Quieta, fiera... —Se separa de mí lo suficiente, pero sin dejar de rodearme con sus brazos. Sus ojos brillan con malicia y diversión —. Te conozco, sé lo atascada que eres y ya me veo en 3 minutos con el pantalón medio abajo, tirado en tu sillón y tus calzones en mi cara.

Me imagino perfectamente la escena y me da un ataque de risa. La verdad es que no está tan lejos de la realidad.

—Muy buena puntualización, Coach —digo, terminando por separarme por completo de él. Me dirijo a una silla en el rincón a depositar ahí el oso, que ocupa una buena parte del sillón, consciente de que Mauricio no tardará en llegar—. Será mejor que nos comportemos, al menos por ahora.

Rafael asiente, su expresión volviéndose más seria mientras toma asiento. A pesar de la broma, ambos sabemos la importancia de la reunión que está por venir. El ambiente en la oficina cambia sutilmente, preparándonos para enfrentar lo que sea que Mauricio tenga que decirnos.

Apenas nos hemos acomodado cuando unos golpes en la puerta anuncian la llegada de Mauricio. Al entrar, su expresión de sorpresa al ver a Rafael es evidente, aunque trata de disimularla rápidamente.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora