16 La fiesta

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María

Marce y yo llegamos a nuestra mesa asignada, una enorme mesa redonda para doce personas donde se sentará toda la corte de los novios. El mantel blanco impoluto contrasta con los centros de mesa elaborados con flores frescas en tonos pastel y velas flotantes. La vajilla de porcelana fina y la cristalería reluciente reflejan las luces tenues de la carpa, creando un ambiente íntimo y elegante.

Tomo mi lugar entre Marce y mi hermana Ana, quien ya está sentada, jugando distraídamente con su copa de agua. Su mirada vaga por la carpa, probablemente buscando a cierto Córdoba de sonrisa pícara.

—¿Nerviosita? —le susurro, dándole un codazo juguetón.

Ana se sobresalta ligeramente, sus mejillas tornándose de un tono rosado.

—¿Yo? Para nada —responde, tratando de sonar casual, pero la forma en que sus ojos siguen buscando entre la multitud la delata.

Marce se inclina hacia nosotras, una sonrisa cómplice en sus labios.

—Yo que tú me preparaba, Anita. Conociéndolo, Romancito no te va a soltar en toda la noche.

Las tres reímos, la tensión anterior disipándose un poco. Poco a poco, el resto de la corte va ocupando sus lugares en la mesa. Juan Carlos se sienta junto a Marce, saludándonos con esa sonrisa encantadora suya. Manuel y Mercedes toman asiento frente a nosotros, ambos radiantes y claramente emocionados por la boda de Mónica.

Los Córdoba siguen en la entrada, recibiendo a los últimos invitados. Desde mi posición, puedo ver a Rafael, tan guapo en su frac que me cuesta apartar la mirada. A su lado, Román charla animadamente con un grupo de invitados, su carisma natural en pleno despliegue.

De repente, las luces se atenúan y la voz del maestro de ceremonias resuena por los altavoces:

—Damas y caballeros, por favor, tomen sus lugares. En unos momentos, recibiremos a los recién casados, ¡Miguel y Mónica!

Hay un movimiento general mientras todos buscan sus mesas. Veo a los Córdoba apresurarse hacia nuestra mesa. Román llega primero, ocupando el asiento libre junto a Ana. Le guiña un ojo a mi hermana, provocando que esta se sonroje aún más.

Y entonces, Rafael se acerca. Mi corazón da un vuelco cuando toma el asiento directamente frente a mí. Nuestras miradas se encuentran por un momento, y siento como si el resto del mundo desapareciera. Sus ojos, esos ojos que conozco tan bien, me miran chispeantes. Está contento.

Un momento después, las luces se apagan por completo. Un foco ilumina la entrada de la carpa y la voz del maestro de ceremonias vuelve a resonar:

—¡Y ahora, démosle la bienvenida a los recién casados! ¡Miguel y Mónica!

La música empieza a sonar, "Thinking out loud" de Ed Sheeran suena por los altavoces son sonido perfectamente bien ecualizado. Todos nos ponemos de pie para recibir a la feliz pareja. Mientras aplaudo y vitoreo junto con el resto de los invitados, no puedo parar de sonreír. Estoy feliz de ver a Mónica tan emocionada con su recién marido, el cual, no cabe de la felicidad.

Mientras la canción de Ed Sheeran llega a su fin, los novios comparten un tierno beso que provoca una oleada de aplausos y silbidos cariñosos entre los invitados. El maestro de ceremonias toma el micrófono nuevamente.

—Y ahora, invitamos a la corte de honor a unirse a los novios en la pista de baile.

Las notas suaves de una nueva melodía comienzan a llenar el aire. Reconozco inmediatamente la introducción de "Die with a smile" de Bruno Mars y Lady Gaga. Mi corazón da un vuelco, anticipando lo que viene.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora